
Sociedad
El arte de tensar la cuerda y esculpir la madera
Fidel Campo, un arquero y artesano palentino, logra transformar la tradición en arcos únicos desde hace más de 20 años

Robin Hood, Legolas, Katniss Everdeen o Clint Barton, más conocido como Ojo de Halcón, tienen algo en común, más allá de ser héroes de leyenda, y es su pasión por el arco y las flechas, algo que también les une con nuestro siguiente protagonista. Y es que en un mundo donde la tecnología parece dominarlo todo, hay quienes encuentran refugio en las tradiciones más antiguas, aquellas que conectan al ser humano con la naturaleza y la creatividad manual. Fidel Campo, un apasionado del tiro con arco y artesano de Palencia, es uno de esos espíritus inquietos que ha convertido su afición en un arte. Desde su infancia, cuando jugaba con arcos rudimentarios hechos de ramas y cuerdas, hasta convertirse en un respetado luthier, Fidel ha recorrido un camino de aprendizaje, paciencia y dedicación.
Fidel Campo no recuerda un momento exacto en el que el tiro con arco entró en su vida; más bien, siempre estuvo ahí. “Yo creo que empezó desde muy pequeñito porque los medios de antes para divertirse no eran los mismos de ahora. Entonces había arco, había trompa, había el aro, había mil cosas que tenías que echar mano de ellos para pasar el rato y para divertirte”, cuenta Fidel con una nostalgia que transporta a una infancia sin pantallas, donde la imaginación y los recursos naturales eran los verdaderos juguetes.
Nacido en el País Vasco, Fidel creció rodeado de árboles y naturaleza, elementos que pronto se convirtieron en sus aliados. A los 12 o 13 años, ya experimentaba con ramas de bambú o del árbol conocido como “cuerno de cabra”, materiales flexibles que le permitían construir arcos rudimentarios. “Ya sabías que el bambú te venía bien, sabías que un árbol doblaba y se hacía muy bien”, recuerda. Estas primeras creaciones, aunque simples, plantaron la semilla de una pasión que lo acompañaría toda la vida.
A los 35 años, Fidel se trasladó a Palencia, donde su interés por el tiro con arco dio un giro más serio. Hace más de 20 años, decidió dar el salto de aficionado a competidor. “Fui a un campeonato, me compré un arco que lo he usado en un campeonato, y a todos los que he ido he llevado los que he hecho yo”, explica. Desde entonces, Fidel no solo ha competido con sus propios arcos, sino que ha perfeccionado el arte de construirlos, convirtiéndose en un artesano único en su tipo.
La transición de Fidel de arquero a creador de arcos fue un proceso natural, impulsado por una curiosidad innata y un espíritu autodidacta. “Yo veía que digo, y si esto lo hace alguien, ¿por qué no lo puedo hacer yo?”, reflexiona. Con la ayuda de internet, donde investigó técnicas y materiales, Fidel comenzó a experimentar. “Empecé por uno, luego otro, luego otro, y así no sé si tengo 20 o 30, que no sé cuándo voy a parar”, admite con una sonrisa.
Su taller, un espacio donde la madera cobra vida, es el corazón de su trabajo. Allí, Fidel combina tradición y creatividad, utilizando maderas como el tejo, el arce, el fresno y el bambú para dar forma a arcos que son tanto funcionales como estéticamente únicos. “El tejo es algo fuera de lo normal”, asegura, recordando una historia fascinante: arcos de tejo recuperados de un barco hundido en la era de los piratas, aún funcionales tras siglos bajo el agua. Este material, junto con el arce y el bambú, es su favorito por su resistencia y flexibilidad, cualidades esenciales para un buen arco.
Fidel no se limita a los materiales tradicionales. Su creatividad lo ha llevado a experimentar con elementos reciclados, como palas de esquí y metacrilato, transformándolos en arcos sorprendentes. “Lo bueno es que dentro de lo que tú crees puedas creer otra cosa y llevarla a cabo”, dice. Esta capacidad de innovar, de ver posibilidades donde otros solo ven desechos, es lo que distingue a Fidel como artesano.
Construir un arco no es tarea fácil. Cada pieza requiere precisión, paciencia y un profundo entendimiento de los materiales. Fidel recuerda su primer arco como un desafío lleno de aprendizajes. “Tenía las experiencias de arcos que hacías de pequeño”, dice, pero la construcción de un arco profesional exigía más que recuerdos infantiles. Con la ayuda de tutoriales en línea y su experiencia previa, Fidel comenzó a trabajar con maderas nobles y a perfeccionar su técnica.
