Política
La «danza invisible» de Moreno al frente de las arenas movedizas del PP andaluz
El presidente de la Junta reeditará en noviembre su liderazgo en el partido, consolidado tras superar los primeros años la alargada sombra de su antecesor y suturando las heridas de Sevilla
Con un «Tú lo has querido» de Rajoy empezó oficialmente todo. En realidad, los movimientos venían de atrás, incluyendo cuando Moreno negaba sus aspiraciones. Entonces, el cospedalismo movía sus hilos para que el ahora próximo candidato a la Alcaldía de Sevilla, José Luis Sanz, fuera el cabeza de lista para las elecciones andaluzas y presidente de los populares en Andalucía, un partido en shock después de lograr el mejor resultado de su historia –50 diputados– y no poder gobernar. La situación del PP-A en esas fechas se resumía en la mirada por entonces perdida de Javier Arenas, para la historia el creador del partido en Andalucía y el hombre que no pudo gobernar. El sorayismo, al fin, se impuso y –en tiempos en los que aún no se estilaban las primarias de hoy día– señaló a Juan Manuel Moreno Bonilla, que era secretario de Estado. Siete años años después, tras llegar a San Telmo paradójicamente perdiendo 300.000 votos e igualando el peor resultado del PP-A, Juanma Moreno es el líder indiscutible y casi indiscutido del centro derecha en la región, barón autonómico, con un estilo reconocible y con prácticamente una única trinchera abierta en Sevilla, ahora en tregua tras el beneplácito a la elección de Sanz para el asalto a la sede vacante –con Espadas en la lucha autonómica– de la Plaza Nueva.
Moreno (1/05/1970), hijo de emigrantes andaluces en Cataluña pero criado en Málaga, aterrizó de nuevo en Andalucía –tras una fulgurante carrera: afiliación al PP con 19 años después de un mitin de Aznar, concejal en Málaga, parlamentario andaluz, diputado y secretario de Estado– bajo la alargada sombra de Arenas. «Influye cero en Andalucía, porque yo no le consulto nada» , llegó a decir Moreno. Su primer propósito público fue que se le llamara Juanma. De ahí también que la oposición insista con el Moreno Bonilla como coletilla. Las arenas movedizas del PP-A desaparecieron del todo con la llegada al poder en la Junta, donde Moreno conformó un Gobierno guardando los equilibrios y con una parcela en Cultura para los arenistas y con el estajanovista Antonio Sanz como viceconsejero en Presidencia. La presunta falta de carisma que se le atribuía a Moreno también desapareció de súbito con el poder, que, como reza el adagio, desgasta pero principalmente a quien no lo ostenta. La tarea de Moreno no era sencilla, Arenas fue al PP-A lo que Felipe González al PSOE nacional. Moreno ha mantenido al PP-A centrado en la época reciente más convulsa en cuanto a extremos políticos. Ha mantenido un rumbo fijo y, si bien ha tenido que pactar con Vox como socio parlamentario, ha salido indemne de cualquier relación con la llamada foto de Colón. El líder del PP-A ha ido sumando adeptos desde una templanza no falta de carácter. Curiosamente, en la habilidad para el arte del status quo, el talante, incluso en la oposición con el Gobierno central, a quien más recuerda Moreno, entre los anteriores inquilinos de San Telmo, es a Chaves. Como anécdota, recientemente en la visita a un hospital sevillano hasta confundieron a Moreno con el dirigente que gobernó 19 años. En el propio PSOE lo saben y se tientan la ropa por ello. De ahí, en parte también, que el perfil elegido para hacer frente a Moreno sea el de Espadas, de talante similar. El equipo de comunicación de Moreno ha encontrado además el difícil equilibrio de la cercanía real a los ciudadanos sin caer en el populismo.
Quien le conoce le define como tenaz y humilde. Sólo Sevilla –en cuyo corazón, como escribió Aquilino Duque, mora una sierpe– ha discutido en parte a Moreno. En el congreso provincial, Virginia Pérez se hizo fuerte aprovechando las aristas de Génova y el candidato del Regional acabó perdiendo, pese a la apuesta del presidente. La herida parece cerrada con la aceptación de José Luis Sanz como alcaldable para la capital. Tanto en la calle San Fernando como en Génova hacen como que perdonan, pero no olvidan. En San Telmo los asuntos orgánicos son de alta sensibilidad.
Moreno, desde 2014, a través de su «danza invisible» –que también es su grupo favorito y al que versionó como cantante en sus formaciones de juventud («Lapsus Psíquico», «Cuarto protocolo» o «Falsas realidades»)– se ha hecho con el control del partido en un territorio con una extensión similar a Portugal. «Pueden los que creen que pueden; yo siempre creí», citó a Virgilio en la investidura. La gestión de la pandemia, después, y momentos de humanidad como cuando no pudo contener las lágrimas por la situación, le han granjeado una gran valoración ciudadana. Cuentan que el cáncer de colon de su padre detectado tarde fue definitivo para que quisiera dar un paso al frente y lograr «el cambio». El día de la toma de posesión en la Junta, habría cumplido 78 años.
En marzo de 2014, el XIV Congreso del PP-A celebrado en Sevilla proclamó a Moreno con el 98,54% de los votos. En 2017, recibió el 95,04% de los apoyos, dos años después de que en las autonómicas el PP-A perdiera 14 puntos y 17 diputados aunque en las generales de 2016 el PP adelantó al PSOE en Andalucía. La fecha del XVI Congreso en Granada, del 19 al 21 de noviembre, viene a corroborar que Moreno sólo contempla la opción de un adelanto técnico de las elecciones para el año próximo. «El reto es San Telmo, mantener la unidad del partido y su fortaleza, sumar a todos, a más personas a este proyecto donde no sobra nadie y donde hacen falta muchos», proclamó Rajoy en 2014, después de agradecer a José Luis Sanz su labor «como bastión en esta difícil etapa de transición». Siete años después, el PP-A ha conquistado San Telmo, ha alejado el miedo a la derecha en Andalucía y Moreno y Sanz vuelven a ser protagonistas del cónclave –que será de debate «no de uniformidad»–, ahora con el reto de «afianzar el cambio» que arrancó un día después del aniversario de la muerte de Humphrey Bogart. El Congreso, por convicción o necesidad, remite a la cita de «Casablanca»: «Creo que éste es el comienzo de una bonita amistad».
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