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Aprende a tener sueños lúcidos para viajar durante la cuarentena

Aprende a controlar tus sueños más salvajes y disfrutarlos como no podrías haberlo imaginado. Es posible ejercitar la mente para conseguirlo y en este artículo te lo explico, paso a paso.

El arte de los sueños lúcidos es una práctica ancestral en algunas culturas.
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¿Alguna vez que soñabas descubriste estar en un sueño? No es habitual, y la mayoría de las veces que desenmascaramos al subconsciente terminan por despertarnos, como si esta activación de nuestra parte consciente borrase los sueños de un plumazo. Estas ocasiones, muy contadas, en que somos conscientes de estar soñando, reciben el nombre de sueños lúcidos, o sueños conscientes, y por increíble que parezca existe la manera de controlarlos. Es posible aprender a convertir nuestros sueños en lúcidos y controlarlos, hacer en ellos lo que más nos plazca sin peligro a despertar. Se trata de un arte casi perdido, el arte de los soñadores en un mundo en el que apenas quedan soñadores, aplastados todos por la inmensa piedra de lo inevitable. Su práctica también es común en el budismo tibetano. Pero podemos aprender este arte, especializarnos en él, mediante una serie de ejercicios que terminarán por multiplicar el número de sueños lúcidos.

Prepara tu sueño

¿Qué querrías soñar? ¿Dónde te gustaría estar en este momento? Piénsalo antes de irte a la cama, dedicándole unos minutos. Idea, como un arquitecto de los sueños, el sueño ideal que querrías tener esta noche, empápate de él antes de meterte en la cama. Imaginemos que queremos soñar con una playa caribeña, coloquemos cuidadosamente cada una de las palmeras, coloreemos la arena blanquecina, escuchemos el suave rumor de las olas arrullando contra la orilla. Que nuestra boca saboree el mojito, calentándose en nuestro paladar. Y una vez en la cama, todavía con el agradable recuerdo de esta playa perfecta impreso en la memoria, procura conseguir un adormecimiento consciente. Esto consiste en mantener cierta parte de tu consciencia despierta antes de dormirte, podría ser escuchando tu respiración, sintiendo el corazón o paseando, cada vez más vagamente, por la arena de tu playa de ensueño. Es algo así como resistirse a dormir, cediendo terreno al sueño lentamente, a nuestro propio ritmo, hasta que este nos domine definitivamente y nos cubra el color negro.

Desenmascara al sueño

Ya estás en el sueño, en uno cualquiera, puede ser que estés sobrevolando los Pirineos con los brazos por alas, o combatiendo encarnizadamente contra una banda callejera de conejos. Es poco habitual que empieces soñando con tu hermosa playa. Para descubrir el sueño, que es precisamente la parte más complicada, siendo como es poderoso en confundir nuestro subconsciente, sería necesario hacerse la pregunta de las películas: ¿Estoy en un sueño? La manera de conseguir la fortaleza que nos permitiría hacernos esta pregunta, que básicamente consiste en dudar de tu realidad, sería dudando de la realidad habitualmente. Despiertos, mientras nos duchamos, almorzando, hablando por teléfono con un amigo. Es cierto que la realidad se percibe inmediatamente cuando se vive, pero ejercitando el cerebro a hacerse esta pregunta, estoy viviendo o no en la realidad, es más sencillo que también nos la formulemos desde el subconsciente en pleno sueño, cuando parece que los conejos llevan las de ganar.

Una vez hecha la pregunta, el subconsciente se resistirá a ser desenmascarado. Nuestros sueños han sido cuidadosamente diseñados por sus más expertos dibujantes y no nos permitirán descorrer el velo con facilidad. En este punto existen formas sencillas para descubrir si soñamos o no. Encender y apagar un interruptor sin que la luz se apague, es un método habitual. No ser capaz de ver los números o las letras también podría ser un aviso de que estamos en un sueño - a no ser que estés despierto y te hayas olvidado ponerte las gafas -. Pero la manera más común para desenmascarar los sueños consiste en descubrir rarezas. Un abrigo que perdimos hace años y no deberíamos llevar puesto, conversaciones con figuras históricas que murieron siglos atrás, incluso algo tan sencillo como encontrar tu habitación desordenada cuando sabes de buena tinta que la ordenaste esa misma tarde, son resortes que, al descubrirlos, activan la parte consciente de nuestro cerebro y destapan definitivamente el sueño.

