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Motivadores y corruptores

“La Junta ha decidido introducir a Chaves Nogales en los colegios. Reconforta pensar que servirá para que los que hoy son niños en formación, mañana sean adultos racionales y convencidos demócratas”

Viñeta en la que se ironiza sobre la existencia de kirguises o abisinios
Viñeta en la que se ironiza sobre la existencia de kirguises o abisiniosLa Razón

Cuando empecé a leer «Ébano», de Kapuscinski, era un típico diciembre madrileño en el que el frío y la sequedad hacían del viento un navajero que se deleitaba sádicamente en acuchillar mis manos y dejaba mis nudillos tatuados de sabañones imposibles de cicatrizar. La biblioteca de la universidad tenía su calefacción, pero lo que me calentaba eran las páginas que leía. Era un calor sofocante, africano, de los que te empapa en un sudor que llega a escocer, especialmente si estás detenido en una chabola con tejado de zinc en la desolación de la pista de aterrizaje de un aeropuerto perdido del continente negro. Tiempo después leí «El Imperio». Era junio, cuando las cigarras cantan a plena pata en las acacias y la realidad se ondula al despegarse del asfalto. En este caso andaba yo fresco sobre las casas enterradas bajo varios metros de nieve de la constelación de aldeas soviéticas olvidadas que alfombran la inmensidad de Siberia. A Kapuscinski le conocí gracias al profesor Ignacio Blanco, quien también me descubrió las crónicas de viajes de Ortega. Algo más tarde descubrí a Manuel Chaves Nogales gracias a sus apóstoles Trapiello, Alsina o Caraballo, y, por supuesto, a mi editora jefa, la Pájara.

El pasado 16 de diciembre se ha celebrado en Andalucía el día de la lectura. El motivo es que es el mismo día que eligieron en 1927 unos tipos con nombres como Federico García Lorca, Gerardo Diego o Dámaso Alonso para celebrar en el Ateneo de Sevilla un homenaje a Góngora y de paso bautizaron a su generación. También se eligió esa fecha porque otro 16 de diciembre, en este caso de 1902, nacía en el Puerto de Santamaría otro asistente a esa reunión: Rafael Alberti. Esta edición pandémica se ha dedicado a Chaves Nogales. Caben pocas dudas de que el periodista sevillano hubiera metido a Alberti en el saco de los kirguises de Occidente y seguramente el poeta no hubiera movido un dedo por el biógrafo de Belmonte si este llega a caer en una checa, como tampoco hizo nada por salvar la vida de su paisano, Muñoz Seca. La Junta de Andalucía ha decidido introducir a Chaves Nogales en los colegios. Reconforta pensar que servirá para que los que hoy son niños en formación, mañana sean adultos racionales y convencidos demócratas.

El portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví, era profesor. Si sus clases se parecían a sus intervenciones en la cámara baja es probable que haya unas cuantas personas por Valencia que piensen que insultar y despreciar a alguien por sus orígenes o por su posición económica es algo normal si lo sientes en tu corazón. Hay figuras corruptoras, como el presidente Sánchez que ha conseguido que demócratas normales se traguen un sapo tras otro –Bildu, la «ley Celaá», los ataques al Rey–, y hay motivadores. Por eso que Chaves Nogales haga su primera incursión en los colegios es una buena noticia. Con un poco de suerte su pensamiento benefactor evitará nuevos kirguises o abisinios desteñidos entre las futuras generaciones. Como el profesor Blanco o Kapuscinski, es un motivador en tiempos de corruptores.