Salud

El ictus mata 27.000 españoles cada año

En España, dos de cada tres personas que han padecido un infarto cerebral tienen más de 65 años, pero en las últimas dos décadas han aumentado un 25% el número de casos entre los 20 y 64 años.

En la imagen (de izda a dcha y de arriba a abajo), Jose Antonio Ejido, David Hernández, Alberto Gimenez, Maria Eugenia, Exuperio Díez-Tejedor, Isabel Gimeno, Carolina de Miguel, Blanca Fuentes, Rosa Herrero y A´ranzazu Vázquez | Gonzalo Pérez
En la imagen (de izda a dcha y de arriba a abajo), Jose Antonio Ejido, David Hernández, Alberto Gimenez, Maria Eugenia, Exuperio Díez-Tejedor, Isabel Gimeno, Carolina de Miguel, Blanca Fuentes, Rosa Herrero y A´ranzazu Vázquez | Gonzalo Pérezlarazon

En España, dos de cada tres personas que han padecido un infarto cerebral tienen más de 65 años, pero en las últimas dos décadas han aumentado un 25% el número de casos entre los 20 y 64 años

Visión global. La atención que requieren los pacientes del siglo XXI debe ser total y, por ello, a lo sanitario debe unirse lo social. Durante la jornada «Continuidad asistencial en el ictus», un granado grupo de expertos puso el foco en las necesidades no cubiertas de las personas que sufren un accidente cerebrovascular y han de convivir con las huellas que les deja. La jornada estuvo organizada por la Fundación Casaverde, en el que supone el tercer encuentro de expertos que organiza sobre temas candentes de la Sanidad española. Alberto Giménez, presidente de la institución, apuntó que «hay que reajustar los recursos a las necesidades de las personas afectadas y sus familias. Hay mucho trabajo pendiente en el abordaje del paciente cuando supera la fase aguda».

Bien podría ser esta afirmación un resumen de la jornada, en la que quedó claro que la puesta en marcha con éxito de una red denominada «Código Ictus», permite evitar la mortalidad en el momento del infarto cerebral, pero que deja en «pausa» la rehabilitación posterior. Exuperio Díez-Tejedor, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario La Paz y catedrático de Neurología de la Universidad Autónoma, ambos de Madrid, manifestó que «muchas veces pasa desapercibido porque constituye un problema que no duele, pero las secuelas son dramáticas y concienciar a la sociedad y tratar en el momento en que ocurre es vital. Y ya lo hacemos, y bastante bien. Pero hay que poner en valor la necesidad de la gestión de los recursos: atención urgente y precoz, la rehabilitación, y la implicación de la Medicina de Familia para el seguimiento del paciente». En este sentido, en el inicio de sesión Elena Mantilla García, directora general de Inspección y Ordenación Sanitaria de la Comunidad de Madrid, hizo una panorámica de la situación actual del ictus en la región.

Cómo atender al paciente y cuándo dar cada paso en el momento del infarto queda reflejado en las guías clínicas, como explicó Aránzazu Vázquez Doce, coordinadora de Rehabilitación en la Unidad de Ictus del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid. Pero, «el momento en el que se deben dar los primeros pasos de la rehabilitación es objeto de estudio, aunque ha de ser pronto, porque lo que sí sabemos es que es el cerebro pierde plasticidad conforme pasa el tiempo y hay que aprovecharla», comentó Vázquez. La intervención de María Dolores Valverde Carrillo, jefe del Servicio de Rehabilitación del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Madrid, planteó diferentes escenarios en esta línea. «Debemos ver diferentes trabajos –publicados algunos en ‘‘The Lancet’’– en los que se ve cuando es bueno poner en marcha la rehabilitación, pero la activa, la que saca de la cama al paciente. A veces, en algunas investigaciones se observa que es mejor más cantidad y menos dosis. Por ejemplo, hacer sesiones de diez minutos varias veces a lo largo del día, en vez de concentrar todo en un periodo de tiempo cerrado», añadió Valverde Carrillo.

Uno de los puntos clave reside en conocer bien al paciente: cómo está tras el ictus, cómo estaba antes, con qué recursos cuenta, dónde puede ir y con qué apoyos. «Tenemos que poner al paciente de verdad en el centro y organizar todo en torno a sus necesidades, pero también las de la familia, por el gran impacto de este tipo de enfermos en ella», subrayó María Eugenia Durán Blas, trabajadora social del Hospital Universitario de La Princesa de Madrid. Sobre el papel, la teoría resulta fácil, pero en la práctica «no se colocan los recursos a su alrededor, sino que son las personas las que se desplazan a donde estén», contó David Hernández, médico rehabilitador, presidente de la Sociedad Centro de Medicina Física y Rehabilitación del Hospital Universitario La Paz de Madrid. Y añadió: «Parece que está el sistema diseñado para crear discapacitados».

Giménez subrayó que «existen recursos en la Sanidad, a nivel de colaboración público-privada, que no se aprovechan. En Extremadura, nuestra fundación pone al servicio de Sanidad unas 60 camas de estancia media –para rehabilitarse– que ellos incluyen dentro de sus recursos perfectamente coordinados y con unos excelentes resultados en la recuperación de los pacientes. ¿Por qué no se hace lo mismo en otras regiones?». Aquí el presidente de la Fundación Casaverde tocó un tema sensible en el que profundizaron otros ponentes. En este caso, Javier Rodríguez Hernández, director médico del Hospital de La Fuenfría (Madrid), abogó por que «los datos sean los que revelen que los hospitales de nivel 2, también deben estar presentes en los mapas de recursos de los tratamientos postictus. Y nosotros tenemos claro qué hacer con este tipo de pacientes». La clasificación de los centros hospitalarios y la dedicación de una cama a un agudo o un crónico forman parte de los quebraderos de cabeza de los gestores, pero que «debemos afrontar que también la atención domiciliaria tiene que ser una opción, ya que muchos pacientes prefieren estar en sus casa», contó Modoaldo Garrido, gerente del Hospital Universitario Fundación Alcorcón (Madrid) y vicepresidente primero de Sedisa (Sociedad Española de Directivos de la Salud).

Conocer qué necesitan y qué piden los pacientes fue sobre lo que versó la exposición de Carmen Ferrer, jefa de Servicio de Atención al Paciente del Hospital Central de la Cruz Roja (Madrid): «Una de las primeras cosas que quieren es que sepamos que cada uno es único y, a partir de aquí, se trata de ver qué se les aplica». Desde Enfermería también apuntaron que la especialización de su profesión supone una herramienta fructífera. «A veces debemos consensuar con el paciente qué quiere y qué puede hacer. Siempre tenemos que fomentar la autonomía desde el primer momento. Esto ayuda mucho. Uno será más colaborador si se le pone a andar porque quiere», contó Rosa Herrero, responsable de Enfermería de la Unidad de Ictus del Hospital Clínico San Carlos.

La jornada contó con la clausura a manos de Carlos Mur, cuya experiencia previa a la dirección de Coordinación Socio-Sanitaria de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, le sirvió para hacer un dibujo de las necesidades a cubrir: «Estamos ante una historia de éxito, hasta que se topa con la salida del hospital. Por eso, cobra relevancia de la fusión de todas las áreas y dar más a la continuidad y la integración de las redes. Hay que crear espacios comunes: camas de atención sociosanitaria, en unidades permeables». Porque como expuso Joaquín Carneado, coordinador de la Unidad de Ictus del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), «no doy el alta porque dejo siempre la puerta abierta a que vuelva si lo necesita».