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«The Passage»: apocalipsis de andar por casa

La nueva serie distópica de Fox desaprovecha parte de las posibilidades dramáticas que ofrece su premisa.

Uno de los infectados por la vacuna que convierte a los humanos en vampiros
Uno de los infectados por la vacuna que convierte a los humanos en vampiroslarazon

La nueva serie distópica de Fox desaprovecha parte de las posibilidades dramáticas que ofrece su premisa.

Aunque usado ya en innumerables ficciones como premisa argumental, la arrogancia del hombre como desencadenante de su propia destrucción es un asunto que, como los informativos nos demuestran, nunca pasa de moda. Este, dicho de otro modo, es un momento tan idóneo como cualquier otro para una serie como «The Passage», basada en la trilogía de novelas escritas por Justin Cronin en 2010. Resumida en pocas palabras, parte de una vacuna creada por el gobierno estadounidense cuyo propósito es inmunizar a la población contra todas las enfermedades; su principal efecto, sin embargo, es que convierte en vampiros a quienes entran en contacto con ella.

Cuando un doctor particularmente turbio sugiere que la única forma de salvar a la humanidad de una epidemia inminente es usar a un niño como paciente experimental, el foco de la acción se centra sobre la pequeña Amy (Saniyya Sidney), cuya única función narrativa es ser transportada de un sitio a otro por el agente del FBI Brad Wolgast (Mark-Paul Gosselaar), y ejercer de voz en off para ofrecernos explicaciones banales sobre lo que llevó al mundo al desastre. «Muchas cosas provocaron lo sucedido», explica en uno de esos anodinos momentos.

Pequeños detalles

Wolgast no tarda en desafiar las órdenes de sus superiores y en emprender una fuga junto a la niña con el fin de salvarla. ¿Por qué iba alguien de dudosa moralidad como él a desarrollar repentinamente una conciencia? Muy simple: tenía una hija de la edad de Amy a la que vio morir. Los tres primeros episodios de «The Passage» están llenos de este tipo de pequeños detalles, que se nos van revelando de forma reticente y fragmentada con el fin de crear un clima de misterio; el único efecto que se logra, en cambio, es que buena parte de los personajes carecen por completo de vida.

Otro de los problemas de la serie es su incapacidad para generar sentido del ritmo dramático alguno causada por dos motivos principales: el primero es su tendencia a acumular subtramas y personajes superfluos, y el segundo es su flaccidez narrativa; se echan de menos secuencias capaces de generar tensión y, sobre todo, se echa a faltar más sangre. Peor aún, visto lo visto «The Passage» no parece tener claro qué tipo de serie quiere ser. A ratos funciona como un tedioso «thriller» político y a ratos como un predecible relato policial y sus puntuales incursiones en el género de terror o incluso en el humor se ven saboteadas por los aires de seriedad que permanentemente la envuelven.

Si a todo ello, por último, se le añade el hecho de que ninguno de los actores se muestra capaz de transmitir más sentimiento que la mera brusquedad –no toda la culpa es suya: las líneas de diálogo que se ven obligados a pronunciar son lamentables–, la única conclusión razonable es que la serie no ofrece al espectador ningún verdadero motivo para adentrarse en el mundo que describe. A estas alturas, ningún relato apocalíptico debería contentarse con hablarnos de tormentas perfectas; el chaparrón, como mínimo, debería salpicarnos un poco.