Opinión

Pobreza menstrual

Dos de cada diez niñas aquí, en España, han faltado a clase alguna vez por no poder comprar compresas, támpax o copas para su menstruación

Muchas mujeres desconocen, por ejemplo, que tener la regla no implica necesariamente ovular.
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Un estudio reciente revela que el 50% de los encuestados desconoce lo que significa la pobreza menstrual. Pues bien, yo estaba entre ese otro cincuenta de ignorantes a pesar de mi interés por estos asuntos. Creo que la denominación tampoco es la más precisa, aunque, de momento, sirve para entendernos. Para espantarnos con la noticia de que dos de cada diez niñas aquí, en España, han faltado a clase alguna vez por no poder comprar compresas, támpax o copas para su menstruación.

Dicen, asimismo, que al menos cincuenta mil crías sufren de forma continuada esta situación con el absentismo correspondiente. Doy marcha atrás para evocar mis primeras reglas y también se me revuelven las entrañas.

Cuando yo empecé a ser fértil, es decir cuando mi cuerpo puso en marcha esa maravillosa factoría de seres humanos, todavía no había, o al menos mi madre no compraba, compresas higiénicas. Nos daban una especie de toalla que llamaban «pañito», algo rudo y que apenas retenía el flujo menstrual. Recuerdo que, además, lavarlo era un tormento, pues la sangre salía malamente del tejido y había que batallar con puños y lejía. Pero lo peor era vivir en una sociedad en el que la menstruación era tabú; así que teníamos que estar mirándonos todo el tiempo la falda o el pantalón por si la sangre había calado.

Lo peor era sentir el miedo periódico a que eso ocurriera, la vergüenza cuando pasaba, la incomprensión y el estigma de algo tan natural como rechazado. Pues, aunque asombroso, la pobreza sigue acarreando en las féminas esos daños: problemas de salud, ya que la utilización de productos inconvenientes puede producir efectos nocivos en el tracto reproductivo; pérdida de clases, oportunidades de trabajo y de ascenso social; exclusión y demás sinrazones.

Es increíble que las políticas públicas no hayan resuelto ya esta cruel desigualdad. Por eso hay que gritarlo, decir muy alto que la menstruación es el principio de la vida, merecedora de todos los derechos.