Tribuna

Semana Santa en Córdoba, Patrimonio de la Humanidad de excepcional valor universal

Joaquín Alberto Nieva, deán presidente del Cabildo Catedral de Córdoba, reflexiona sobre el sentido de la Semana Santa en el principal templo de la diócesis

Nazarenos a su paso por la Mezquita-Catedral de Córdoba
Nazarenos a su paso por la Mezquita-Catedral de CórdobaEPEP

Los cristianos celebramos en la Semana Santa el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesucristo. Es decir, festejamos que Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte y una muerte de Cruz, y por eso el Padre lo resucitó y lo glorificó como Rey del Universo (cfr. Fil. 2). Y renovaremos nuestras promesas bautismales en agradecimiento porque por el Bautismo nos hemos unido a Él, hemos sido hechos hijos de Dios, templos del Espíritu Santo y miembros de la Iglesia, nuestra familia en la Fe. Y todo esto lo realizamos en preciosas celebraciones litúrgicas en todos los templos católicos del mundo. Además, en España tenemos las diferentes expresiones de los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor que hacen las Hermandades y Cofradías fuera de los templos. Todo esto adquiere singularidad en Andalucía y de manera especial en Córdoba.

Córdoba ofrece además un marco único en el mundo por sus cuatro declaraciones Patrimonio Mundial de Excepcional Valor Universal por parte de la UNESCO. Es algo totalmente original participar en las solemnes celebraciones litúrgicas en la Mezquita-Catedral o en magníficas iglesias medievales repartidas por todo el Centro Histórico y asistir después a las procesiones durante su recorrido por todo su espectacular Centro Histórico que abarca varios kilómetros de preciosas callejas y plazas o en la carrera oficial en el entorno de la Mezquita-Catedral y por su Patio de los Naranjos.

Vivir las celebraciones litúrgicas en la Catedral de Córdoba o en los templos del Centro Histórico

Todo el edificio de la Mezquita-Catedral es, desde el año 1236, el principal templo cristiano de la Diócesis de Córdoba. Cada año, cientos de personas de todo el mundo asisten en la Catedral, de manera libre y gratuita, a las distintas celebraciones litúrgicas de Semana Santa y Pascua, presididas por nuestro obispo, Mons. Demetrio Fernández González, con la presencia del Cabildo Catedral y sacerdotes diocesanos y religiosos, y con la intervención del Coro y Orquesta de la Catedral en algunas de ellas. La Capilla Mayor de la Catedral se convierte en un marco único en el mundo para estas celebraciones tan importantes.

El Domingo de Ramos es la preciosa eucaristía que comienza con la procesión de ramos y palmas a través del maravilloso Patio de los Naranjos. El Martes Santo, a las 11:00 horas, la solemne Misa Crismal y Bendición de Santos Óleos. El Jueves Santo, a las 17:00 horas, la solemne celebración de la Cena del Señor. Después, se puede visitar el magnífico Monumento al Santísimo instalado en la Parroquia del Sagrario de la Catedral. El Viernes Santo, a las 17:00 horas la celebración de la Pasión del Señor. El Sábado Santo, a las 22:30 horas, la solemne Vigilia Pascual. El Domingo de Resurrección, la eucaristía solemne de Pascua de Resurrección a las 12:00 horas.

Todas las parroquias y monasterios del Centro Histórico realizarán las mismas celebraciones a distintas horas para facilitar a los visitantes la participación. Y el Jueves Santo y Viernes Santo también se puede hacer un recorrido por toda esta zona visitando los bellísimos Monumentos instalados en todas las iglesias y conventos del Centro Histórico.

Las procesiones en la Mezquita-Catedral y en el Centro Histórico

En los mismos sitios donde se celebran litúrgicamente los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, discurren en esos días los distintos “pasos” con las sagradas imágenes. Jesús “pasará” en procesión por gran parte del Centro Histórico, por el exterior de la Mezquita-Catedral, por el Patio de los Naranjos y por algunas de sus naves interiores, correspondientes a la Mezquita fundacional, la ampliación de Abderramán II y la de Alhakem II. Los cofrades que harán Estación de Penitencia en la Catedral adorarán, este año, al Santísimo en la fantástica Custodia de Arfe, contribuyendo a hacer aún más extraordinario el paso de las procesiones por el interior de la Catedral.

