
Viajes
Chihuahua, más allá que un simple destino bonito
Entre dunas milenarias, vestigios arqueológicos y pueblecitos entrañables, el estado más grande de México ofrece una inmersión profunda en el turismo experiencial

Un estado tan vasto como misterioso, tan seductor como fascinante, donde el calor ondulante del desierto convive con el aliento helado de la montaña. Sí, aquí el paisaje se siente como un ser vivo: dunas que parecen haber sido esculpidas por el tiempo y que cambian su forma cuando las modela el viento, sierras que arañan el cielo y bellos pueblecitos que invitan a perderse y encontrarse.
Viajar a Chihuahua es emprender una aventura que conecta con la naturaleza, la historia y con uno mismo. En este rincón único del mundo, cada segundo se convierte en parte de una experiencia sensorial, un ejemplo de turismo experiencial que va más allá de lo visual. Y es que, en lugares como las majestuosas Dunas de Samalayuca, formadas hace más de doce mil años, el visitante se convierte en parte de su historia milenaria, transitando entre lo real y lo fantástico, entre el misticismo y la racionalidad.
Un mar sin agua
A poco más de 50 kilómetros al sur de Ciudad Juárez, se extiende un enigmático paraíso donde el horizonte se pliega en infinitos tonos dorados y el viento cambia el paisaje a su antojo: las Dunas de Samalayuca. Y es que, vestigio de lo que en tiempos remotos fue un miniocéano, estas enormes «olas» de arena blanca y fina se extienden por más de 60.000 hectáreas, ocultando bajo sus hipnóticas ondulaciones una historia de miles de años.
Pertenecientes al inmenso desierto de Chihuahua, las dunas no son solo un espectáculo natural, sino también un testimonio de tiempos pretéritos. Entre sus pliegues se han descubierto petrograbados y hasta 42 sitios arqueológicos, vestigios de una presencia humana que se remonta a más de diez mil años. En las rocas de la cercana sierra de Samalayuca aún puede leerse el trazo de antiguos habitantes, revelando los secretos de los antepasados que un día habitaron estas tierras, y con quienes, al pisar la arena cálida y movediza, parece que es posible entablar un diálogo silencioso a través del tiempo. Sin duda, un sentimiento que cala los huesos y emociona el alma.
Más allá de esa inherente magia que envuelve este lugar casi divino, aquí pueden practicarse actividades muy diversas. Desde el sandboard hasta tours en quads o jeeps por caminos menos transitados. Y una actividad muy divertida, aunque solo apta para los más atrevidos: el zorbing, que consiste en rodar cuesta abajo por las dunas en una burbuja gigante.

Pero en la enormidad de estas dunas, también hay espacio para quienes buscan un entendimiento íntimo e introspectivo con el entorno: caminar descalzo sobre la arena para sentir la poderosa energía ancestral que emana del suelo, practicar yoga al amanecer, disfrutar de románticas cenas al aire libre o participar en noches astronómicas que revelan el cielo como un manto de infinitas estrellas. Sí, estas experiencias permiten conectar con el desierto.
Casas Grandes, Pueblo Mágico
Podrían escribirse innumerables líneas sobre otros lugares de interés en Chihuahua, pero una parada imperdible, de esas que transforman al viajero, es el Pueblo Mágico de Casas Grandes.
Situado a las faldas de la Sierra Madre Occidental, este encantador pueblecito es una ventana abierta al pasado, y es que aquí habitan los secretos de antiguas civilizaciones, que encuentran su máximo exponente en la Zona Arqueológica de Paquimé: una villa laberíntica de época prehispánica en la que aún puede sentirse el eco de sus antiguos moradores.

Frente a este importante yacimiento declarado Patrimonio de la Humanidad, el Hotel Boutique Temazcal & Spa Las Guacamayas es una promesa de lo que ofrece Casas Grandes: autenticidad. Y es que, inspirado en la antigua ciudad Paquimé su arquitectura de tierra apisonada y decoración con piezas de arte de la región lo hacen único.
Casas Grandes también es artesanía. Sí, parte del alma de este Pueblo Mágico está en las manos de sus artesanos y sus maravillosas piezas de herencia milenaria. Y es que la cerámica de Mata Ortiz, descendiente directa del legado de Paquimé, convierte cada pieza en una obra de arte de barro y fuego.
Y como no existe experiencia turística completa sin algo de «sabor», aquí van unas pinceladas a la visita del conocido Viñedo La Turbina. Ir a este viñedo y a su bodega donde artesanalmente producen el vino resulta toda una vivencia enoturistica. Catas guiadas para descubrir los matices de sus vinos, recorridos por el viñedo e incluso alojarse en sus cabañas son planes que no defraudan a nadie.
Esto es tan solo un destello de lo que Chihuahua atesora entre su desierto y sus montañas. Un claro ejemplo de turismo experiencial, porque sí, aquí, entre su mar de arena y la magia de sus pueblecitos el viajero es protagonista de vivencias inolvidables y momentos extraordinarios.
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