Encima, estalla una guerra civil en el Sevilla FC

Nada funciona en un Sevilla que retoma la Liga en el campo del Celta, que a día de hoy es un rival directo por la permanencia. El equipo de Sampaoli, en puesto de descenso, se desplazó a Vigo con sólo trece futbolistas profesionales pero este asunto, con ser grave, no es el más importante que dilucida estos últimos días de 2022 el sevillismo. Mientras la expedición volaba hacia Galicia, se celebró una junta general de accionistas inquietante en el fondo y lamentable en las formas.

La realidad es que el Sevilla está dividido en dos bloques irreconciliables. Por un lado, el presidente Pepe Castro y las familias que lo apoyan para permanecer al frente del club. Por otro, su antecesor José María del Nido y el fondo buitre estadounidense 777 Partners que pugna por desalojarlo y devolver al abogado a la poltrona que tuvo que abandonar hace nueve años cuando iba a ingresar en prisión por sus corruptelas marbellíes. «Susto o muerte», dirán los más castizos.

La junta se desarrolló en medio de un clima eléctrico en el que Castro iba perdiendo, por estrecho margen, todas las votaciones: no se aprobaron las cuentas ni la gestión del consejo y ni siquiera sacó adelante una propuesta meramente técnica como es el nombramiento de nuevos auditores. El último punto del orden del día era la remoción del consejo de administración y ahí recurrió Castro a un tecnicismo para impedir que Del Nido, preso de un pacto de accionistas, pudiese concurrir en la votación decisiva.

El partido se ha aplazado hasta el próximo mes de diciembre o, quizás, a una junta extraordinaria que convoque un juzgado, ya que ambas partes han mostrado su intención de judicializar la junta.

Mientras, Sampaoli meditaba sobre cómo darle la vuelta a la situación deportiva con tan poca gente disponible. En el partido de Balaídos, es probable que haga debutar en Primera a Carlos Álvarez, un menudo mediapunta que ya jugó la semana pasada en la Copa y que marcó un gol.