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Salvaje, el Altiplano andino

Desiertos de sal, cumbres nevadas, plata a montañas y un origen estremecedor marcan el segundo altiplano más alto del mundo

Zona de desierto en el Altiplano andino.
Zona de desierto en el Altiplano andino.JStarjpixabay

El clamor de la creación

Cuando las dos fuerzas más arrolladoras del planeta, que son dos placas tectónicas como pueden serlo la Placa de Nazca y la Placa Sudamericana, se enzarzan en un choque de dimensiones apocalípticas, tiembla el mundo entero. Cuando estas dos placas se enfrentaron en el que hasta la fecha ha sido su mayor combate, hace 12 o 25 millones de años, solo puedo imaginar el estruendo que sobrevino al mundo. Un estruendo pavoroso, por otro lado, ya que a medida que una y otra se juntaban, la propia tierra pareció querer huir de la batalla, alzándose en lo que hoy conocemos como la cordillera de los Andes. Un estruendo aterrador que se elevó con estas montañas, cubriendo como si de un manto físico se tratase el continente entero.

Es la creación del mundo que hoy conocemos, atronadora. Multiplicando el sonido del martillo contra el yunque hasta niveles impensables. La vegetación escapó al ruido, los animales y todo rastro dulce de vida corrieron despavoridos en busca de tierras más seguras, y en el campo de batalla quedó un paraje yermo y salado, solo apto para las especies más duras. Solo la naturaleza quiso rescatar, con las fuerzas agotadas, un pedazo de tierra que fuera hábil para la vida, aunque esta fuese una vida dura, y entre las montañas coléricas que se despertaron con el choque creador surgió una amplia llanura inclinada, el Altiplano andino.

Vista de la Cordillera de los Andes.
Vista de la Cordillera de los Andes.Sebadelvalpixabay

Una región de récord

Los extremos de la naturaleza se exageran en este pasaje casi desierto. Con una altitud media de 3.800 metros sobre el nivel del mar, alberga la llanura de sal más extensa del mundo, el salar de Uyuni, y el lago navegable de mayor altitud, el Titicaca. Solo la altiplanicie del Tibet la supera en amplitud, y sus dedos secos se han estirado hasta ocupar desde el sur de Perú hasta el norte de Argentina, ocupando casi por completo Bolivia. Y las montañas que se motean por allí, si las desentrañaras. En su interior esconden las reservas de plata más abundantes del planeta, dicen que fue gracias a ellas que el Imperio Español, y por intercesión suya Europa entera, consiguieron la economía necesaria para controlar el mundo durante la segunda mitad del milenio pasado. Cuando nos referimos a que algo “vale un Potosí” con referencia a un objeto bien caro, hablamos sin saberlo de una montaña del Altiplano, Potosí, con las entrañas revestidas de esa valiosa plata.

Sal, arena clara, plata. Qué blancura tan insoportable. Qué indiferente se muestra a nosotros. Bajo ese suelo infecundo que no admite cultivos serpentean esa plata y mucho más, petróleo, gas natural, reportando riqueza sin límites a unos pocos afortunados. Que no son los habitantes del valle, ya que la renta per cápita de Bolivia alcanza a duras penas los 3.500 dólares anuales.

Las contradicciones del Altiplano

Estas contradicciones, el suelo yermo con interiores ricos, la riquezas ilimitadas y la pobreza extendida, alturas de sueño, récords, solo pueden manipular la mente de quién visite el Antiplano con una palabra: eternidad. Una vejez inconmensurable. Una tierra creada mucho antes que cualquier concepto, antónimo o sinónimo fuese ideado por la primera mente nublada del ser humano. En verano caen intensas heladas que cristalizan el suelo, la tierra es seca, sí, y corre por ella un fuerte viento, pero llueve en ocasiones con una violencia tropical. Sin embargo, pocas plantas crecen aquí. Las pocas que aceptaron el refugio del Altiplano y no corrieron en busca de campos más agradables. Y las zonas de arena ardiente se barajan con las de nieve, sin ningún orden aparente.

Espectacular vista del salar de Uyuni.
Espectacular vista del salar de Uyuni.mailanmaikpixabay

Respecto a su fauna, poco podría decirse, rompe los esquemas con la misma facilidad - tanta que parece descarada - que el resto de su morfología. Bandadas de flamencos pasean por las aguas de la Laguna Colorada con la parsimonia de una orquesta. Claro que tiene una Laguna Colorada, qué esperabas, estamos hablando de una tierra que no se rige a partir de nuestros conceptos. Nadie le dijo que el agua tenía que ser azul, o quizás se lo dijeron pero no le importó, y decidió que su agua sería colorada. Así se desenvuelve el Altiplano andino. Pero es increíble este lugar, asombroso, ya te lo digo, porque guarda otros animales cuyo pelo es casi tan valioso como la plata. Son las chinchillas, pequeñas y asustadas. En torno a ellas merodean los zorros hambrientos y por encima de todo esto, otro animal de ensueño. La alpaca con su suave pelo.

Quizás por estas criaturas y esta geología rodea una bruma fantástica a los habitantes más antiguos de la región. Es de sobra conocida la leyenda del Titicaca, y las ruinas de poblaciones precolombinas que todavía se pueden encontrar - si se saben buscar -, transportan al viajero a ese mundo incomprensible para nosotros que fueron los incas.

Podemos terminar reconociendo que encontramos el Altiplano andino como una tierra alejada de nuestros cánones de realidad, con un pie siempre sumergido en el mundo de los sueños. Visitarlo, o soñar con él, puede tratarse de una experiencia inolvidable.