Opinión

El día después y los olvidos

España no tiene un verdadero mercado único interior y es uno de los grandes problemas de la economía, aunque nadie ha abordado ese asunto en la campaña electoral

Sánchez, Díaz o Abascal y sus estilismos en el debate.
Sánchez, Díaz y Abascal protagonizaron el último debate de la campañaGtres

Albert Einstein (1879-1955), el genio de la Teoría de la Relatividad, que no está al alcance de la mayoría, dedicó una buena parte de su vida al estudio y al intento de descifrar, de forma directa o indirecta, el tiempo y su verdadera naturaleza. Quizá por eso, en unas reflexiones publicadas con el título «Cómo veo el mundo», afirmaba: «Yo nunca pienso en el futuro; llega demasiado aprisa». Los vencedores y derrotados en las elecciones generales de la canícula, las de hoy mismo, lo descubrirán enseguida. Sobre todo el que logre formar Gobierno, sea Núñez Feijóo, según la mayoría de gurús demoscópicos, o incluso Sánchez, si logra dar la sorpresa sobre la bocina.

La campaña electoral, quizá la peor de la democracia, ha aportado poco, más bien nada, sobre todo en el terreno económico. No son unas elecciones marcadas por la economía, pero en ese futuro que llega enseguida sí será determinante. Los grandes partidos no han hecho grandes ofertas ni grandes propuestas, al margen de guiños a algunos de sus nichos electorales. Puede escandalizar, pero los planteamientos económicos de socialistas y populares no están tan alejados y, guste o no, sus coincidencias son notables. Es la síntesis de los socialdemócratas de todos los partidos de los que hablaba el premio Nobel y liberal Hayek (1899-1992). Las ofertas del conglomerado que lidera Yolanda Díaz y las de las huestes de Santiago Abascal van desde lo útopico hasta lo esperpéntico y, desde luego, de aplicarse conducirían al país al desastre más absoluto.

Gregorio Marañón (1887-1960) en su voluminoso estudio «Antonio Pérez» (1540-1611), el histórico secretario caído en desgracia de Felipe II (1537-1598), escribe: «Nadie más muerto que el olvidado». El gran olvidado, sin duda de forma deliberada, de la campaña electoral –y por tanto muerto–ha sido el mercado único español, inexistente como apuntaba en privado hace unos días un muy grande empresario-financiero. La carencia de ese mercado es lo que explica, en parte –pero una parte importante–, la baja productividad de la economía española. España es un país con muchas pequeñas empresas, muy pequeñas, pero también muy improductivas. Hay una abundancia notable de lo que se denominan empresas zombis –muertas vivientes– a las que se les permite sobrevivir gracias a todo tipo de ayudas y subvenciones autonómicas y municipales, con la excusa del mantenimiento del empleo.

El empresario-financiero, que toda su vida ha sido y es un defensor convencido del Estado de las Autonomías, cree sin embargo que «las comunidades autónomas fomentan las empresas zombis». Un mercado español, de verdad único, sin restricciones internas disparatadas, haría desaparecer, por inviables, a la práctica totalidad de las compañías zombis. Eso, claro, sin embargo, es impopular, para el PSOE y para el PP, pero también para las demás formaciones política y, sobre todo, para «indepes», nacionalistas y regionalistas de toda clase y condición. El olvido del asunto en la campaña electoral es tan evidente como buscado. El problema es que ese olvido es muy probable que continúe el día después y el día después del día después. Un Gobierno –ya sea socialdemócráta de izquierdas o de derechas– en minoría no se atreverá a impulsar medidas –condiciones– que unifiquen de verdad el mercado nacional y de rebote, supongan el fin de las empreas zombis. El coste político puede ser enorme, pero, claro, el económico de no hacerlo es perpetuar la baja productividad.

Parece muy alejado, pero la precariedad salarial también está vinculada a este escenario. Las grandes empresas españolas, casi sin excepciones, son muy competitivas, dentro y fuera de España, bastante productivas y ofrecen salarios muy por encima de la media. El problema es que en España hay pocas grandes compañías y una enormidad de pequeñas y, sobre todo, microempresas, entre las que abundan las zombis, improductivas y que, además, tampoco pueden ofrecer salarios dignos. Es lo que explica también las desigualdades.

La únidad efectiva del mercado español no es el único olvido económico de la campaña electoral, pero sí el más clamoroso y sangrante. Los otros tienen que ver con las medidas necesarias para superar, por ejemplo, el estancamiento español en renta per cápita desde 2008, con los gobiernos sucesivos de Zapatero, Rajoy y Sánchez. Hay bastante coincidencia entre expertos y políticos –excepto ultraradicales de ambos extremos– en el diagnóstico de los problemas, pero hasta ahora nadie ha sido capaz de adoptar las medidas necesarias, que ya son urgentes, porque el futuro llega demasiado aprisa, como decía Einstein.

Homenaje del Misses Institute al adalid español de la Escuela Austríaca liberal

El Misses Institute, con sede en Auburn (Alabama), el gran promotor actual de la Escuela Austríaca de Economía y de la filosofía política libertaria, acaba de homenajear al catedrático español Jesús Huerta de Soto con un «festschrift» –conmemoración– en dos volúmenes, coordinados por los profesores David Howden y Philips Bagus. El «festchrift» titulado «The emergence of a tradition» muestra las contribuciones de Huerta de Soto a la Escuela Austríaca y a la política libertaria.

Una oferta de menos servicios pero por el mismo precio

Primero fue la «srinkflation» o «reduflación» que describe el hecho de pagar lo mismo por menos producto. Menos conocido es el término «skimflation», que viene del inglés «skim», escatimar. Consiste en pagar lo mismo por menos servicios o por menos servicios asociados a un producto determinado y que afecta también al sector público. Un ejemplo es que haya menos horas de atención al público o que no sea presencial o que la entrada a un espectáculo con consumición incluida ya no la tenga.