Un experimentado soñador lúcido podrá tener puntos de referencia para destapar los sueños y moldearlos a su antojo. En mi caso, por poner un ejemplo, se trata de un aeropuerto. Siempre es el mismo aeropuerto: en una tienda venden ositos de peluche como los de Harrods y en la contigua, botellas de vino tinto. En este aeropuerto siempre pierdo mi avión, y lo veo volar lejos desde los grandes ventanales de la terminal. No es hasta que pierdo el avión, tras unos momentos de frustración, cuando me descubro que estoy soñando, y rápidamente me hago con el control del sueño.

Ata fuerte al sueño

Descubrimos que estamos soñando, lo más habitual es despertar inmediatamente. En ocasiones, asustados, cerramos con fuerza los ojos para regresar al mundo real. Otras, se nos escapa escurridizo el subconsciente, el lado consciente lo devora todo y nos despierta con ansiedad. Para evitarlo, es importante no cerrar los ojos durante nuestro sueño, ni pararnos demasiado tiempo a pensar. ¿No sentimos que los sueños nos empujan en una dirección concreta, sin hacer caso de nuestros deseos, sin darnos opción a elegir entre una puerta y otra? Para continuar soñando durante las primeras experiencias lúcidas, es crucial desviarse levemente de ese supuesto camino del sueño, sin llegar a ningún extremo, para mantener el equilibrio. Tenemos tres puertas y algo nos grita abrir la del centro. Abramos la de la derecha. Y tras varias noches de práctica, cuando ya sepamos mantenernos firmes en la lucidez del sueño, demos la espalda a la puerta y busquemos un camino alternativo. Es aquí donde entrará nuestra playa ensayada.

En los sueños, el momento entre imaginar y experimentar ocurre casi de inmediato. Si piensas en tiburones mientras nadas en el mar, aparecerán tiburones. Si piensas en un ser querido, aparecerá en un chasquido de dedos. Sabiendo con claridad qué queremos soñar, con la playa y las olas, la música caribeña y una sensación de paz, podemos imaginar cada detalle de nuestra playa y esta aparecerá lentamente, palmera a palmera mientras la ordenamos, al contrario de esos bruscos saltos que pegan nuestros sueños no conscientes. ¡Ya lo hemos logrado! El sueño es nuestro para disfrutar. A nuestro antojo visitaremos las llanuras de Mongolia o las aceras grises de Nueva York, todo ello sin perder ese inevitable toque de fantasía que el subconsciente nos regala.

Escribe un diario de sueños

Despiertas. Dudas. ¿Es esto real? Rápidamente descubres que sí lo es, un nuevo día ha comenzado. Hayas tenido o no un sueño lúcido, es habitual que durante los primeros minutos del día puedas recordar algunos. Por esto ayuda escribir, antes de que su recuerdo fresco se borre de nuestra memoria como si el subconsciente fuera un artista asustado de enseñar su obra, un diario de sueños todas las mañanas. Conocer nuestros sueños facilita encontrar los patrones - como mi aeropuerto - que nos permiten desenmascararlos.

Conseguir un buen número de sueños lúcidos no es tarea sencilla. Más habitual será tener uno, dos, apenas uno al mes. Quizás no logremos controlarlos nunca. No se trata de convertirnos en expertos soñadores. Pero conseguir unos minutos que pueden significar horas de sueño en esa playa que tanto añoramos desde casa, es suficiente para despertar con una sonrisa y afrontar el nuevo día con el entusiasmo que a veces nos falta.