Uno de los mayores retos fue un arco recurvo que se partió durante su construcción. “Creía que iba a funcionar de una forma, no funcionó, he desechado el sistema ese y nada más”, cuenta. Este tipo de fracasos, lejos de desanimarlo, le enseñaron lecciones valiosas. “Si no se me llega a partir ninguno, pues igual no desecharía yo nunca”, reflexiona. Cada arco roto es una oportunidad para mejorar, para ajustar la potencia, la forma o los materiales.
La durabilidad de sus creaciones también es una prioridad. Fidel explica que la clave está en darle la forma adecuada desde el principio y proteger la madera con barnices elásticos que previenen el deterioro. “Tengo arcos ahora mismo de un trozo de olmo que tengo hecho desde el año 2013 y ahí está”, dice con orgullo. Este cuidado meticuloso asegura que sus arcos no solo sean bellos, sino también funcionales durante años.
El Club Orión: Un hogar para la pasión
Fidel es un miembro activo del Club Orión de tiro con arco en Palencia, un lugar donde no solo practica su deporte favorito, sino que también estrena sus creaciones. “Es donde los estreno. Le digo a la cuadrilla, mañana voy a estrenar un arco y todos están expectantes”, cuenta con entusiasmo. El club, que recientemente ha acondicionado un campo de entrenamiento en el antiguo campo de fútbol de Viñalta, es un espacio de comunidad y aprendizaje. “Se ha limpiado, se ha quitado hierba de metro y medio, y ya estamos entrenando allí, ya se ha homologado”, explica Fidel.
En el Club Orión, Fidel comparte su pasión con otros arqueros y, aunque no tiene pupilos formales, muchos se acercan a él para aprender sobre la construcción de arcos. “Tengo muchos alrededor en el club que quieren venir, que han tirado con ellos y que están interesados por seguir con eso”, dice. Sin embargo, reconoce que la falta de tiempo es un obstáculo para muchos. “Yo hasta que me jubilé no tenía el tiempo que tengo”, admite, pero está decidido a dejar un legado. “Tengo que cansarme yo por inculcarlo”, afirma con convicción.
Para Fidel, un arco no es solo un instrumento deportivo; es una obra de arte que debe ser cómoda y efectiva. “Voy siempre a hacer una estética que me vaya bien a mi mano, que sea ergonómica”, explica. Cada arco que crea está diseñado para adaptarse perfectamente a la mano del arquero, garantizando una posición consistente que mejora la precisión. “Igual ves en cada arco una forma distinta de agarrar, pero al final es una adaptación a la mano, diríamos que al 95 por ciento”, detalla.
Esta atención al detalle se extiende también a las flechas. Fidel prefiere plumas naturales, especialmente de ganso, y subraya la importancia de seleccionarlas cuidadosamente. “No es igual la del ala derecha con la del ala izquierda. Todo eso hay que tener en cuenta por la dirección que le imprime a la flecha”, explica. Estos pequeños detalles, que podrían pasar desapercibidos para un novato, son los que marcan la diferencia en la precisión y el rendimiento.
A pesar de sus más de 20 años en el oficio, Fidel no ha perdido la chispa de la innovación. Actualmente, está trabajando en un nuevo proyecto: un arco de arce con elementos de bambú, buscando mejorar el diseño de sus creaciones anteriores. “Ahora yo tengo un proyecto para hacer uno de arce distinto al que he hecho y meterle una parte de bambú también para ver cómo me resulta”, comparte con entusiasmo. Además, ha comenzado a explorar otros deportes, como el tirachinas, que espera compartir con el mundo a través de futuros proyectos.
Fidel también tiene un mensaje claro para aquellos que quieran iniciarse en la construcción de arcos: “Que hable conmigo y que siga para adelante porque yo seguro que le voy a dar más ganas de las que tiene para que empiece a hacerlo”, añade con cariño. Su generosidad y pasión por compartir conocimientos son evidentes, y su taller está abierto para quienes quieran aprender de su experiencia.
Aunque en su familia no hay sucesores directos en este oficio —“tengo un hijo que ha ido por letras y una hija que podía haber ido por bricolaje”—, Fidel está decidido a que su legado trascienda. En el Club Orión, en los campeonatos donde sus arcos brillan, y en cada conversación con un aprendiz curioso, Fidel Campo sigue labrando una historia de pasión, creatividad y conexión con la tradición.
“Por supuesto que sí, eso está clarísimo de que sí”, responde cuando se le pregunta si el tiro con arco y la construcción de arcos pueden atraer a nuevas generaciones. Con cada arco que talla, Fidel no solo crea un objeto, sino que mantiene viva una tradición milenaria, demostrando que, en un mundo acelerado, todavía hay espacio para el arte de tensar la cuerda y esculpir la madera.
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