Opinión

La altiva gente del olivar

“La ubicación de las industrias en el sur de España representa una excepción en el débil sector industrial andaluz”

Vista de un olivar en la provincia de Córdoba. EFE/Salas
Vista de un olivar en la provincia de Córdoba. EFE/SalasSalasAgencia EFE

Casi 122 millones de euros en jornales y sólo la provincia de Sevilla no es cualquier cosa, máxime cuando se tiene en cuenta que no fue una buena campaña y que estos jornales abren la puerta al subsidio agrario. Esto es lo que el sector agrario de la aceituna de mesa pagó en la campaña 2019-2020, la menos productiva desde 1995. Los datos los expuso Rosario Acosta, secretaria general en el Consejo regulador de indicaciones geográficas protegidas (IGP) aceitunas manzanilla y gordal de Sevilla. Los expuso en el Máster de Economía y Desarrollo de la Universidad de Sevilla invitada por la profesora Rocío Yñiguez. Andalucía produce el 87 % de la aceituna de mesa española, en torno a 435.000 toneladas. La cadena de valor completa de este producto incluye el cultivo y la recolección dentro del sector agrario, a las empresas entamadoras y envasadoras en la fase industrial y a las empresas comercializadoras y distribuidoras. Precisamente, la ubicación de las industrias en el sur de España representa una excepción en el débil sector industrial andaluz. El 52 % de las empresas entamadoras y el 43 % de las envasadoras conservan su ubicación en Andalucía resistiendo dentro de un sector, el agroalimentario, que ha sido de los que mejor han resistido la crisis económica derivada de la pandemia del SARS-Cov-2.

El sector mantiene algunos desafíos. El principal tiene carácter casi secular y se deriva del muy escaso margen de beneficios. Los costes de recolección medios de la aceituna de mesa representan el 47 % del total de gastos de explotación si bien la cuantía de los gastos por amortización de la tierra admitirían una revisión a la baja. Unos pocos datos sirven para ilustrar esta situación. En la última campaña (2020-2021) el precio medio de la aceituna manzanilla osciló entre los 0,82 y 0,9 euros por kilogramo. El precio de este producto es marcadamente volátil registrando su precio más bajo -0,48 €/kg- en las campañas de 2002-2003 y 2012-2013 y el más alto en 2019-2020 cuando el precio promedio alcanzó los 0,94 €/kg. A los ingresos por producción los agricultores suman entre seis y nueve céntimos por kilogramo procedentes de la subvención de la Política Agrícola Común. Con estos ingresos hay que financiar unos jornales que oscilan entre los 47,97 y 49,14 euros diarios. Basta comparar esta cifra con el jornal que se paga en Egipto -entre 3,6 y 4,5 euros diarios- para entender por qué este país norteafricano está amenazando al sector español en los mercados internacionales.

Lo intensivo en generación de empleo del sector y su inhabitual presencia en la industria andaluza justificarían por sí solos un respaldo máximo por parte de las administraciones públicas. Pero hay mucho más que se puede hacer de manera conjunta entre los sectores público y privado. Particularmente hay dos tópicos (en sentido científico del término) que no se deben pasar por alto. El primero es que como toda plantación arbórea, el olivar contribuye a la fijación de dióxido de carbono a través de la fotosíntesis por lo que actúa como un sumidero natural que lo ubica con signo negativo en el inventario de gases de efecto invernadero español, esto es, mientras que el resto de sectores emiten gases de efecto invernadero, el sector del olivar contribuye a absorberlos. Aunque por su hoja fina el olivar tiene una menor capacidad de absorción de CO2, no por ello deja de ser necesario cuantificar su valor como sumidero. Hace poco tiempo tuve la oportunidad de publicar una investigación en la revista Climate and Development junto con el ingeniero forestal Roberto Moreno y la profesora Rocío Román sobre la contribución forestal chilena a la descarbonización de ese país. Los resultados eran claros; Chile debía utilizar la importancia de su superficie forestal en las negociaciones internacionales a los Acuerdos de París.

El segundo tópico a enfatizar es la gestión de toda la cadena de valor de la aceituna de mesa dentro de la economía circular. La propia profesora Yñiguez que invitó a la Secretaria general de consejo regulador de IGP de aceitunas manzanilla y gordal de Sevilla publicó recientemente una investigación relacionada con este tópico en la revista científica Sustainability. La cadena de valor de la aceituna ha demostrado que puede generar coproductos como envases, muebles, suelos, compostaje y combustible –principalmente hueso de aceituna– para la generación de energía eléctrica. Una investigación sobre esto último fue publicada en la revista Utilities Policy en la que tuve oportunidad de participar junto con la ingeniera industrial, María José Colinet, alta directiva de la Agencia Andaluza de la Energía, y también con los profesores Manuel Ordóñez y José Manuel González Limón. Los fondos NG-UE son una oportunidad para que el sector instale reactores de generación eléctrica en las plantas emulando a lo que ya hace, por ejemplo, la industria cárnica. El proceso lo conocen bien técnicos como Rubén Montero que estudió la organización industrial de la cárnica Procavi y ahora colabora con Agro Sevilla, la segunda empresa de aceituna de mesa en España en un ranking en el que entre las diez primeras se encuentran otras como La Española o el Grupo Manzanilla Olive.

Entre uno y otro tópico –el olivar como sumidero de CO2 y la economía circular– está el reto de incorporar la tecnología blockchain. Grandes corporaciones como IBM o la cadena de supermercados Walmart usan blockchain para mejorar la seguridad y la trasparencia de los alimentos. Desde agosto de 2018, diez de las mayores compañías de alimentación del mundo se asociaron con IBM para integrar blockchain en sus cadenas de suministro con el objetivo de mejorar la visibilidad y la trazabilidad de la cadena de suministro. Si finalmente la Unión Europea pone en marcha los ajustes por carbono en frontera para equilibrar las exigencias medioambientales de las importaciones a las establecidas en la UE, la tecnología blockchain será clave. Si me disculpan la autocita, les invito a visitar el informe que he publicado en el Think thank New Direction junto a la Fundación Posmodernia. Hubo un tiempo en el que robaba minutos al alba calentándome en una fogata de varetas secas de olivo mientras esperaba al que Florencio Pastor, el manijero, diera la orden de meter mano. Luego me iba a la ciudad a seguir estudiando pero los hombres y mujeres del campo se quedaban allí labrando jornal a jornal. Ahora no se pueden quemar las varetas y desde luego tampoco las vidas de los labradores. Esta gente altiva, noble y cabal son quienes nos dan de comer.