
Opinión I Méritos e infamias
La última bala de Feijóo
"Yo miraría hacia los territorios exitosos de Madrid y Andalucía, donde no existen dudas de qué modelo funciona"

E l PP toma carrerilla este fin de semana para intentar el último asalto al Gobierno de Pedro Sánchez y acabar con los años de este nuevo PSOE que nadie conoce. Ni Felipe que lo parió con Alfonso Guerra hace más de cincuenta años, por hacer el chiste fácil, ya saben. El espíritu en los cónclaves populares suena casi a fiesta post victoria electoral con mayoría absoluta, una realidad ciertamente lejana con las encuestas en la mano, por lo que las sonrisas y las fotitos de grupo sirven sólo para estas 72 horas de camaradería, pero el lunes hay que ponerse a trabajar.
No es que haya mucho por hacer, es que queda todo, porque como bien repasó Cuca Gamarra en su despedida, el PP disfruta de un poder territorial casi inédito, pero del que no puede lograr rédito a nivel nacional porque en los territorios clave no triunfa. Esos lugares, cómo usted bien sabe, se llaman País Vasco y Cataluña, y se convierten en la llave para mover la rueda del Gobierno en Madrid siempre que no arrases en las urnas y tengas la mayoría absoluta. Parece que VOX es el partido que más rédito saca del harakiri en diferido de Ferraz, porque asumen mejor el descontento de una población que lo mismo vota a Pablo Iglesias que a Santiago Abascal, pues sus inquietudes las encapsulan estos dos movimientos populistas y similares que vienen a salvar a los parias de la Tierra y a la patria en peligro respectivamente.
Por eso, pese a la evidente renovación de cargos, los populares deben entender que los nacionalismos vasco y catalán merecen un acercamiento inteligente, no a Miguel Tellado sentado sobre un cañón lanzando salvas al PNV y Junts. La realidad no van a cambiarla tres tardes de arengas, abrazos y muchos aplausos. Si mañana el Partido Popular no se coloca en la parrilla de salida para obtener la mayoría en las futuras elecciones generales que sepa ya que no podrá gobernar sin contar con el peaje de sentar a Santiago Abascal en el sillón del vicepresidente del Gobierno. Porque como en los años duros del independentismo catalán, la ultraderecha sí gana votos con mayor facilidad con la crispación.
Si yo fuera Feijóo miraría hacia los territorios exitosos de Madrid y Andalucía, donde no existen dudas de qué modelo funciona para buscar una estrategia que combine la pegada de Ayuso con el éxito moderado de Juanma Moreno. Si no se conjugan estas dos escuelas, se acabarán las balas.
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