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Ni error ni exceso de celo: la inquietante verdad detrás de la multa por tirar un tallo de fresa
En el Reino Unido, un café vertido a un desagüe o pasear al perro sin bolsa pueden costar cientos de libras en una controvertida ofensiva municipal contra las infracciones más triviales

En el Reino Unido, un hombre recibe una multa de 100 libras por tirar el tallo de una fresa a una alcantarilla en Birmingham. Lo sorprendente no es solo la sanción, sino la respuesta del propio ayuntamiento: al ser preguntado, declaró no tener constancia alguna del incidente. Esta desconexión dibuja un escenario de confusión administrativa donde la aplicación de la ley parece operar en un terreno ambiguo, abriendo serios interrogantes sobre quién impone realmente estas multas y con qué nivel de supervisión oficial.
De hecho, este episodio no es más que la punta del iceberg de un celo sancionador que está provocando situaciones que rozan el surrealismo en distintas ciudades británicas. Normativas concebidas para atajar conductas antisociales de cierta envergadura están siendo utilizadas por autoridades locales o empresas privadas para castigar gestos cotidianos, lo que para muchos ciudadanos es un indicio de un afán recaudatorio desmedido. La lógica parece difuminarse cuando la norma se aplica de forma tan rigurosa.
En este sentido, el caso de una mujer en Northampton ilustra a la perfección hasta qué punto se está llevando esta política. Fue sancionada con 100 libras no porque su perro ensuciara la vía pública, sino simplemente por no llevar consigo una bolsa para recoger los excrementos. El animal no había hecho sus necesidades en ningún momento. La multa se impuso por la posibilidad de una infracción, castigando la prevención en lugar del hecho en sí, en virtud de una estricta Orden de Protección de Espacios Públicos.
La delgada línea entre el civismo y el absurdo
Por fortuna para algunos ciudadanos, no todas estas historias terminan con el pago de la multa. En ocasiones, la presión pública obligó a rectificar a las autoridades ante la evidente desproporción de las sanciones. Fue lo que ocurrió en Richmond, donde una mujer recibió una multa de 150 libras por verter los restos de un café en un desagüe. Asimismo, a una vecina del oeste de Londres le reclamaron 400 libras después de encontrar un sobre con sus datos en un callejón, presuponiendo su culpabilidad. Ambos casos fueron anulados.
No obstante, no todos los afectados deciden plantar cara a la administración. A diferencia de los casos que generaron revuelo, el hombre multado por el tallo de la fresa en Birmingham decidió pagar la multa sin recurrir. Probablemente para evitar mayores complicaciones burocráticas, aceptó la sanción por su nimia falta cívica, cerrando así un capítulo más en esta peculiar cruzada por el civismo que se vive en el Reino Unido.
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