El desconocido plato típico de Castilla-La Mancha que en el resto de España no se prepara
Se trata de un plato que suele impresionar y cautivar a quienes lo prueban, especialmente a los amantes del queso
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Las cuestas de Chinchilla de Montearagón son lo suficientemente empinadas para que tras ver el castillo, las cuevas, y la muralla, solo tengas ganas de un tinto de verano y un plato de queso frito.
Si algo caracteriza a este pueblo manchego es precisamente su gastronomía y es que cualquiera que caiga en alguno de sus bares podrá confirmar que pocas veces ha comido unas bravas como las que allí preparan, un rabo tan crujiente o un queso frito tan sabroso.
Aunque muchos platos de la gastronomía manchega ya han traspasado fronteras como el pisto o las migas, hay otros muchos que solo se pueden degustar en los pueblos de la región.
Uno de esos platos típicos es el queso frito, que aunque ha llegado a otros lugares, la mayoría de las veces no conserva la receta tradicional.
La preparación es muy sencilla ya que no es más que queso fresco rebozado en harina y frito, pero se trata de un plato que suele impresionar y cautivar a quienes lo prueban, especialmente a los amantes del queso.
Aunque los famosos tequeños puedan parecer similares, en realidad no tienen nada que ver. El queso usado en los tequeños es completamente diferente, y ni el rebozado ni el sabor final se pueden comparar con el del auténtico queso frito manchego.
El mejor queso para prepararlo frito es el queso fresco manchego de oveja ya que no todos valen, algunos se deshacen al echarlos en la sartén con el aceite caliente.
No se podía esperar menos de un plato cuyo ingrediente principal es el queso en la región española del queso por excelencia. El queso manchego es uno de los productos más icónicos de España y el más representativo de La Mancha. Su sabor inconfundible y su rica historia lo han convertido en un verdadero símbolo de la cultura manchega.
Tiene una tradición quesera que se remonta a la época romana, alcanzando su apogeo en la Edad Media. Su origen está estrechamente ligado a la oveja manchega, una raza autóctona de Castilla-La Mancha, famosa por su adaptación al clima extremo y la calidad de su leche.
Desde 1991, el queso manchego cuenta con la Denominación de Origen Protegida (DOP), que garantiza su calidad, origen y proceso de elaboración. Para obtener esta denominación, el queso debe cumplir ciertos requisitos, como ser elaborado exclusivamente con leche de oveja manchega en Castilla-La Mancha y seguir el proceso tradicional.
La DOP distingue entre dos categorías: el «artesano», hecho con cuajo de origen animal, y el «industrial», con cuajo microbiano. Ambas deben cumplir con estrictos estándares de calidad y maduración.
La DOP distingue entre dos categorías: el «artesano», hecho con cuajo de origen animal, y el «industrial», con cuajo microbiano. Ambas deben cumplir con estrictos estándares de calidad y maduración.
El queso manchego se elabora exclusivamente con leche de oveja manchega, siguiendo un proceso tradicional que ha sido transmitido de generación en generación. La leche se coagula a través de la acción del cuajo, obteniendo una cuajada que luego se moldea en las típicas cinchas de esparto, que le proporcionan su característico dibujo en la corteza.
Una vez moldeado, el queso se sala y se somete a un proceso de maduración que varía según el tipo de queso manchego: entre 30 y 60 días para el queso semicurado, y entre 60 y 180 días para el queso curado. En algunos casos, se elaboran quesos manchegos añejos, que pueden madurar hasta dos años.