"Letras atlánticas"

Un cronopio y un amor

“Hoy es el cumpleaños de Julio Cortázar y recuerdo al niño que juega en el Parque Güell”

Julio Cortázar habla en sus clases de su creación literaria
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Hoy es el cumpleaños de Julio Cortázar y recuerdo al niño que juega en el Parque Güell y guarda en su memoria «unas baldosas, unas mayólicas de colores». No sabe todavía que esas visiones y formas del universo Gaudí serán esenciales en sus libros.

En la adolescencia, en Banfield, descubre que es poeta y publica un libro de sonetos, «Presencia», con el seudónimo de Julio Denis. Sabe que no conviene ser poeta; hay que escribir prosa para existir en la literatura y que no se burlen los amigos, entonces Julio construye su camino hacia la prosa como un mosaico gaudiano. Reúne piezas de formas diversas, colores, miradas, palabras inventadas, amores, juegos y crea sus «libros almanaque». No son cuentos, no es novela, pero es prosa.

Se inspira en otro recuerdo de infancia, el «Almanaque del Mensajero», un anuario que compraba su madre en Buenos Aires, con calendarios, horóscopos, recetas, cuentos, poemas, adivinanzas, dibujos y trabalenguas. Mi libro almanaque preferido es «La vuelta al día en 80 mundos» y me divierte cómo hace el poeta para publicar otras cosas mientras escribe poesía (secretamente, esencialmente).

En ese libro almanaque está el nacimiento de los cronopios. Ocurre durante un concierto de Louis Armstrong, en París el 9 de noviembre de 1952, según cuenta en el texto «Louis, enormísimo cronopio» y podemos considerarlo el certificado de nacimiento de los cronopios, seres flotantes, redondos, verdes, húmedos, sensibles. Seres desordenados que adoran el arte y a veces, comenten errores. Así los cuenta Julio:

«Un cronopio es un dibujo fuera del margen, un poema sin rimas».

«Personajes indefinibles que yo veía en el aire, una especie de globos de color verde, muy divertidos y muy amigos, que andaban por ahí y circulaban y su nombre era Cronopios. (…) Luego tomaron un aspecto relativamente humano, con esas conductas especiales de los cronopios, la conducta del poeta».

La conducta del poeta. Poemas sin rimas. Quizás de estas descripciones nacen las palabras prosemas y meopas para escribir poemas sin ser públicamente poeta.

Escribe libros de poesía encubierta, libros almanaque, libros de cuentos, y escribe «Rayuela», su juego infantil con nombre de novela; su mosaico más grande. Un mosaico compuesto por cientos de piezas que cada lector lee como le da la gana, puede no leerse entero, leerse en desorden, saltar capítulos, ir y volver, perder y ganar. «Rayuela» se parece al amor.

Creo que Julio publica su mejor libro al final, cuando por fin el poeta se destapa y se confiesa en «Salvo el crepúsculo». Es uno de mis libros de cabecera y lo releo continuamente. Libro con libreta japonesa de seda amarilla, profundo, enorme, lleno de presencias y fantasmas. Un manuscrito íntimo con poemas de toda forma y ritmo, prosas poéticas, cartas, madre, amores, amigas, versos diminutos y deseos infinitos. «Ars amandi / No hagamos el amor / él nos hará».

El título del libro viene de un haiku de Matsuo Basho: «Este camino / ya nadie lo recorre / salvo el crepúsculo» y uno de mis poemas preferidos es el de la bandada de palabras: «Ahora escribo pájaros. /No los veo venir, no los elijo, / de golpe están ahí, son esto /una bandada de palabras / posándose/ una / a / una / en los alambres de la página / chirriando, picoteando, lluvia de alas / y yo sin pan que darles, solamente / dejándolos venir. Tal vez /sea eso un árbol / o tal vez / el amor».

Julio y el amor, continuamente el amor, pero también es continuamente cronopio. A través de estos seres indefinibles, Julio empatiza con la vida: médicos, alguien que pierde una llave, las tortugas, el tiempo, los alcauciles, mangueras de colores, la naturaleza. Empatiza con los seres desordenados, libres, que cometemos errores, sentimos miedo e ilusión a la vez, creamos algo positivo a pesar de los «famas». Te invito a leer «Historias de cronopios y de famas», libro que Julio dedica a tres piezas del mosaico que habitamos: los cronopios, las esperanzas y los famas.

Me gustan todos sus cronopios y el que más, «Flor y cronopio» porque es especialmente humano, es un acto de amor y me interesa muchísimo lo que piensa la flor, no por el pensamiento sino porque la flor piensa.

«Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.

La flor piensa: Es como una flor».

Te deseo un buen inicio de septiembre. Gracias por leerme.