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El metro de Moscú: el viaje más profundo a Rusia

Estación Mayakovskaya/Fotos: Maica Rivera
Estación Mayakovskaya/Fotos: Maica Riveralarazon

El metro de Moscú comenzó a circular en 1935, siete décadas después de que el primer ferrocarril bajo tierra se construyera. A pesar de su aparición tardía es, probablemente, el más hermoso del mundo.

Con el funcionamiento de las primeras líneas se despejó la superficie de la ciudad a la vez que se cumplía el deseo de Rusia de mostrar la eficacia de su sistema socialista. Para ello crearon algo más que un sistema de transporte, en realidad, realizaron una obra de arte. Adentrarse en su interior es entrar en un auténtico museo de mosaicos, frescos, esculturas de piedra o bronce, cerámicas decorativas e imponentes lámparas que evocan, al recorrerlo, a los barrocos salones de los palacios imperiales.

De las más de doscientas estaciones que en la actualidad tiene, cuarenta y cuatro están consideradas patrimonio cultural de la capital rusa. Entre ellas destacan, las de la principal línea circular, la cual discurre por la mayoría de las estaciones más emblemáticas y enlaza con todas las líneas radiales que dan servicio a los distritos de la urbe. Pero quizás, lo que más impacta de esta red, es su continuo crecimiento, pues el metro de Moscú se expande día a día de manera imparable. Para el año 2020 se esperan setenta y cinco nuevas estaciones.

Visitar el metro moscovita, es conocer el pasado de Rusia a través de representaciones artísticas de temas religiosos, civiles, militares, acontecimientos históricos... Fue llamado el “palacio del pueblo” por algo más que por su belleza: por ser “hogar” de su cultura, y por supuesto, de su esencia política.

Por la profundidad en la que se halla, ha sido refugio de guerra, y hoy día lo es del clima, ya que en el frío invierno ruso mantiene unos quince grados sobre cero, siendo habitual desplazarse por su largo entramado de estaciones y pasillos en vez de hacerlo por el exterior. También es punto de encuentro de los ciudadanos, e incluso lugar de descanso y lectura. Es bastante común ver gente sentada en sus bancos con libros, una imagen que plasma que “andar” por el metro en Moscú, forma parte del estilo de vida de los que habitan la capital de Rusia.

Una de las razones por las que el metro de Moscú despierta tanta fascinación, además de por su arquitectura, son sus leyendas urbanas. Fantasmas, estatuas que atraen la buena suerte o pasillos que traspasan realidad y fantasía. Pero la más conocida es una que podría ser cierta, y con ella, se abre una puerta a muchas preguntas. Según se murmura, bajo el metro moscovita, hay una segunda red de líneas, aún más profunda, llamada Metro-2 o D-6, que supuestamente funciona en paralelo y conecta diversas instituciones gubernamentales con búnkeres subterráneos en las afueras de la ciudad. Se cree que este metro secreto es operado por el ejército. En 1994 un grupo de exploración dijo haber encontrado una entrada a este segundo sistema subterráneo, pero la mayoría de las fuentes de información coinciden en la escasa verosimilitud de la historia. Sea como sea, no ha sido desmentida por las autoridades, y en algunos rincones de las estaciones de metro públicas se encuentran escaleras cerradas sin explicación de hacia donde conducen.

El metro de Moscú no es solo un medio para llegar a un destino, es un destino en sí mismo. Podría decirse que es el corazón de Rusia y que no se conoce el alma de este país hasta que no se recorre su parte más profunda.

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