"De ésta salimos"

Starbucks, aceitunas y la bomba de insulina

“El público ‘milenial’ acaba siendo más receptivo a un café en vaso de cartón que a un jugoso caqui granadino”

Varias personas en el interior de un local de la cadena Starbucks
Varias personas en el interior de un local de la cadena StarbucksWilly KurniawanREUTERS

Envío: a Guiomar en su lucha y a sus titánicos padres.

Si usted entra en un café de la cadena Starbucks en cualquier lugar de este mundo próximo a olvidar el confinamiento, probablemente curiosee con el código QR de la multinacional mientras saborea su café con magdalena. Al tiempo que chupa la wifi del establecimiento se puede dar un paseo virtual por lo que consume conociendo al granjero que cultivó el grano de café, los productos fitosanitarios que empleó en su cultivo, los salarios que pagó a sus empleados, la forma en la que se torrefactó, las emisiones de CO2 que requirió su transporte, el tiempo que tardó la empresa importadora en pagar al exportador aborigen, o tener la certeza de que no hay conflictos en el pago de la Seguridad Social de los camareros que le ponen su nombre al vaso desechable del café que se está tomando. Si usted hace eso, probablemente pertenezca a la generación “milenial” y, por tanto, en sus decisiones de consumo, además del dinero de su bolsillo y las modas pasajeras, pesa contribuir a la justicia y a la sostenibilidad del planeta. En definitiva, usted nació entre 1981 y 1993 y se entretiene en leer la trazabilidad de su café gracias a la tecnología “blockchain” o cadena de bloques que usa esta cadena de cafeterías gracias a su alianza con Microsoft.

Mientras que nadie tiene que certificar que el dinero que tiene en su cuenta corriente o bolsillo es de su propiedad, sí necesita que alguien le certifique que el dinerillo que ha “invertido” en “bitcoins” (BTC) es únicamente suyo. El billete en su cartera es algo físico, pero los BTC que ha comprado no son más que un archivo digital. Si usted quiere estar seguro de que el mismo archivo no está en el móvil de otra persona igual que su billete sólo está en su cartera, necesita que alguien se lo garantice inequívocamente ante usted y ante el resto del mundo. Para eso se usa la tecnología de cadena de bloques y su vinculación popular con las BTC se debe a que sus todavía anónimos creadores -Satoshi Nakamoto- la usaron para resolver el problema de cómo anotar con plena certeza las transacciones entre los usuarios de BTC de la misma forma que los bancos anotan las transferencias entre particulares, empresas y administraciones públicas.

Pero la tecnología de “blockchain” se usa para muchas más cosas que no sólo la compraventa de BTC. Por ejemplo, la usa Starbucks o BMW. En sus tiendas tienen a empleados expertos en la aplicación de la Inteligencia Artificial al análisis del “big data” de forma que si usted entra por primera vez en su vida en el Starbucks de la estación de tren de Malmö al sur de Suecia, es posible que el camarero le pregunte en inglés ¿qué, lo de siempre?

Esto que Starbucks le ofrece no está a su alcance cuando degusta un aperitivo de aceitunas manzanillas de los olivares de Paradas o Arahal. Tampoco si compra en la frutería productos de las huertas de Motril o del poniente almeriense. Sin embargo las autoridades son conscientes de su importancia. Antes del bicho participé en un evento sobre la agricultura 4.0 con la consejera de Agricultura Carmen Crespo. Era consciente de esto que escribo. Luego tuve oportunidad de comentarlo con Rosario Acosta del consejo regulador de indicaciones geográficas protegidas de aceitunas manzanilla y gordal de Sevilla. Ambas eran sensibles a la importancia del tema pero, probablemente, abordar esto en una autopista de pegamento como es la normativa agrícola de la UE no es lo mismo que hacerlo desde la perspectiva de una empresa privada como Starbucks. El resultado es claro. El público “milenial” acaba siendo más receptivo a un café en vaso de cartón que a un jugoso caqui granadino.

Pero esto es sólo una muestra. El historial médico de un paciente puede también gestionarse con la tecnología de la cadena de bloques ¿Qué facilita esto? Pues resolver en buena medida las muertes y malos diagnósticos que se producen en España por la fragmentación en comunidades autónomas de un bien público como la sanidad. Como ha escrito Alberto Gil Ibáñez, los separatistas son los verdugos, no las víctimas.

Con el consentimiento de los pacientes, el historial médico es una cadena de información en la que en cada acción sanitaria se ha añadido como un bloque que contiene pruebas, resultados, diagnósticos y tratamientos que son inmediatamente accesibles por cualquier profesional con la misma inmediatez con la que usted, con el código QR de Starbucks, rastrea el café que se está tomando mientras chupa la wifi incluida en el precio. María José Piñero, médico y diputada en el Parlamento de Andalucía, está trabajando en esto.

Pocas cosas se comportan como la panacea. Tampoco esto. La computación cuántica abre una vulnerabilidad a la tecnología de las cadenas de valor, pero también la abre a las firmas digitales y no por ello dejamos de usarlas casi a diario. Hay riesgos, naturalmente. Por ejemplo, es posible imaginar que se “hackeen” las “app” que manejan las bombas de insulina de los pacientes diabéticos y envíen una orden masiva de administrar una dosis mortal. Pero son riesgos con los que convivimos y que hay que gestionar. No dejamos de usar el coche porque haya riesgo de accidente ni de usar la electricidad porque hay peligro de descarga. Ni siquiera es el futuro. Es el pasado. La tecnología “blockchain” se desarrolló en 1991, mucho antes de que en 2009 el enigmático Satoshi Nakamoto la usara para desarrollar sus “bitcoins”.