Felipe VI
El Rey no precisa defensores
Ni necesita que nadie dé la cara por él. Don Felipe se defiende solo, con las muestras constantes de su talento y sagacidad, para hacer frente a cualquier discordia. Tenemos un Rey al que le distinguen, además, su bondad y olfato. Por escuchar y compartir, que no quede. Don Felipe atiende y se interesa pacientemente por lo que le dicen todos, incluso los que bordean el abismo.
Déjenme contarles algo: quien más ha aplaudido al Rey, tras la apertura de la XIV Legislatura, no fueron los diputados y senadores, puestos en pie ante la mirada y la sonrisa cómplice de la Princesa de Asturias, sino los que estaban fuera; sí, ha sido la calle. El pueblo español, que no deja pasar una, ni da puntada sin hilo. Desde la serenidad de un hacer equilibrado y un profundo conocimiento de España, este Rey es el mejor Jefe de Estado que podíamos soñar, en tiempos revueltos, con su abnegación y soberana paciencia.
Don Felipe trabaja para la felicidad de los españoles y posee el don de no derrumbarse jamás en el pesimismo. Lo hemos vuelto a comprobar esta semana, durante su intervención en el Parlamento: «España no puede ser de unos contra otros». Esto era, justamente, lo que los españoles necesitábamos y queríamos oír. Todo un mantra para meditar y repetir. Pactar y disentir son, para Don Felipe, consustanciales a la pluralidad de ideas que coexisten en España. ¡No pasa nada! Por lo que sí pasa, es porque «España sea de unos contra otros». Porque «España debe ser de todos y para todos». He aquí una verdad para marcar a fuego.
¿No le resultan insufribles, amable lector, los zarpazos de estos trapaceros, adictos a la mentira, capaces de identificar con el franquismo a un Rey impecable y constitucional, querido y valorado por su pueblo? No tienen perdón de Dios. Lo que no saben es que, en el fondo, le están haciendo un favor a España y a la Corona. Estas pataletas, tan estériles como grotescas, son muy de agradecer. Demuestra un gran talento político esta tropa. Lo que consiguen, al final, es fortalecer el sentimiento monárquico. A la vista está.
Coincidirán con este gacetillero, en que el Rey estuvo estupendo; Don Felipe convenció a derecha e izquierda. Al centro no, porque no existe. Frente a los profetas de catástrofes y a los agitadores de insidias, los españoles tenemos la suerte de tener a un joven Rey que camina al lado de su pueblo y asume sus retos, afanes y esperanzas.
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