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Operación Triunfo

¿Por qué no debería usted ver más Operación Triunfo?

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Querido lector, no debería ver más Operación Triunfo. Sí, se lo digo así de rotundo. Este programa tiene una cara que todos nos dedicamos a criticar, pero también una cruz que a todos nos gustar portar. Me explico: muchos hemos dicho que parece el karaoke más caro de la historia y que nunca compraríamos ninguno de sus discos. Posiblemente así sea, no se lo voy a negar. Sin embargo, en ese arrebato popular hay algo que no se me va de la cabeza: es música y el arte siempre es bienvenido. Claro que no es “La Hora Musa” que presenta Maika Makovski en La 2, pero es un canal para que los más jóvenes conozcan clásicos, degusten novedades e indaguen en la historia. Seguramente, el fenómeno fan les nublará la vista a corto plazo, pero les enseñará que la cultura es tanto una forma de deleitarse como un arma para cambiar el mundo. Eso no quiere decir que sus “estrellas” vayan a vender más canciones, sino que despertarán mayor simpatía por ellas.

Anoche, cuando Carlos y Dave defendieron sus temas para salvarse de la expulsión llegué a esta conclusión. Ellos son la cara de un cuerpo que nos ha acompañado siempre: ponen la voz a la historia (en ocasiones, la destrozan) y reivindican a sus protagonistas. En concreto, ellos dos lo hicieron con Jason Derulo (“Tip Toe”) y Vicente Feliú y Silvio Rodríguez (“Créeme”), tres referentes de dos tiempos distintos y en un mismo momento. El primero lo hizo con más acierto que el segundo. El segundo, con más carisma que el primero. Y ambos bajo la atenta mirada de un público que les apoyaba y criticaba a partes iguales: qué bueno que se hable de ellos, que bueno que se discuta de música. Por eso, si usted no quiere participar en este debate cultural, cambie de canal. Es así de sencillo.

Querido lector, no debería ver más Operación Triunfo. Insisto. Aquí se ha hablado de “mariconez”, de políticos “chorizos”, de xenofobia, de bisexualidad, de inmigración, de prejuicios, de mierdas y de la Falange. Lo más seguro es que le importe tres pepinos la opinión de alguno de estos 16 aspirantes a artistas, aunque si lo piensa no está mal que chavales de veintipocos años cuestionen cosas que usted da por hechas. Le pongo un ejemplo: por imposición de José María Cano, María y Miki no pudieron cambiar la palabra que tanta polémica suscitó la semana pasada, pero consiguieron algo más valioso: generar un debate sobre la relación entre la cultura y la homofobia. Si bien Mecano ha sido uno de los grupos abanderados del amor libre durante más de 30 años, los tiempos cambian y defender los derechos LGTBI en los 80 no significa que las formas de hacerlo entonces sean las correctas ahora. A esa teoría ha llegado esta nueva generación y a esta “mesa redonda” se han sumado las redes sociales. La música es libertad por derecho y, como tal, también lo son los pensamientos, las expresiones, los movimientos.

Este letimotiv fue precisamente el que abrió esta gala cinco. “Me encanta”, de Nancys Rubias, volvió a consagrar al formato como uno de los más desprejuiciados de la televisión. Aquí se puede hablar de todo siempre que se haga desde el bien. Nadie esté excluido en OT, nadie es diferente en OT. Y eso tanto en lo personal como en lo musical: hace unas horas, Natalia y Julia protagonizaron una de las mejores actuaciones de la edición con su versión de “Pienso en tu mirá” (de Rosalía). La canción poco o nada tuvo que ver con el “Fast car” (de Tracy Chapman) que cantaron Alba Reche y Famous, pero permitía entender que en la diferencia está la variedad y en la variedad la riqueza. De modo que si usted prefiere vivir alejado de la realidad y vivir centrado en su particular “sota, caballo y rey”, manténgase alejado.

Querido lector, no debería ver más Operación Triunfo. Tercer aviso. Desde que comenzó esta edición, se han escuchado en la Academia canciones de Carmen Boza, Antílopez, Mercedes Sosa, Marta Soto o Mr. Kilombo. De esos cinco, apuesto que conoce a uno o a ninguno. Qué pena. A la primera la deberían de llevar ya al programa, por ejemplo. Su nuevo trabajo, “La caja negra”, es una delicia a la altura de las grandes compositoras. Julia, de hecho, lo sabe de sobra. Al segundo, Miki ya se ha encargado de reivindicarlo y a la tercera la homenajearon durante la primera semana. Ellos son tan solo un granito muy pequeño de la excelente escena musical que existe en nuestro país y que deberían descubrirse de forma masiva. En su misma situación estuvo, el año pasado, Zahara. Destaco su caso porque, por aquel entonces, no era habitual escuchar canciones como las suyas en televisión y algo cambió con la irrupción de Amaia y compañía.

