
Viajes
Yucatán, mucho más que un destino
Aquí el viajero no solo se adentra en espacios considerados sagrados, en imponentes ruinas mayas y en encantadores pueblecitos, también lo hace en sí mismo

Refugio de una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, cobijo de paisajes paradisiacos y guardián de una energía ancestral que aún se respira en sus cenotes sagrados y en sus ruinas mayas. Recorrer Yucatán es dejarse transformar por un lugar donde la naturaleza y la historia parecen estar vivas. Por eso, por su misterio y por la espiritualidad que en este estado mexicano palpita, y por muchas razones más, Yucatán debe ser una parada obligada para cualquier viajero.
Antes de visitar las zonas más místicas de Yucatán conviene perderse entre las fachadas coloniales de su capital, pasear por sus encantadoras calles y detenerse a contemplar monumentos que susurran tiempos pretéritos, como el Monumento a la Patria, esculpido en piedra por el artista colombiano Rómulo Rozo. Sí, Mérida es un punto de partida ideal en un viaje a Yucatán.
El camino hacia el corazón de Yucatán comienza cuando se deja atrás lo urbanita para sumergirse en la selva. Allí, entre su impresionante naturaleza, se esconde uno de los secretos mejor guardados del estado de Yucatán: los cenotes sagrados. Con más de 2.500 registrados y considerados por la cultura maya como puertas al inframundo, son espacios de turismo experiencial donde la belleza natural convive con una espiritualidad tangible. Casi mágica. Casi divina.

Uno de los más emblemáticos es el cenote Suytun, cuya famosa pasarela de piedra —actualmente sumergida en el agua— forma una plataforma circular que, al ser iluminada por un rayo de luz natural que desciende desde el techo de la caverna, crea una atmósfera cercana a lo celestial. En ella se siente la necesidad de elevar la mirada y llenarse de la energía que emana este lugar sagrado formado hace más de 66 millones de años, cuando un meteorito impactó en lo que hoy es Yucatán.
En el parque Ki’ichpam Xunáan, la experiencia es incluso más intensa. Allí se encuentra el cenote Yun Chen, un abismo de agua cristalina cuya energía impone silencio. La simple contemplación del lugar ya resulta una vivencia renovadora. Muy cerca se encuentra el cenote Xkokay, de aguas igualmente sagradas y transparentes, ideal para sumergirse en un baño. Y si lo que se busca es un rincón de belleza salvaje, el cenote X'batún, con sus raíces colgantes que caen como cortinas vegetales, ofrece una escena casi onírica.
Como dato importante, los cenotes no son únicamente atractivos turísticos, son espacios de conexión con la naturaleza y el pasado. Son lugares que invitan a detenerse y a escuchar lo que el silencio revela.
Hogar de los antiguos mayas
Pero Yucatán guarda aún más sorpresas para todo aquel que se anima a conocerlo. Y es que es refugio de grandes yacimientos arqueológicos mayas, una cultura tan fascinante como enigmática.

Chichén Itzá, declarado Patrimonio de la Humanidad y una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, deslumbra con su majestuosa pirámide de Kukulkán. Cada equinoccio, la luz del sol proyecta en su escalinata un juego de sombras que simula el descenso de una serpiente, evocando a la deidad maya y recordando cómo su arquitectura estaba profundamente conectada con los astros. Contemplarlo en persona es como sentir el pulso latente de la citada civilización antigua.
También sobresale Uxmal, con su Pirámide del Adivino y el Palacio del Gobernador. Este yacimiento fascina por su estilo arquitectónico Puuc, en el que las decoraciones geométricas y las máscaras del dios Chaac multiplican los símbolos. Menos conocida pero igual de impresionante es Ek Balam, cuya acrópolis resguarda una de las fachadas escultóricas mejor conservadas del mundo maya.
Además, lugares como Mayapán, Oxkintok y Labná permiten al visitante ir más allá de los circuitos habituales y descubrir otros rostros de la grandeza maya, en sitios menos turísticos y profundamente evocadores.
Y un apunte para quienes desean vivir la experiencia yucateca de forma inmersiva: las propuestas de alojamiento de sitios como Oriundu Luxury Nature Villas y las cabañas de Loblob. Se caracterizan por unir el lujo con la naturaleza bajo la filosofía de la sostenibilidad, permitiendo conectar así de una forma muy especial con el entorno y con la esencia de este territorio.

Izamal, Pueblo Mágico
Perderse por alguno de los seis Pueblos Mágicos con los que cuenta el estado de Yucatán forma parte también de la experiencia transformadora de este destino. Cada uno guarda una atmósfera particular: algunos seducen por su conexión con la naturaleza, otros por su pasado maya o por la herencia colonial que se respira en sus calles. Pero si hay uno que brilla con luz propia —y no es una metáfora—, ese es Izamal.
Conocido como «la Ciudad Amarilla» por el color de sus fachadas, Izamal tiene algo hipnótico. Caminar por sus calles empedradas, entre casas bajas, conventos y pirámides prehispánicas, es hacerlo por capas superpuestas de historia. Y es que aquí conviven el México maya, colonial y el contemporáneo en un mismo trazo, bajo una luz dorada que lo baña todo.
En el corazón del pueblo se alza el majestuoso Convento de San Antonio de Padua, construido sobre una antigua pirámide maya y con el atrio más grande del continente americano. Desde sus galerías porticadas, la vista se extiende sobre un mar de techos amarillos que brillan bajo el cielo yucateco, como si el pueblo entero rindiera culto a la luz.

Pero Izamal es también gastronomía. Y para ello nada mejor que recorrer el Mercado Municipal. Aquí los sabores tradicionales de la cocina maya se unen a la calidez y amabilidad de sus gentes.
No hay duda, Yucatán es uno de esos destinos que tocan en lo más profundo. Aquí, lo natural y lo sagrado se dan la mano para conducir al viajero por un mismo camino: vivir una experiencia única en la vida. Mágica, inolvidable y profundamente transformadora.
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