Este año, además, antes de Semana Santa, procesionan por la Catedral la Hermandad de la Quinta Angustia el miércoles de Pasión, el Stmo. Cristo de la Providencia el Viernes de Dolores y la Presentación al Pueblo el Sábado de Pasión. Y durante la Semana Santa, procesionan 38 hermandades más el Vía Crucis del Cristo de la Caridad el Viernes por la mañana.

Jesús visitó muchas aldeas y pueblos para encontrarse con todos. Quiso pasar cerca de todos para dejarse encontrar, suscitar la fe, invitar a acudir a él con los problemas y anhelos. Estas celebraciones y estas procesiones son ahora el “paso” de Jesús que nos ofrece un tiempo privilegiado para renovar nuestra fe, reconociendo su amor, el que nos ha demostrado, en su Pasión, Muerte y Resurrección.

Una nueva Semana Santa para decir “Cristo se entregó por mí”

Las celebraciones litúrgicas y las procesiones de Semana Santa pretenden ayudarnos a aprovechar el nuevo “paso” de Jesús por nuestras vidas es para reavivar la raíz de nuestra experiencia como cristianos, como hizo San Pablo: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). Lo que se nos propone no es para demostrar históricamente que Jesucristo padeció, murió y resucitó en Jerusalén, sino que lo hizo “por mí”. En esta nueva Semana Santa, las distintas celebraciones litúrgicas del Domingo de Ramos y el Triduo Pascual y las esplendorosas procesiones nos invitan a hacer esta experiencia: no es recordar ni demostrar que Cristo murió, sino que murió por mí, para salvarme. Mientras no hagamos esa reflexión y lleguemos a esa conclusión estaremos en lo periférico y no habremos comprendido nada, como tantos que estuvieron allí presentes. Pasará Jesús por nuestras vidas pero no podrá cambiarlas a mejor. Vamos a oír y a contemplar cómo el Señor se entrega en Getsemaní en manos de los malhechores, encabezados por Judas, ofrece su cuerpo a quienes le flagelan, carga con la cruz y muere en la cruz en el Calvario: al escucharlo y contemplarlo en los “pasos” cada uno deberíamos repetir en primera persona: “El Hijo de Dios me amó y se entregó así también por mí”. Esta es la experiencia central de todo cristiano. Mientras no lo digamos convencidos no habremos entendido nada de lo que vemos y de lo que significan esas imágenes del Señor. No seremos, de verdad y con la vida, discípulos suyos. Jesús nos ha amado a cada uno de nosotros y vivimos toda la vida agradecidos y correspondiendo.

En su pasión Jesús estaba pensando en mí. Y así entrega su vida pensando en mí. El amor de Dios se ha hecho concreto para cada uno de nosotros. Si le preguntamos, “¿por qué sufres todo eso?”, Él nos responde: “por ti y para salvarte”. Santa Teresa de Jesús, al contemplar una imagen del Señor amarrado a la columna, recapacitó y pensó que todo ese sufrimiento lo pasó Jesús por ella: entonces se convirtió del todo y comenzó a vivir una verdadera vida de santidad. Las procesiones y celebraciones litúrgicas de Semana Santa son un “paso” nuevo de Jesús que nos quieren ayudar especialmente a penetrar en este Corazón humildísimo de Jesús, abierto por la lanza que «esconde el tesoro inefable y deseable de la caridad; aquí se encuentra la devoción, se obtiene la gracia de lágrimas, se aprende la mansedumbre y la paciencia en las adversidades, la compasión con los afligidos, y sobre todo, aquí logramos que nuestro corazón se vuelva corazón contrito y humillado» (San Buenaventura).

Semana Santa junto a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra

En estos días, la Virgen María “pasará” también por nuestras vidas. “Para poder recostar la cabeza en el Corazón de Cristo hace falta, decía Orígenes, recibir a María como la propia Madre”. Para adentrarnos en el misterio de amor de Cristo, hay que ir de la mano de María, cuyo Corazón Inmaculado, traspasado por una “espada de dolor”, se une profundamente con el Corazón de Jesús y nos ayuda a nosotros que tantas veces experimentamos el sufrimiento, el dolor y la muerte. Las magníficas imágenes de la Virgen María que vamos a contemplar nos ayudarán a vivir unidos como auténticos discípulos de su Hijo, contentos y agradecidos, discípulos y misioneros del Evangelio.