Arte, Cultura y Espectáculos
El plátano de los 120.000 dólares ya es historia, se lo han comido
David Datuna ha sorprendido a todos en la Art Basel Miami Beach: se ha acercado a la pieza de Cattelan, la ha despegado y se la ha tragado
Hasta hoy, lo que más llamaba la atención del plátano de Maurizio Cattelan era su precio: 120.000 dólares (108.500 euros). Que, por cierto, se pagaron. El resto, la obra en sí, atendía a esos inventos del arte moderno que convierten, por ejemplo, una simple papelera (si es con basura maloliente y chorreante mejor) en un altar para la veneración y en una mina de oro para su autor, siempre que la logre vender, claro.
Pues bien, mientras todos permanecíamos anonadados con semejante precio y, todavía más, con que se hubiera conseguido colocar (bajo el compromiso de cambiar la banana cada siete días), hoy llega David Datuna y, hambriento, ha decidido que darle unos mordiscos al objeto de culto era lo mejor que podía hacer. De tal forma, que lo que hasta ahora había sido la obra más controvertida de la Art Basel Miami Beach, «Comedian», fue engullida hasta quedarse en la cáscara (y la indigesta cinta americana).
El momento en cuestión ha sido recogido por el propio Datuna en su Instagram: el artista se acerca a la instalación y tras repetir «art performance, hungry artist», coge la fruta y se la come sin reparos y para disfrute suyo y de los presentes. «Gracias, está muy bueno. ¿Lo has comprado tú? ¿120.000? Sabe bien», comentaba mientras se quejaba del exceso de cinta adhesiva. Junto al vídeo, Datuna escribía: «Artista hambriento. Una performance mía. Amo el arte de Maurizio Cattelan y me encanta esta instalación. Está deliciosa». Más tarde, publicaría de nuevo para asegurar que aquello no era una campaña publicitaria, sino otra actuación más de las «muchas que hago por el mundo».
Y, entre tanto, los testigos del cómico momento se mojaban: «Era solo un plátano, yo me comí uno anoche», decía uno frente a una empleada del centro, que recriminaba al artista su «estúpida», decía, actuación. «Vamos a sentarnos. Voy a apuntar tu nombre y haremos todo lo que tengamos que hacer», terminaba.
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