"El bloc"

Santa alianza

“El fichaje de Rodríguez de la Borbolla ha sido un ejercicio de minuciosa coherencia por ambas partes”

El consejero de Presidencia, Administración Pública e Interior, Elías Bendodo (i), y el expresidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla (d) durante la firma de un convenio. María José López / Europa Press
El consejero de Presidencia, Administración Pública e Interior, Elías Bendodo (i), y el expresidente de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla (d) durante la firma de un convenio. María José López / Europa PressMaría José LópezEuropa Press

El fichaje durante esta semana de José Rodríguez de la Borbolla como patrono de la Fundación Centro de Estudios Andaluces –para que se entienda: los fogones donde cocinan los émulos «bendodianos» de Tezanos– ha sido un ejercicio de minuciosa coherencia por ambas partes, la familia del expresidente de la Junta y el actual Gobierno autonómico: la una permanece en el poder meridional como viene haciendo desde hace casi dos siglos –bajo reyes, dictadores o repúblicas, disfrazados con los ropajes ideológicos que conviniesen según el momento– y los otros, malagueños advenedizos en la vieja Hispalis, sellan su alianza con los poderes fácticos de la capital, esa estirpe irrepetible de prohombres que presumían de acostarse temprano los domingos electorales y preguntarle al servicio por los resultados antes de abrir el periódico del lunes: «¿Quién hemos ganado?». El dicharachero Pepote, quizá, queda demasiado a la derecha de la socialdemocracia mediterránea que colonizó al PP andaluz tras el gatillazo de Javier Arenas en 2012 pero la consolidación (¡fosilización!) de Moreno Bonilla en San Telmo bien merece este giro. Tampoco es que corran tiempos propicios para ir por la vida y las campañas dándoselas de progre… En 2018 se produjo un cambio de paradigma, o sea, pero no por el clásico eje socialista/conservador, sino porque el centro de toma de decisiones se mudó del cortijo sevillano al tenderete fenicio. Lo que no significa que los señoritos orientales puedan prescindir de un capataz que los pasee por los salones de la ciudad, tarea para la cual siempre será más eficiente un Borbolla de toda la vida (¡siempre hubo clases!) que una Pérez de no se sabe dónde, que cualquier día es capaz hasta de querer meter baza en las listas. Y hasta ahí podía llegar la broma.