Viajes
La Selva Negra, una fuente de inspiración para los hermanos Grimm
Cargados de leyendas fantásticas y vetados al pueblo, los bosques han sido durante milenios fuentes de cultura popular
¿Conoces la historia de la mocita que se comió una manzana y casi se muere? Esa tan grotescamente parecida a la de Eva de Dios. ¿Y la de los hermanos glotones a los que casi se merendó una bruja caníbal? Pista: los niños marcaron el camino con migajas de pan. Si las anteriores fallan, ¿sabes esa que dice del señorito que apenas era mayor que un pulgar? Son cuentos de hadas, en realidad nunca llegaron a ocurrir, pero la fantasía que los rodea nos ha embargado desde que fuimos capaces de balbucear las primeras palabras, puede que incluso antes, y también la productora Disney cumplió su parte convirtiéndolas en película.
Todas las escribieron los hermanos Grimm. Correteando por el suroeste del entonces llamado Estado de Hesse – Kassel, en la actual Alemania, contaban historias a los niños y las escribían más tarde en sus despachos de la Universidad de Gotinga. Ellos crearon el mundo de fantasía del que más tarde mamaron los escritores contemporáneos con menor imaginación. Y como todos los artistas valiosos, estos dos hermanos también bebieron de su fuente particular de inspiración, una fuente ancha, insaciable, profunda y de un color muy oscuro.
Los bosques como territorios prohibidos para el pueblo
Pero la fuente no es más que una analogía. La guerra es esa fuente para algunos, o los traumas de la juventud, el amor y la religión también. Cada fuente, de agua limpia antes de que la bebieran estos creadores, se impregnó inevitablemente con las obras que ellos formaron, y el cambio se dio en ambas partes. Los autores cambiaron, borrachos de sus fuentes; las fuentes se contaminaron con la pintura y la tinta y los sonidos de los autores. Quiero decir que si coges el Monte de las Ánimas en el año 1860, este se trataba de un sencillo pedazo de tierra en Soria, con árboles, rocas y pedazos de viento suelto, nada más. Pero al crear Bécquer un año después la leyenda del joven Alonso y su prima, el monte transmutó, y ya no era simple naturaleza. Desde entonces pululan entre los matorrales los espíritus de Templarios y guerreros castellanos, Beatriz desmelenada, no hay forma de separar monte y almas perdidas.
Los Hermanos Grimm encontraron su fuente en un bosque. Aunque es comprensible. Hasta hace pocos siglos, los bosques eran terrenos peligrosos para los habitantes de zonas rurales, en las noches frías circulaban de boca en boca historias sobre hadas, cambiapieles, hechiceros, ermitaños, renegados, todos ellos escondidos en las zonas más profundas de los árboles. No era buena idea entrar allí. Se suponía peligroso desde un punto de vista fantástico pero también físico. Los criminales solían esconderse en los bosques y atacaban a todo aquél que se atreviera a adentrarse en ellos. Ya fuera porque los delincuentes se habían aprovechado de las leyendas para esconderse en los bosques, o porque los lugareños contaban historias de criaturas malignas para evitar que los niños fueran adonde duermen los hombres malos, nadie entraba en estos espacios cargados de misticismo y muerte.
Solo los reyes y nobles durante sus sangrientas cacerías, rodeados de un poderoso séquito, entraban en ellos. Los bosques eran a su vez propiedad del rey o de estos nobles, sus animales les pertenecían, y tampoco era buena idea cazar un jabalí en los terrenos del señor de turno. No merecía la pena perder la cabeza por ningún pedazo de carne, por suculenta que esta fuera. Así se multiplicaba el misterio cuando nadie más allá de los poderosos se aventuraba a pasar bajo sus árboles.
La Selva Negra en los cuentos de los hermanos Grimm
Buscamos un bosque grande. Mucho, hasta que alcance la categoría de inmenso. Que además sea muy oscuro. Donde nadie se haya atrevido a entrar jamás, tan grande y tan oscuro que las criaturas de cuento que lo habitaran podían considerarlo su reino, donde cada árbol sea capaz de aguantar su propia leyenda. Miles de árboles, cada uno portador de una historia. En la región por la que cabalgaban los hermanos Grimm solo existía un bosque con tales características, capaz de abarrotarse de su creatividad sin estallar. Espacioso para los cuentos. Nosotros lo llamamos la Selva Negra y aquí sucedieron la mayoría de sus historias.
¿Qué otro lugar podía ser el temible bosque que cruza Caperucita Roja para visitar a su abuela? 40 kilómetros de ancho y 160 de largo sirven de excelente refugio para la bruja que quiso zamparse a Hansel y Gretel. Y es excitante caminar algunos de los 30.000 kilómetros de senderismo que permiten sus árboles, palpando las historias, buscando los jirones de la capa roja. Si viste alguna vez la Selva Negra, sabrás lo abrupta que aparece al doblar un recodo determinado de la carretera, cómo se presenta ante el visitante con el aspecto de una criatura viva, palpitando cada una de sus ramas y henchidas de historias por contar. Aquí el hombre se hace muy pequeño, se sujeta a estas historias contadas por otros como él y se guía con ellas para que la naturaleza no le devore.
Otro asunto serían los pueblos que se elevan en la zona. Pequeños oasis de realidad en esta región fantástica y que te contaré con detalle en un artículo futuro. Pero de momento recuerda andarte con ojo cuando decidas pasear bajo las ramas de lo que los romanos llamaron Populus nigra, debido a su profundidad y la oscuridad que manaba. Entras en un reino que es propiedad de las leyendas, arrebatado mediante palabras y engaños al ser humano, y el lobo lleva muchos años esperando a que te pierdas para saciar su feroz apetito.
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