Sociedad

Cuando el vendedor ambulante es el único contacto con el exterior

La pandemia refuerza los servicios de venta de alimentos en los pueblos de Castilla y León obligando, incluso, a la contratación de personal para hacer frente a la demanda

El coronavirus ha puesto el mundo del revés. Muchos pueblos de Castilla y León, antes vacíos, se llenaron de gente los días antes a la declaración del estado de alarma en una suerte de huida hacia la tranquilidad y el aire limpio que ha traído consecuencias no solo a nivel sanitario, sino en la cadena de suministro que abastece a algunas de las localidades más pequeñas que no cuentan con tienda.

Así lo explica a LA RAZÓN Victoria Tortosa, gerente de La Exclusiva, una empresa de reparto de pedidos de alimentación y otros productos básicos en los pueblos de las provincias de Soria y Burgos que tuvo que realizar nuevas contrataciones y poner más furgonetas en circulación para hacer frente al aumento de la demanda.

“La gente del mundo rural dejó de moverse y pasamos de 2.000 clientes a 20.000 en unos días”, detalla al tiempo que asegura que las primeras semanas la gente hizo acopio y se distribuyeron grandes cantidades de arroz, aceite, legumbres, pasta o tomate frito, “lo básico”. Además, en vez de una persona preparando encargos en el almacén se amplió el personal hasta cinco.

Ahora, tras más de dos meses desde que comenzara el confinamiento, afirma que “la cosa ha bajado porque mucha gente que nos llamaba ha vuelto a trabajar y aprovecha sus desplazamientos para hacer la compra”, algo que se pidió desde esta compañía de emprendedores para poder seguir prestando su servicio “a los que más nos necesitan, las personas mayores”.

Además, destaca la “buena respuesta de la sociedad civil, sobre todo de los jóvenes, que desde el principio se ofrecieron voluntarios para recoger los pedidos por el pueblo y ofrecieron sus furgonetas por si las necesitásemos en algún momento”.

“Los clientes lo ven muy negro”

Parecido es el caso de Simón, que reparte con su camioneta en las localidades vallisoletanas de La Mudarra, Peñaflor de Hornija, Villalba de los Alcores, Castromonte y Valverde, la zona de los Montes Torozos. Su llamada a los vecinos, tocando el claxon cuando entra en el pueblo, recuerda a aquel repique de campanas que daba las noticias más importante a toda la zona.

A su encuentro salen los vecinos de siempre, esperando ver el género que lleva para hacer la compra diaria. “En marzo parecía que se fuera a acabar el mundo”, señala a este periódico, al tiempo que apunta a la subida en el precio de algunos productos, como “los pimientos rojos, que están por las nubes”.

“Al principio sí que noté un poco más de negocio, pero ahora se ha vuelto a la normalidad, vendo lo mismo que antes”, afirma mientras confiesa que no solo provee de alimentos, sino también de noticias. “Aquí todos preguntamos por todos, por ver cómo les va a los del pueblo de al lado, si tienen casos o si sabemos de alguien”, confiesa, aunque asegura que “los clientes lo ven muy negro”.

Todos los días, el pan en la mesa

Otro de los gremios que no ha dejado de trabajar ni un solo momento ha sido el de los panaderos de los pueblos, acostumbrados a la estampa de las calles vacías cuando van de madrugada al horno. Son uno de los numerosos héroes anónimos que mitigan los efectos de la grave crisis sanitaria al procurar de un alimento esencial como es el pan (y algún que otro dulce para hacer más llevadero el confinamiento). Además de mantener abiertos los obradores, el servicio diario de los panaderos excede con creces la labor de servicio esencial estos días. Especialmente en aquellas zonas rurales, en las que el panadero también ejerce de confidente y emisario.

Este es el caso de Pilar y Elías Marcos, dos hermanos panaderos de Medina de Rioseco (Valladolid) que día tras día, además de ofrecer el pan en su tienda, viajan por varios pueblos de la provincia para que los paisanos aislados, la mayoría ancianos, puedan tener pan del día y noticias de fuera.

“Al dejarles el pan nos preguntan desde las ventanas cómo está la cosa por los pueblos y si creemos que esto acabará pronto”, asegura Pilar, quien reconoce que la gente mayor vive con mayor preocupación la situación actual. “Ánimo, esto lo vamos a parar. Ánimo, ánimo, ánimo”, resume entre barras y panes.