Sociedad

¿Qué sector agroalimentario queremos?

Si hablamos de sectores importantes en la región castellano leonesa debemos hacer mención expresa al agroalimentario, y no solo por su contribución al PIB regional sino por su valor añadido, así como por la creación y mantenimiento del empleo, tanto directo como indirecto, que genera a su alrededor. En suma, es polo de atracción de inversores extranjeros, ya que nuestra región es una de las más extensas de Europa donde tanto su capacidad y potencial para articular el medio rural, como su calidad y competitividad, hacen del sector agroalimentario un nicho atractivo para la inversión.

Ahora, dada la realidad que nos está tocando vivir, con un final de pandemia mundial y la guerra en Ucrania, estamos asistiendo a un aumento continuado de los precios agrícolas debido, en gran parte, a la escasez de oferta y a la subida de los costes de producción dados los incrementos de los costes de insumos (carbón, gas o fertilizantes). Aunque el impacto económico del conflicto bélico está repercutiendo directamente en el producto agrícola, más si cabe porque Castilla y León depende de Rusia y Ucrania en cereales o girasol, algo imprescindible para la alimentación humana y animal.

¿Hay solución? Sí. Sin ánimos de ser alarmistas, se necesita un plan de contingencia de la UE que asegure la producción agraria y la viabilidad económica de agricultores y ganadores. Por ello, es urgente que desde Europa se habiliten alternativas de nuevos mercando para la entrada de cereales de otros países, por lo que se debe actuar con celeridad para asegurar la producción y el abastecimiento alimentario.

En este sentido, estamos llamados a que las relaciones entre productores, industria transformadora y distribución, lo que es la cadena de valor, sean sólidas y estables para poder aumentar el poder negociador de la cadena alimentaria. Y para que esto suceda debemos darnos cuenta sobre las realidades a los que nos asentamos: la agricultura es un sector estratégico y determinante, con cuatro pilares fundamentales. ¿A qué me refiero con esto? En primer lugar, porque es fundamental a la hora de revertir la despoblación y el abandono del mundo rural, algo más que necesario en esta mal denominada “España Vaciada”. En segundo lugar, la agricultura favorece al crecimiento fuerte de actividades industriales y servicios. En tercer lugar, es un sector generador de empleo directo e indirecto basado en materias primas de excelente calidad, procesos productivos artesanales y naturales, y todo ello con vocación exportadora, lo que es garantía de creación de una economía estable y duradera. Y por último, todo ello redunda en crear sinergias con otros sectores como son el gastronómico, el turismo o la cultura.

Estos cuatros pilares sobre las que estamos asentados deben ser motivos más que suficientes para que las políticas nacionales y europeas vayan encaminadas a su mantenimiento y consolidación. Ahora existe una gran oportunidad con los fondos Next Generation, que deben ser bien gestionados para lograr una transición hacia un sistema alimentario sostenible, competitivo y resiliente. Debemos aprovechar esta oportunidad.

Son muchos los desafíos que se divisan en el horizonte y a los que se debe hacer frente, por ello debemos preguntarnos ¿qué sector agroalimentario queremos? ¿cómo se van a afrontar los nuevos retos? El escenario en el que debemos actuar es en aquel donde se está disminuyendo la confianza del consumidor, donde la demanda se está contrayendo, donde los consumidores están cambiando sus hábitos y donde la inflación está en un aumento, pudiendo llegar a originar estanflación.

Como digo, tenemos ahora una gran oportunidad para demostrar lo que sabemos hacer y cuánto nos importa el sector agroalimentario, por lo que se necesita sentido común como base de la gestión pública y privada, donde el diálogo y la predisposición al consenso sean las mejores herramientas para lograr estabilizar el presente y garantizar una calidad de vida digna a las generaciones futuras.