Política

Un «hat-trick» para la estabilidad de Andalucía

Otro triunfo de Moreno en las generales ayudaría a «llegar más lejos y más rápido» con tres años de gobiernos populares asegurados en Gobierno, Junta y muchas entidades locales

Juanma Moreno ha logrado convertirse en el referente del PP nacional junto a Isabel Díaz Ayuso
Juanma Moreno ha logrado convertirse en el referente del PP nacional junto a Isabel Díaz AyusoAgencia EFE

La Liga de fútbol acaba hoy pero el balón de la política continúa rodando en una larga temporada marcada por los frentes electorales. El próximo 24 de julio, día después de las Generales convocadas a la desesperada por Pedro Sánchez, Andalucía habrá vivido en menos de catorce meses tres votaciones. Estas últimas no serán menos importantes para la comunidad, más bien al contrario, pueden ser las más trascendentes porque de ellas van a depender en gran medida tres años de estabilidad para ocho millones y medio de andaluces.

Por si alguien no lo sabe a estas alturas, la expresión hat-trick (del inglés sombrero-truco) procede del cricket, pero se empezó a emplear en la jerga del fútbol para referirse a la machada de anotar tres goles en un mismo partido. En la búsqueda de la excelencia, también existe el denominado hat-trick «perfecto», cuando un jugador anota en el mismo encuentro un gol de cabeza, otro con la pierna izquierda y un tercero con la derecha. Aplicando este paralelismo a la política andaluza, Juanma Moreno ha firmado hasta ahora un doblete sin precedentes en la historia de la democracia andaluza y aún aspira a lograr un histórico triplete –Arenas lo logró de manera infructuosa porque no le sirvió para gobernar–, es decir, ganar tres veces las elecciones en Andalucía de forma consecutiva: mayoría absoluta en las autonómicas, vuelco histórico al mapa local en las municipales y quién sabe si el empujón definitivo para que Alberto Núñez Feijóo sea presidente de la Nación tras las generales de este verano.

Está en disposición de ello y ha demostrado con su máxima implicación en la campaña recién terminada que su marca es sinónimo de éxito. Detrás del llamado «efecto Moreno» se esconden tres claves: la primera, la construcción de un Gobierno claramente presidencialista sobre el perfil de un líder moderado, sereno, dialogante, alejado de la prepotencia y que es capaz de modular el discurso para no generarse enemigos innecesarios, es decir, un producto de márketing bien estudiado y mejor ejecutado; en segundo lugar, una disciplina interna poco habitual que refuerza los triunfos conseguidos, algo que los entrenadores de fútbol explican en una frase: «cuando se gana, a nadie le duele nada y todos quieren jugar»; y, en tercer lugar, un contexto político y sociológico que demandaba cambio y que en Andalucía se ha traducido en el final del atroz miedo a la derecha que el PSOE-A inoculó durante décadas; el enemigo no era tal. Conclusión «futbolera» desde San Telmo: lo que funciona no se toca más allá de lo estrictamente necesario.

Cada proceso electoral ha tenido y tendrá su complicación. La pandemia pasó de ser un hándicap a un aliado porque la ciudadanía dio por buena la gestión realizada por un Ejecutivo dividido nominalmente entre PP y Cs, pero que en la práctica solo fue popular. La absorción de la formación naranja allanó el camino de Moreno a la «nueva mayoría», la de 58 diputados, el 19-J de 2022.

El reciente 28 de mayo ha provocado un segundo tsunami popular, pero las semanas previas fueron duras, con una situación de sequía que condiciona a un sector estratégico para la economía como el agroalimentario que viene sufriendo, además, las consecuencias geopolíticas de la guerra de Ucrania. A lo que se sumó una agria confrontación con el Gobierno de Pedro Sánchez por la proposición de ley de regulación de regadíos en el Condado de Huelva, sin que toda la fuerza mediática de Moncloa haya desgastado la figura de Juanma Moreno, que se multiplicó para estar omnipresente en Cádiz, Sevilla, Granada... Por nombrar capitales donde el triunfo popular parecía más en el aire, pero sin olvidar los municipios más pequeños –hasta en Arahal, histórico bastión de IU, se dio un baño de masas–. «Vamos a llegar más lejos y más rápido con alcaldes populares» que refrenden sin obstáculos las políticas de la Junta de Andalucía. Ese era el mensaje que hasta el 22 de julio cobrará una dimensión aún mayor.

En las generales está en juego asegurar un escenario de estabilidad de al menos tres años en Andalucía, que por vez primera en la historia tendría un Ejecutivo del PP en la Junta dirigiendo la Administración con el respaldo del Gobierno de la Nación, si resulta elegido presidente Alberto Núñez Feijóo.

Para empezar, el adelanto electoral garantiza al ganador tiempo para aprobar sus presupuestos en tiempo y forma, antes de que termine septiembre como reza la Constitución en su artículo 134. Y un mes más tarde, a priori en coordinación, complementar la previsión de inversiones con las cuentas andaluzas. Hablando la gente se entiende mejor.

Serían tres años para «aplicar las políticas transformadoras y reformistas que Andalucía ha iniciado» sin chocar con el Estado, como sucedió, sin ir más lejos, con la eliminación del Impuesto de Patrimonio que originó la creación de la tasa a las grandes fortunas desde Madrid y el consiguiente recurso al Tribunal Constitucional de la Junta. Hasta llegar a ese hipotético escenario faltan casi dos meses más de campaña. Un tiempo que también resta, porque hasta septiembre no se recuperará la normalidad –agosto inhábil– política en una Administración de la Junta que permanece a medio gas.

No se prevé una nueva reestructuración del Gobierno con vista a la formación de las listas al Congreso de los Diputados y al Senado. Moreno aboga por hacer cambios «quirúrgicos» en su equipo y así sucederá en las próximas semanas.

La estrategia del Partido Popular no va a cambiar: el «sanchismo» está agotado. Las teclas que debe tocar son las mismas y tiene todas las de ganar.