
Cuidado canino
Lori Teller, veterinaria: “Nunca dejes que tu perro beba este tipo de agua”
Existen señales claras para detectar una hidratación deficiente, como piel seca, encías pegajosas, pérdida del apetito y orina muy concentrada

En los meses más calurosos, garantizar una buena hidratación en los perros es uno de los pilares indispensables para su salud y bienestar. No solo se trata de poner agua a su alcance: la cantidad, la calidad y el modo en que la consumen pueden marcar una gran diferencia en su vitalidad y en la prevención de diversas enfermedades. En este sentido, Lori Teller, profesora de la Facultad de Medicina Veterinaria de Texas A&M, ofrece algunas recomendaciones al respecto.
El papel del agua en el organismo canino es tan esencial como en los humanos. Constituye hasta el 80% del peso corporal de un perro y es clave en funciones vitales como la regulación de la temperatura, la digestión o la eliminación de toxinas. Un perro pierde líquidos, sobre todo, mediante el jadeo y la orina, procesos naturales que se intensifican con la actividad física y las altas temperaturas estivales. De hecho, la deshidratación es una de las mayores amenazas durante el verano, pudiendo desembocar en un golpe de calor potencialmente mortal.
La cantidad recomendada suele oscilar entre 40 y 100 mililitros de agua por kilo de peso corporal al día. Factores como la edad, el tipo de dieta, la intensidad del ejercicio y la estación del año pueden modificar estas necesidades. Los cachorros demandan raciones de agua proporcionadas a intervalos más frecuentes, mientras que los adultos y mayores suelen autorregularse mejor, aunque nunca se debe confiar en exceso en su instinto de sed. Una dieta basada únicamente en pienso seco requiere más agua adicional debido a la escasa humedad del alimento.
Existen señales claras para detectar una hidratación deficiente: piel seca, encías pegajosas, pérdida del apetito y orina muy concentrada pueden indicar deshidratación. En estos casos la intervención veterinaria es prioritaria, ya que este desequilibrio puede desembocar en la formación de cálculos renales, infecciones del tracto urinario e incluso fallos orgánicos.
Pero no solo beber poco es peligroso: un consumo excesivo de agua también puede ser síntoma de patologías como la diabetes, problemas renales o intoxicaciones, o derivar en trastornos como la hiponatremia, una peligrosa bajada del sodio en sangre. Del mismo modo, actitudes compulsivas hacia la ingesta de agua pueden estar asociadas a alteraciones psicológicas y requieren evaluación veterinaria.
La forma en que se ofrece el agua es otro aspecto relevante. Los bebederos de acero inoxidable destacan por su resistencia y facilidad de limpieza, mientras que los de plástico pueden provocar alergias y son más proclives a acumular bacterias. Renovar el agua varias veces al día y evitar que quede estancada es tan importante como la elección del recipiente.
Un asunto aparte es el acceso a bebederos públicos durante los paseos urbanos. Aunque son populares en tiendas y restaurantes, los expertos advierten que el agua estancada en estos puntos puede estar contaminada con bacterias, parásitos y otras sustancias peligrosas como la salmonella o la leptospirosis. En caso de urgencia, es preferible recurrir a ellos antes que no hidratar a un animal deshidratado, pero lo ideal es llevar siempre consigo un bebedero portátil propio y agua limpia.
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