Sociedad

‘Comercios con encanto’, el homenaje en blanco y negro de Andrés Ñíguez al alma del comercio salmantino

El fotógrafo cartagenero reúne 47 imágenes en blanco y negro que rescatan la memoria de los comercios tradicionales, entre ellos bares, mantequerías y farmacias convertidas en símbolo de la vida de barrio

Comercios singulares, exposición de Andrés M. Ñíguez Carbonel
Comercios singulares, exposición de Andrés M. Ñíguez CarbonelSusana Martín/Ical

El Museo del Comercio y la Industria de Salamanca ha abierto sus salas a una muestra que, más que una exposición, funciona como un viaje a la memoria colectiva de la ciudad. ‘Comercios con encanto’, firmada por el fotógrafo Andrés Manuel Ñíguez Carbonell, propone un recorrido en blanco y negro por establecimientos que marcaron la vida de generaciones de salmantinos. La muestra, que podrá visitarse hasta el 9 de noviembre de 2025, reúne imágenes en formato cuadrado que retratan desde viejas mantequerías hasta cafés aún vivos en la rutina urbana. A la propuesta fotográfica se suma un vídeo que amplía el catálogo de locales y refuerza la idea de que el comercio de proximidad forma parte del alma de la ciudad.

Andrés Ñíguez, nacido en Cartagena en 1956, se ha convertido en un observador habitual de la vida urbana salmantina. Jubilado de la docencia, dedica su tiempo a la fotografía con disciplina diaria: cámara al hombro, pasea por las calles atento a rincones y gestos que a menudo pasan inadvertidos. Su archivo personal se ha nutrido durante décadas de estos recorridos, hasta conformar un testimonio de gran valor sobre cómo han cambiado los espacios de la ciudad salmantina.

“Me gusta el mundo del comercio”, confiesa Ñíguez, en declaraciones ofrecidas a Ical, y reconoce que lleva más de quince años fijando en imágenes establecimientos que hoy ya no existen o que han cambiado de función. Para él, la fotografía se ha convertido en una herramienta de memoria: “Pongo la imagen, pero el sentimiento lo pone cada uno frente al protagonismo que tuvo en su momento. El visitante que conoce esos comercios reconocerá olores, sonidos y gestos que formaron parte de su vida”, explica.

El blanco y negro, elección estética que define buena parte de su trayectoria, no es un recurso de moda, sino un lenguaje en sí mismo. La decisión se remonta a sus inicios en el cuarto oscuro, cuando descubrió el laboratorio fotográfico y se dejó seducir por las posibilidades expresivas del contraste. En la exposición, esa apuesta se refuerza con el formato cuadrado, que otorga a las imágenes una armonía que acentúa la sensación de intemporalidad, aunque el autor, con socarronería, señala: “El color casi lo tengo prohibido por el médico”.

Una selección marcada por la memoria

La selección de las fotografías no fue tarea sencilla. Ñíguez admite que Salamanca cuenta con multitud de comercios pequeños, muchos de los cuales podrían considerarse parte de ese patrimonio sentimental que sobrevive en la memoria de los vecinos. Frente a los grandes almacenes, que tienden a homogeneizar el paisaje urbano, el fotógrafo se interesa por los negocios de proximidad, esos que sostienen la vida diaria y transmiten un carácter propio a la ciudad. De ahí que en la muestra convivan locales que siguen abiertos y otros que ya han desaparecido, algunos incluso sin dejar rastro.

“El mayor problema es elegir cuáles mostrar”, reconoce Ñíguez. “Hay tantísimos comercios que todos podrían tener cabida. Mi interés es el pequeño comercio de barrio, no los grandes almacenes”. La exposición se convierte así en un ejercicio de arqueología reciente. Un bar que ya no sirve cafés, una panadería de la que solo queda el recuerdo del olor a levadura, o una tienda de material eléctrico reconvertida en compraventa de oro. Cada imagen testimonia la transformación de Salamanca, al tiempo que invita a reflexionar sobre lo que se gana y lo que se pierde con esos cambios. Pero también hay celebración: negocios que han resistido, como el Café Novelty, continúan aportando identidad a las calles y siguen siendo espacios de encuentro reconocibles.

El recorrido incluye algunos de los comercios que más han marcado la vida de los salmantinos: Mantequerías Paco, con sus escaparates vertiginosos; el Bar La Imprenta, donde aún se percibe la resonancia de las conversaciones; la gasolinera neorrenacentista de Nuño; o el Café Alcaraván, testigo de tertulias y encuentros cotidianos. También aparecen establecimientos de servicios esenciales como la Farmacia Escudero o locales culturales como la librería del Carmen y la copistería Multi-Copi. Entre los bares emblemáticos destacan Bolero y Toscano, así como la zapatería Zappatoni, ejemplo de la supervivencia de un oficio artesanal frente a la producción masiva.

El Bar Los Amigos, cuya imagen recibió un premio, ejemplifica los comercios que se esfuman físicamente pero persisten en la memoria colectiva. Lo mismo ocurre con el Horno Marsán, en la cuesta del Grillo, que dejó una huella olfativa imborrable, o con Material Eléctrico Morocho, reconvertido en un negocio muy distinto. “Cuando fotografío estos locales, busco capturar su atmósfera, su esencia”, comenta Ñíguez a Ical. “Aunque ya no existan, siguen vivos en la memoria de la ciudad”.

