Ocio

Series

¿Y qué importa si los zombis avanzan?

Crítica del primer episodio de la última temporada de “Juego de Tronos” con algún “spoiler”

Daenerys Targayen, Jon Nieve y los dragones
Daenerys Targayen, Jon Nieve y los dragoneslarazon

Con el paso de los años, «Juego de Tronos» ha ido perdiendo interés a medida que ganaba tamaño. Su capacidad para ponernos ansiosos –porque cualquier cosa podía suceder y cualquier personaje podía morir– se diluía entre el ruido y la furia y entre un grupo de héroes cada vez más obvios. Por eso habrá espectadores que afronten la última temporada de la serie movidos no tanto por un interés genuino en lo que sus seis episodios puedan ofrecer como por un sentido de la obligación. Por supuesto, todos queremos saber si las familias que se disputan el Trono de Hierro lograrán sobrevivir a la horda de Caminantes Blancos, pero sobre todo queremos que esto se acabe ya.

Habrá quien se sienta frustrado por el hecho de que de momento, en lugar de ponerse a cazar zombis de una maldita vez, los personajes se dediquen a interactuar los unos con los otros y a hacerse revelaciones. El episodio recién estrenado, «Winterfell», ofrece una escena llena de prolongado suspense y un puñado de momentos razonablemente emocionantes pero ni una batalla. También es cierto, por otra parte, que en los próximos cinco tendremos muerte y destrucción para aburrir.

Por lo demás, es lógico que la serie abriera su temporada final –tras un hiato de 20 largos meses, para los fans 595 días o incluso 14.280 horas– con una hora de metraje llena de reencuentros: Tyrion con Sansa, Theon con Yara, Arya con Gendry, Arya con el Perro, Jaime con Bran, Jon con Sam, Jon con Bran, Jon con Sansa, y Jon con Arya.

Viaje a los inicios

Y aún lo es más, considerando cuánto hemos estado mirando con nostalgia al pasado de la serie últimamente, que su octava y última parte arranque haciendo lo mismo. Igual que su piloto en 2011, el nuevo episodio empieza contemplando a un gran séquito real llegando a Invernalia; en él, además, todos los supervivientes del clan Stark comparten techo por primera vez desde la primera temporada tras sobrevivir a intrigas políticas, asesinos, violaciones y mutilaciones. Lástima que una ocasión tan trascendente resulte tan dramáticamente insípida. De hecho, el episodio resuelve casi cada una de esas reuniones –y algunos otros encuentros cruciales– bien con unas pocas palabras banales, bien con varios minutos de exposición redundante. Y ese no es el único error cometido en la pasada temporada que «Juego de Tronos» parece dispuesta a repetir en la presente.

Ahí va un «spoiler»: Jon Nieve finalmente conoce la verdad sobre sus padres. Cuando se entere –si es que se llega a enterar–, a Daenerys no le resultará fácil aceptar que su nuevo ligue es en realidad su sobrino y que además es el legítimo heredero al trono por el que ella lucha. En todo caso, y dado que la serie en su conjunto se basa en la idea de que nadie merece ostentar el poder simplemente en virtud de su apellido, tal vez Jon intentará convencerla de que la candidata idónea para el puesto es ella o de que lo mejor sería destruir la monarquía e instalar la democracia. Sea como sea, que estos dos ocupen tanto tiempo de metraje es lamentable.

A «Juego de Tronos» nunca se le ha dado bien hablar de amoríos, y «Winterfell» también lo deja claro durante varias de las escenas que sitúa en Desembarco del Rey: hay pocas cosas menos interesantes que contemplar a Cersei, a estas alturas convertida en villana de tebeo, entregarse a los toqueteos macarras de Euron. Hace tiempo que no nos importa quién se acuesta con quién en Poniente.

Lo que importa, más que las batallas y los dragones, es la compleja red de personajes que hemos visto tejerse desde que uno de ellos lanzó a otro al vacío. Y es hora de que la serie se centre en los arcos narrativos que realmente importan. ¿A qué viene la desconfianza que Sansa y Arya sienten hacia Daenerys? ¿Realmente alguien se cree que Bronn siquiera se planteará matar a Tyrion y a Jaime? ¿Por qué complicar más las cosas si aún queda tanto que aclarar?

Muchos cabos sueltos

¿Serán suficientes los cinco episodios que quedan para hacerlo de forma satisfactoria? Eso está por ver. Quizá Benioff y Weiss se equivocaron al dejar tantos cabos que atar para el final, ya que, por momentos, «Winterfell» avanza con apresuramiento y descontrol similares a los que mostró la séptima temporada en su conjunto. «Juego de Tronos» se ha propuesto solventar en sus últimos trece episodios complicaciones narrativas que habrían necesitado al menos veinte. En otras palabras, una epopeya que alcanzó sus mejores momentos cuando se tomó su tiempo para explorar psicologías y motivaciones va a pasar sus últimos momentos avanzando hacia su final con tanta precipitación e impaciencia como los Caminantes Blancos extendiendo su amenaza hacia Poniente.