Curiosidades
El "diccionario" de Sevilla: de "miarma" a "jartible" pasando por "chinchar" o "chaleco"
Hay palabras que tienen un significado especial en determinadas zonas de España y en la capital andaluza tienen su particular vocabulario
Andalucía es la comunidad autónoma más poblada de España con 8,5 millones de habitantes. La comunidad cuenta con una extensión total de 87.599 kilómetros cuadrados con lo que supera a 10 países de la Unión Europea. La provincia de Sevilla es la más poblada de las ocho en la que se divide la región, con 1.947.852 habitantes. Le sigue Málaga, con 1,695.651; Cádiz, con 1.245.960; Granada, con 921.338; Córdoba, con 776.789; Almería, con 731.792 y Jaén, con 627.190. Y cada una de ellas tiene sus peculiaridades tanto geográficas como históricas e incluso en su habla y manera de expresarse.
Un trabajo del catedrático de Lengua Española de la Universidad de Sevilla Antonio Narbona, publicado por el Centro de Estudios Andaluces, asegura que el andaluz es una de las variedades lingüísticas más estudiadas de todas las que tiene el español y, a pesar de ello, es una de las peor conocidas, incluso por los propios andaluces.
La realidad es que cada provincia tuene su particular manera de expresarse. En el caso de Sevilla, la capital andaluza utiliza palabras que solo cobran significado en el contexto de la ciudad. Aquí van algunas de ellas:
Miarma: es quizá la que más característica de todas. Hasta tal punto que en otras ciudades andaluzas se conoce a los sevillanos como los "miarmas". En realidad, significa "Mi alma" pero se utiliza casi al principio de cualquier frase para dirigirse -normalmente en tono cariñoso- a cualquier interlocutor. "Miarma, déjame pasar un momentito" o "Miarma, ponme un café que se me hace tarde".
Chaleco: para la RAE no hay dudas. Se trata de una prenda de vestir sin mangas, que cubre el tronco hasta la cintura y se suele poner encima de la camisa o blusa. En Sevilla, el chaleco es equiparable a un jersey ("yersey" en muchas zonas de Cádiz), la prenda de vestir de punto, cerrada y con mangas, que cubre desde el cuello hasta la cintura aproximadamente.
Chinchar: En Sevilla no se "molesta", se "chincha". Y eso lo saben los niños desde pequeñitos. Chinchar está recogido en la RAE como sinónimo de molestar, fastidiar, importunar, incomodar, chinchorrear, jorobar, enchinchar, chimar, cargosear, chipiar, huevear, llenar, remoler. "Seño, éste me está chinchando" es una frase que se escucha en los colegios; o "Papá, Pedro no para de chincharme" es un clásico en cualquier casa (se puede sustituir "Papá" por "Mamá" y "Pedro" por cualquier otro nombre).
Sieso: no es exclusiva de Sevilla, pero dicho con tono seseante y marcando cada sílaba cobra una resonancia especial. Un sieso es una persona desagradable, antipática o desabrida y, pese a los estereotipos que tanto daño hacen a cualquier ciudad, en la ciudad de la Giralda abundan muchos siesos, casi tantos como en cualquier otro rincón de España.
Botines: Aunque oficialmente sea un calzado de cuero, paño o lienzo, que cubre la parte superior del pie y parte de la pierna, a la cual se ajusta con botones, hebillas o correas, en Sevilla unos botines son equivalentes a las zapatillas de deporte. Sean para correr (perdón, running que dicen los modernos), para jugar al tenis (el pádel ahora que es más "cool") o para que los niños vayan al cole y los destrocen en el patio del colegio, en la ciudad se compran botines y la palabra sirve para cualquier categoría.
Jartá: no conviene confundir con "jartible", que se utiliza para definir a una persona que no se cansa de algo en concreto, ya sea de ir de fiesta, de molestar o de correr (perdón, de hacer running). "Jartá" se asemaja a "hartazgo" pero en un sentido más amplio, no solo para definir un entusiasmo voraz por la comida. De hecho, una de las frases más bonitas con esta palabra podría ser "Tú eres una jartá de tonto". Y sí, en Sevilla, como en cualquier ciudad, hay muchas personas merecedoras de esa afirmación.
Tranfullero: la RAE no lo reconoce, pero es una palabra de una musicalidad descriptiva que merece un espacio propio. Combinación de "tramposo" y "fullería" define con precisión quirúrgica a la persona que comete actos ilegales en provecho propio, o que incurre en inmoralidades. Además, es una palabra que suele escucharse en las plazas de los barrios y en los colegios cuando los niños juegan en la calle (más bien jugaban, que ahora están muy ocupados con las pantallas de los dispositivos) a cuaquier juego infantil, incluido el fútbol ese deporte que está mal visto en los centros educativos. El pícaro es un "tranfullero", palabra que suele pronunciarse en tono alto porque avisa de una injusticia sin discusión y porque, generalmente, los niños suelen recurrir al grito cada vez que hablan.
Hay muchas otras palabras que podrían engrosar esta lista de siete. Ninguna son pecado, sino más bien orgullo de una ciudad que, chovinismo aparte, goza de la personalidad propia que le otorga su relevancia histórica.
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