El encanto como atmósfera

La palabra “encanto” funciona como hilo conductor de la exposición. No se trata solo de locales bonitos o singulares en su estética. Un comercio con encanto no se limita a vender un producto, sino que ofrece algo más difícil de describir: autenticidad, trato humano, historia y atmósfera. Esa cualidad intangible, que Ñíguez busca en sus fotografías, es la que transporta al espectador hacia su propia memoria. De hecho, las imágenes apelan con frecuencia a la infancia: el olor del pan al doblar una esquina, el sonido de una máquina registradora, la familiaridad de un tendero que conocía a todos sus clientes.

“El salmantino es de comercio tradicional”, asegura. “Incluso hoy, con internet como el mayor escaparate posible, sigue apostando por lo local. Ojalá siga así muchos años”. La declaración refleja la visión de Ñíguez sobre la relación entre la ciudad y sus habitantes: una conexión que trasciende la compra y se convierte en experiencia cotidiana, de afecto y arraigo.

Trayectoria del autor

Ñíguez no llega a esta exposición desde la improvisación. Su trayectoria está marcada por la constancia y por una relación íntima con la fotografía desde que, a los veinte años, entró en un cuarto oscuro. Desde entonces, el blanco y negro se convirtió en su territorio natural. Ha explorado tanto la fotografía fija como el vídeo, y con la llegada de lo digital amplió su horizonte hacia nuevas formas de exhibición y difusión.

Ha trabajado en proyectos colectivos en los que la poesía y la imagen dialogaban. En 2008 participó, junto a su hermano José Carlos y la escritora Juana Hernández Conesa, en ‘Amarrados en azul. Fotopoemario’, obra seleccionada para ARCO 2009. Tres años después publicaron ‘Amor de puño y letra’, consolidando una colaboración que entrelazaba literatura e imagen. En todos esos proyectos se percibe un interés constante por lo humano y lo cotidiano.

Hoy Ñíguez participa activamente en la vida cultural de Salamanca. Ha formado parte del jurado del XIII Concurso Anual de Fotografía del Museo del Comercio y su obra ha sido reconocida en certámenes recientes, como el IV Concurso de Fotografía de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, donde obtuvo el primer premio con la pieza ‘Abrazando la Cruz’. Su presencia es habitual en muestras colectivas y en ciclos organizados por asociaciones locales, como AVIVA o el Casino de Salamanca.

Lejos de entender la jubilación como retiro, Ñíguez se mantiene en plena actividad creativa. Prepara un festival de fotografía en Cartagena, su ciudad natal, al tiempo que sigue implicado en la programación cultural de Salamanca. A partir del 25 de septiembre se reunirá cada jueves con un grupo de fotógrafos en el Casino para mostrar trabajos y debatir sobre ellos. Su compromiso no se limita a la producción personal, sino que se extiende a la construcción de comunidad y al impulso de nuevos proyectos.

“Esta exposición es solo una parte de un archivo en construcción permanente”, comenta Ñíguez. “Siempre he querido recoger la historia de la ciudad a través de los comercios, fijar en imágenes lo que la transformación urbana amenaza con borrar”. ‘Comercios con encanto’ se inserta en ese contexto: cada fotografía es un testimonio y un homenaje a la memoria cotidiana de Salamanca.

Una propuesta abierta al espectador

La exposición no es cerrada ni definitiva. El visitante que haya conocido esos comercios reconocerá olores, sonidos y gestos que formaron parte de su vida. Quien no los haya vivido encontrará, sin embargo, un relato que ayuda a comprender la identidad de Salamanca y la importancia de lo local en un mundo globalizado. El video complementario refuerza esta intención, recordando que el archivo de Ñíguez es mucho más amplio y que lo mostrado en sala es solo una parte del proyecto.

“El domingo por la mañana estuve en el museo y había muchísimas personas visitándola, incluso con niños pequeños”, relata el fotógrafo. “Me gustó ver cómo los padres indicaban a sus hijos dónde estaba cada comercio y qué actividad tenía. Es algo interesante para la ciudad”.

Salamanca no aparece solo como telón de fondo, sino como personaje. Sus calles, barrios y plazas son el escenario donde se desarrolla la vida comercial que Ñíguez retrata. Aunque en las imágenes no aparezcan personas, su presencia se intuye en cada detalle: en la disposición de los productos, en la huella del uso cotidiano, en la atmósfera de cada rincón.

Hablar de comercios con encanto es hablar de cómo la ciudad se relaciona consigo misma, de los vínculos comunitarios y de lo que se pierde cuando un negocio baja la persiana. Ñíguez rescata no solo fachadas, sino también modos de vida, y al hacerlo aporta una perspectiva valiosa sobre el presente y el futuro de Salamanca.

El valor de esta exposición trasciende así lo estético y se adentra en el patrimonio cultural inmaterial. Los comercios de proximidad son parte de la historia viva de Salamanca, tanto como sus monumentos más reconocidos. Si la Catedral o la Universidad remiten a una grandeza académica y espiritual, los pequeños locales hablan de la vida diaria. El Museo del Comercio, al acoger esta exposición, refuerza su papel de preservar no solo objetos o documentos, sino también formas de vida.

‘Comercios con encanto’ se erige como una exposición que trasciende el marco museístico. Es un archivo sentimental, una crónica urbana y un homenaje a quienes hicieron de sus comercios un lugar de encuentro y de vida. Frente a la desaparición de muchos de estos locales, la fotografía se convierte en refugio y en herramienta de resistencia.

El Museo del Comercio ofrece hasta noviembre la posibilidad de recorrer este universo en blanco y negro y de reconstruir, a través de las imágenes, la historia cotidiana de Salamanca. Un ejercicio que recuerda la importancia de mirar alrededor con atención y de reconocer en la tienda de la esquina, en el café de siempre, en la farmacia de toda la vida, una parte esencial de lo que somos como comunidad.