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Abengoa: el crepúsculo del imperio del sol

La SEPI deniega los 249 millones porque ni así se garantizaría su viabilidad y aboca a la empresa a un nuevo concurso de acreedores

Plataforma Solar Solucar de Abengoa en Sanlúcar la Mayor
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Las estrellas azules son las más luminosas y también las más efímeras. La multinacional –en tanto empresa internacional– sevillana –en tanto entidad familiar y cerrada– Abengoa alcanzó sus mayores cotas de la mano de energías renovables como la del sol. A la central bautizada como Solúcar, en Sanlúcar la Mayor, con torres que recuerdan al ojo de Sauron, acudieron en 2009 reyes y máximos mandatarios para su inauguración en, posiblemente, el cénit de la compañía que ahora vive su ocaso. Obama llegó a poner a la entidad como ejemplo mundial. Eran los tiempos en los que era la primera empresa andaluza en el Ibex y en entrar en el Nasdaq, con más de 650 filiales en 80 países. Luego dio la cara la crisis del ladrillo, la quiebra, el concurso de acreedores, tres rescates fallidos y, ahora, un cuarto frustrado. Durante casi todas estas etapas, sin embargo y paradójicamente, los directivos no han dejado de repartirse dividendos. La entidad tiene una plantilla de más 11.000 empleados, de los que 3.000 trabajan en España y su gran mayoría en Sevilla, donde han acampado frente a la Delegación del Gobierno. La deuda es de 6.000 millones –la segunda mayor insolvencia en la historia de España, tras Fadesa–y la negativa, en diferido, de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) a un nuevo rescate de 249 millones ha sentado a los empleados como sal en las heridas. El Ejecutivo central tras el último Consejo de Gobierno no se atrevió a anunciar que no había rescate y señaló que el expediente seguía en trámite, con lo que la agonía se alargó el tiempo que tarda el sol en abrir un nuevo día.

Hace apenas 20 años, en Sevilla trabajar en Abengoa era signo de estabilidad laboral. Predominaban por las calles las furgonetas 4L con la serigrafía característica y los monos azules con letras blancas de los trabajadores. Abengoa contaba con el prestigio de una empresa seria. Además, existía la meritocracia, con becarios que llegaron a consejero delegado, como Manuel Sánchez-Ortega. La empresa se fundó en 1941 y se desarrolló con la fabricación de contadores de cinco amperios. Con el tiempo, Abengoa paso a ser sinónimo de empresa puntera en ingeniería y, después, símbolo de las renovables. El crack de 2007 se llevó por delante las subvenciones y, en parte, a la empresa, con inversiones en el mundo que ya eran imposibles de mantener. Abengoa se endeudó por el coste de sus proyectos en EE UU, India o China. Hace ocho años, la entidad reconoció más de 9.000 millones de déficit después de que sus acciones cayeran a la mitad en 48 horas. Los rescates de 2015, 2018 y 2020 no reflotaron la compañía, en medio de polémicas, además, por el reparto de dividendos, con políticos de PSOE y PP entre los directivos, y tras cambiar su estructura de acciones con la salida de la familia Benjumea. La mitad de la plantilla se quedó en la calle. Varias décadas después del auge de Abengoa, la entidad cuenta con escaso respaldo social y los trabajadores protestan por su cuenta. La nueva Junta de Andalucía alegó que no podía intervenir –apuntando a antiguos problemas con las ayudas, como pasó con los ERE, para poner 20 millones– y el Estado ahora da un paso al lado. Lo que sí ha hecho el Gobierno andaluz –que anunció hoy más de un millón para la planta fotovoltaica de la comunidad de regantes Genil-Cabra–es comprar la sede de Palmas Altas para la futura Ciudad de la Justicia de Sevilla.

Trabajadores de Abengoa entran hoy lunes en la sede de la empresa en Palmas Altas en Sevilla. EFE/Julio Muñoz
Trabajadores de Abengoa entran hoy lunes en la sede de la empresa en Palmas Altas en Sevilla. EFE/Julio MuñozJulio MuñozAgencia EFE

Las condiciones laborales a partir de los 90 en Abengoa también provocaron el desapego de la ciudadanía, a pesar de iniciativas culturales como la Fundación Focus. Abengoa crecía al tiempo de la leyenda de la empresa como entidad que sobrepasaba determinados límites con los empleados, extendiéndose para la nueva sede el sobrenombre de «Palmatraz» en lugar de Palmas Altras, con los trabajadores obligados a comer allí. Abengoa es ahora un referente en lo suyo pero sin pulmón financiero. Factura más de mil millones al año, con beneficios de más de 160, según su presidencia. Con la desestimación de las alegaciones por parte de la SEPI, que apunta a que «existen contingencias internas y externas» que podrían «comprometer la devolución de la ayuda», todo queda supeditado a que, en una empresa que llegó a tener tener la mitad de las plantas termosolares del mundo, el último que apague la luz (del sol). El presidente de la matriz, Clemente Fernández, aún considera que hay margen para la supervivencia con el convenio de acreedores que debe estar el 1 de julio. Todo apunta a la liquidación, no obstante, y la venta por sectores.

Una trabajadora de Abengoa lanza algunas proclamas junto a varios compañeros y familiares, este martes en Sevilla
Una trabajadora de Abengoa lanza algunas proclamas junto a varios compañeros y familiares, este martes en SevillaRaul CaroAgencia EFE

La plantilla avisa: «Intensificaremos la presión, no nos pueden dejar caer»

Los trabajadores de Abengoa reaccionaron a la negativa oficial de rescate por parte de la SEPI asegurando que van a «intensificar la presión hasta tener una solución» que permita la supervivencia de la empresa, insistiendo en los 11.000 empleos en juego y apelando al «compromiso» que apuntan adquirió el Gobierno de encontrar una fórmula para su «viabilidad» hace más de un año. «No nos pueden dejar caer», subrayó el presidente del comité de empresa de Abengoa Agua, Valentín San Emeterio. Es una de las seis filiales, junto con Abengoa Energía, Abener Energía, Inabensa, Abengoa Operación y Mantenimiento y Abengoa Solar España, para las que se había solicitado al Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas, gestionado por la SEPI, un rescate de 249 millones de euros. Por su parte, la Confederación Empresarial Sevillana (CES) y la Cámara de Comercio alertaron de que la caída de la multinacional constituye «un verdadero fracaso económico, laboral y político» y «supondría un paso atrás en la necesaria industrialización de Sevilla y Andalucía», así como «un duro golpe para el tejido productivo y el empleo».