Es cierto que un show de estas dimensiones no puede montarse únicamente con temas como estos, lo admito. Los tiene que haber en inglés y en español, íntimos y enérgicos, acústicos y eléctricos. Anoche los hubo de Sabina (“Y nos dieron las diez”) y de Pablo López (“El patio”), dos referentes separados en el tiempo que Marta y Miki reivindicaron por su pasión, entrega y dedicación. Los dos desempeñaron sus mejores interpretaciones sobre el escenario hasta la fecha: la narrativa de la primera y la entrega del segundo hicieron que nadie pudiera despegar los ojos de ellos. Y eso tanto por parte de los seguidores de más adultos como de los fans más jóvenes. El arte no entiende de edades y mucho menos de límites. Así que si usted es de los que escucha siempre a Serrat, pero no está abierto a Fuel Fandango, aquí ha acabado esta lectura.

Querido lector, no debería ver más Operación Triunfo. Se lo he advertido a lo largo de estas 981 palabras. Vivimos en una sociedad que ansía jóvenes preparados, con referentes culturales y con criterios éticos. También que duden, aprendan y cuestionen. En otras palabras, personas preparadas, con iniciativa y llenos de ilusiones. Cada uno con su proyecto de vida y con su particular forma de entender la música, pero todos convencidos de que lo que hacen les hace felices. Y, en el mejor de los casos, pueden hacérselo sentir también a los demás. Resulta curioso que una panda de desconocidos pueda llegar a transmitir tantas emociones en apenas tres meses (progresivamente, eh. Recuerden que las primeras galas eran infumables por la ausencia de cualquier sentimiento reconocible). La realidad es que OT ha conseguido siempre algo que ha podido alcanzar La Voz o Factor X: empatizar. Aquí hay un factor humano que está por encima del éxito, de los números y de los intereses.

Las debilidades que Damion y Sabela sintieron nada más recibir el encargo de cantar “Volar” (de Macaco) los ha acabado humanizando más; las heridas que María y Noelia se abrieron la semana pasada les ha permitido superarse con “Ex’s & Oh’s” (de Elle King); y los pasos pequeños y constantes que Marilia ha dado hasta llegar a “Rather be” (de Clean Bandit y Jess Glyne) le han erigido como una de las concursantes con mejor trayectoria (a pesar de su injusta nominación, sí). El interés que han despertado sobre los millennial (y los que no lo son, también) ha sido tan grande que las consecuencias van más allá de lo estrictamente musical. Quizá hayamos descubierto alguna que otra canción nueva, pero seguro que todos hemos aprendido algo (o, al menos, replanteado) en educación, valores y compañerismo. En ese sentido, si usted no quiere que sus hijos se parezcan a estos chicos, mejor apague la tele y arrepiéntase pasados unos meses.

Miki, favorito; Damion y Marta nominados

Pd.: Querido lector, no debería ver más Operación Triunfo. Fin de la cita. Cada semana, asistimos a esa cuestión de estado que es salvar a los nominados. Sí, así es. Es posible que no lo entienda, pero que anoche saliese expulsado Dave y se quedara Carlos Right significa que una parte de sus seguidores también ha perdido algo de ellos mismos. La pasión con la que se defiende a los favoritos es proporcional a que se experimenta cuando la selección de futbol española juega un Mundial y es eliminada en cuartos de final (ya saben lo que quiero decir). Se lo pueden preguntar a quienes votaron a Marta, Carlos Right, Marilia y Damion como favoritos y luego fueron propuestos para abandonar la Academia. Finalmente, los profesores salvaron a Marilia y los compañeros a Carlos Right, pero la frustración ya había hecho mella. Por eso, si no quiere estar toda la semana pegado a la “app” de OT 2018 votando para salvar a uno u otro, mejor deje un comentario ofensivo en esta noticia y desahogue toda esa ira que ha ido acumulando mientras leía estos 8551 caracteres.