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Diego Carcedo: «Tengo miedo al poder de seducción de los políticos»

Presenta su libro «Sobrevivir al miedo» (editorial Península), en el que recoge sus experiencias en guerras, revoluciones y desastres naturales

Diego Carcedo, periodista y escritor / Foto: Javier Fdez-Largo
Diego Carcedo, periodista y escritor / Foto: Javier Fdez-Largolarazon

Presenta su libro «Sobrevivir al miedo» (editorial Península), en el que recoge sus experiencias en guerras, revoluciones y desastres naturales

Está curtido en mil batallas, las que vivió como corresponsal –cubrió el conflicto de Vietnam y fue uno de los últimos periodistas que salió de Saigón antes de que llegase en Vietcong–, Cisjordania y Centroamérica, además de entrevistar al sátrapa Idi Amin. Pero también ha vivido la de los despachos donde, como director de los servicios informativos TVE, estaba sentado en lo más parecido a una silla eléctrica que no mataba, pero si le procuró bastantes calambrazos. Diego Carcedo acaba de publicar «Sobrevivir al miedo» (Península), en el que rememora su trayectoria periodística.

–¿A qué olía Saigón en los últimos días de la guerra de Vietnam?

–A pesar de lo maloliente que era la ciudad recuerdo que, cuando salías por la noche, te encontrabas a mendigos y a muchísimos mutilados que te ofrecían ramitas de jazmín. No sé si era para que los occidentales no les dejásemos solos, pero era un gesto de paz en un ambiente tan hostil.

–¿Cuál fue el momento más duro, el de la evacuación?

–Sin duda, cuando tuve que pagar en el hotel. Había unos tíos muy siniestros que me pedían que pagase en dólares. Solo usábamos la moneda local Me encañonó y mi primer impulso fue tirarle un jarrón a la cabeza. Menos mal que no lo hice porque me hubiesen matado.

–Y usted no tiene madera de héroe...

–En alguna ocasión me he preguntado: «¿Qué hago yo aquí?, ¿por qué me he metido en esto?». Sin embargo, un periodista tiene la obligación de preservar su vida y no tengo vocación de suicida.

–Entrevistó en Uganda a Idi Amin. Decían que era caníbal ¿Pasó miedo?

–Eso se decía..., aunque yo no lo pude contrastar en ese momento. Lo que estaba claro es que era una asesino... Me impresionó porque era un mastodonte y comía las chuletas a pares. Después de muchísima burocracia –teníamos pinchado el teléfono, no nos dejaban salir del hotel ni hablar con mujeres...–, nos invitó a uno de sus palacios para hacerle la entrevista. Al terminar, me agarró del brazo y me hizo entrar a una de las estancias. Pensé: «¡A ver qué me va a hacer este!». La sorpresa llegó cuando me dijo: «Dígale al ''rey Franco'' que me envíe un mapa del Sahara porque puedo arreglar el conflicto con Marruecos. A cambio, le pido que envíe coches españoles para organizar un rally para que vea el mundo que las carreteras de Uganda no son una mierda».

–Fue director de los informativos de TVE entre 1989 y 1990. ¿Cómo son las guerras de los despachos?

–Esa etapa fue infernal porque no se sabía quienes era los enemigos o sí: los peores son los amigos. Siempre digo que le tengo más miedo al poder de seducción de los políticos que a cualquier otro, porque están a tu lado mientras les interesas. Tenía presiones por parte del Gobierno, que era del PSOE, y aún más virulentas desde la oposición. Luego estaban los de Herri Batasuna... un follón.

–Ha formado parte del comité de expertos para elegir a los miembros de consejo de administración de RTVE, del que sale el presidente. ¿Qué cualidades hay que tener para ejercer esa responsabilidad?

–Tiene que asumir el cargo con la tranquilidad de que no va a depender de nadie. Debe dejar trabajar a los profesionales y, sobre todo, exigirles que no se dejen contaminar por las intoxicaciones políticas, que son muchas.