Viajes

Moscú, el corazón de Rusia

Catedral de San Basilio
Catedral de San Basiliolarazon

Moscú es una ciudad majestuosa, una capital de superlativos, un destino de viaje que ofrece un paisaje urbano rico en arte, arquitectura y cultura. Es, en definitiva, una urbe que sueñan conocer muchos viajeros.

El skyline moscovita se caracteriza por doradas cúpulas asomando entre los tejados: cúpulas “pulidas” por la mística del sonido de las campanas de sus casi seiscientas iglesias. En sus calles se descubren edificios cual si fueran escondidos tesoros, así como fortalezas históricas y catedrales gigantescas. Ubicada a orillas del río Moscova, algunas de sus edificaciones permiten viajar al pasado comunista y zarista, mientras otras, como museos, teatros y galerías de arte, hacen de ella uno de los centros culturales más importantes del mundo.

El alma de Moscú

Al igual que la mayoría de ciudades medievales de Europa, Moscú comenzó a crecer alrededor de su centro amurallado: el Kremlin. Todo comienza allí. En el interior del Kremlin se siente el peso de su significado mientras se deambula por el conjunto de inmuebles civiles y religiosos que lo conforman; el recinto recuerda el pasado comunista del país, evoca el telón de acero, conserva los ecos del desfile del Ejercito Rojo, refleja la huella de Lenin, de Stalin, de los zares que la gobernaron... El viajero siente que es una matrioska que dejará de estar hueca por el conocimiento que está adquiriendo.

Otra de las singularidades de Moscú son los enormes monumentos que pueblan sus avenidas y que representan a héroes caídos y a batallas victoriosas. Sin olvidar su metro, que podría ser considerado un palacio bajo tierra por sus paredes repletas de frescos, por las esculturas de sus espacios, por las suntuosas lámparas de sus techos, y por las antiquísimas creencias y leyendas que sobre él flotan confiriéndole una atmósfera de innegable lugar especial y mágico. Por todo ello, tanto si se aprecia lo clásico como si se prefiere lo contemporáneo, Moscú es cautivadora, fascinante, y tiene el poder de transportar a otras épocas, a otros tiempos.

La catedral de San Basilio

Dicen que no se ha visitado la verdadera Moscú hasta que no se recorre su parte histórica, pero sobre todo, hasta que no se ha visitado la Catedral de San Basilio, pues en ella se comprenden muchas cosas, como la importancia de la religión en esta tierra.

La catedral se edificó en el siglo XVI, ordenada levantar por Iván el Terrible en conmemoración de una gran victoria, para que nunca quedara en el olvido la destrucción de la guerra. En la base del que sería un único templo se erigieron pequeñas iglesias conectadas entre sí por galerías y pasadizos que asemejan un laberinto sagrado, aunque tal vez un poco tenebroso, pero dotado de una entrañable belleza por sus pequeños recovecos, y por la espiritualidad de las pinturas que la visten como si fueran un manto de profundo sentido religioso.

En un principio la Catedral de San Basilio se utilizaba para conservar las riquezas del Zar, aunque también se oficiaban misas ortodoxas. Con el tiempo cada generación dejó en ella su testimonio arquitectónico, destacando las refinadas cúpulas con las que se coronó su estructura en 1595 y que fueron pintadas de diferentes colores en el siglo XVIII, llegando a convertirse no solo en símbolo de Moscú, sino de toda Rusia, pues una cosa es latente en cada centímetro de Moscú: sus profundas raíces rusas la convierten en algo más que en la capital del país, hacen que sea “bandera” izada de todo un territorio otrora llamado URSS.

Así es Moscú

La moneda oficial es el rublo, el carácter de los moscovitas serio, su clima es cálido en verano y helado y ventoso en invierno. La sobriedad de algunos de sus edificios contrasta con la libertad de sus amplias calles y plazas repletas de intenso tráfico. Sus enormes parques son refugio de sus más de doce millones de habitantes y de su trepidante ritmo. Pero sobre todo, lo que más destaca al conocerla es que es un lugar vivo, en constante crecimiento, en imparable desarrollo, en expectante observación de sí misma, para a través de ello, quebrar las fronteras que dificultan percibir su esencia: la de ser un destino de viaje, que se convertirá al visitarlo, en un imborrable recuerdo.

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