Economía
La artista palentina que pinta sueños en cada paso
De las raíces ampudianas a las pasarelas, la diseñadora Carmen Valencia transforma alpargatas en obras únicas de arte artesanal
En un pequeño taller ubicado en su casa en la capital palentina, Carmen Valencia empuña un pincel con la misma pasión que un pintor frente a su lienzo. Pero ese lienzo no son telas enmarcadas: son alpargatas, esas humildes zapatillas de esparto que, bajo sus manos expertas, se convierten en piezas exclusivas de arte. Con once años de trayectoria, esta artesana ha elevado lo cotidiano a lo extraordinario, fusionando pintura, costura y creatividad en complementos que adornan bodas, comuniones y hasta escapadas navideñas. "Con trabajo y esfuerzo todo es posible", dice a Ical, citando el legado de su madre, su gran inspiración.
La localidad palentina de Ampudia, con sus calles empedradas y su plaza mayor llena de vida, no es solo el lugar de origen de Carmen; es el suelo fértil donde germinaron sus dotes artísticas. "Mi pueblo en sí tiene mucho arte, es verdad", confiesa. Pero su talento, asegura, es innato. "Desde que era pequeñita ya me gustaba mucho pintar y dibujar, me encantaba, y viene de ahí, desde pequeña".
El ADN creativo de la familia Valencia es innegable. Su padre, maestro del cuero, transformaba pieles en obras funcionales con una destreza que rozaba lo artístico. Su madre, Pilar, no solo regentó durante 40 años un bar-restaurante en el pueblo –un emblema local donde "les conoce todo el mundo"–, sino que era una modista consumada. "Siempre le ha gustado mucho la costura, no se hacía la ropa", recuerda Carmen con orgullo. En ese ambiente, entre ollas humeantes y retales de tela, la joven Carmen absorbía lecciones de constancia y belleza. "Mi madre es mi ejemplo de lucha, fuerza y constancia", afirma. Hoy, ese legado se materializa en cada puntada y cada trazo. "He aprendido que con trabajo y esfuerzo todo es posible".
Sus inicios fueron puros y clásicos, pintando cuadros. Pero hace once años, un evento familiar cambió el rumbo de su vida. La boda de una prima en Ampudia se convirtió en el catalizador. "Me vino la idea a la cabeza de por qué no sacar este arte y poderlo lucirlo en una prenda", explica. En lugar de colgar sus creaciones en paredes, decidió llevarlas a la calle. "En una cazadora vaquera, en unas Converse, hacer algo único". Así nació el primer par de alpargatas pintadas a mano: blancas, cómodas, perfectas para que la novia bailara sin renunciar al estilo.
"Ella no se lo esperaba", relata Carmen, reviviendo la emoción. Las alpargatas, decoradas con motivos florales delicados, sorprendieron a la novia, que se cambió de tacones a medianoche. "Se emocionó mucho, y yo también". El impacto fue inmediato: invitados maravillados, fotos virales en la era pre-Instagram. "Fue una gran promoción", admite. Boca a boca en Ampudia, luego en Palencia, y pronto encargos de todo tipo. "Ahí empecé".
Pero, ¿qué hace que una simple alpargata –ese calzado veraniego, humilde y español– se convierta en una obra de arte? Carmen lo resume en una palabra: pasión. "Siempre me han gustado las alpargatas. Veo que es un calzado cómodo, y digo, ¿y por qué no darle un toque especial?". Su fórmula es una sinfonía de disciplinas: pintura acrílica de alta calidad, costura manual, puntillas importadas y tejidos nobles. "Combino la costura con la pintura", detalla.
El proceso, que puede tomar de 10 a 20 horas por par, es un baile entre improvisación y precisión. "Hay veces que me piden alguna idea en concreto, pero la mayoría de las veces sí que improviso", confiesa. Todo comienza con una base: alpargatas fabricadas en España, "de buenísima calidad". Luego, el diseño. Para sus famosas "alpargatas flamencas" –su sello distintivo–, pinta una bailaora en un pie y, con pasamanería, extiende una bata de cola que fluye hasta el otro. "Es algo muy único mío", presume. Colores empolvados, rosas nude, azules serenos: "Menos es más. No me gusta recargar, porque no queda bonito ni fino".
La calidad es sagrada. "No puedo trabajar con pinturas que no sean de calidad, o en una materia prima que no lo sea", enfatiza. Usa acrílicos resistentes al lavado, que duran años sin decolorarse. Para adaptarse a eventos específicos, las clientas envían fotos del vestido. "Si es de comunión, me fijo en los tonos. Trabajo elegante y sencillo". El resultado, alpargatas que no solo combinan, sino que elevan el look. Cada par es único: "No hay dos iguales".
Hemos visto evoluciones. "Ahora lo veo más fino, más elegante", dice Carmen, comparando diseños antiguos con los actuales. Sus diseños iniciales eran vibrantes, casi naïf; hoy, son etéreos, con líneas limpias y texturas sutiles. "Se nota la diferencia. No he visto a nadie que trabaje así de fino". La prueba, sus propias clientas. "Encargan para la mayor, y vuelven para la pequeña". Repetición que, para ella, "es lo que realmente marca la diferencia".
Hace cinco años, el destino llamó a sus puertas. Carmen fue seleccionada para la Pasarela de Moda de Castilla y León, en Valladolid. "Pensaba que no me iban a elegir, pero fue todo lo contrario", recuerda con voz temblorosa. Presentó una colección de 12 pares: flamencas, comuniones, novias. El jurado, impresionado por la artesanía manual, la catapultó. "Fue un orgullo, algo muy bonito". Desde ese momento sus encargos se multiplicaron por diez y su agenda no para. Exposiciones en el Círculo de Recreo de Valladolid, invitaciones a mercados en Tarragona, ferias locales en pueblos palentinos. "Me llaman de varios sitios, pero mi trabajo es más específico de encargo", señala. Pertenece a la Asociación de Artesanía de Castilla y León (Foacal), sello que avala su calidad.
El alcance trasciende fronteras. "He mandado a Colombia, a Tenerife, Islas Canarias". Un par de alpargatas flamencas voló a Bogotá para una boda colombiana-española; otro, a una comunión en Santa Cruz de Tenerife. "Se las han llevado felices".
En la era digital, Carmen es una maestra. "Lo que más me funciona son las redes sociales", admite. Instagram es su escaparate donde, a través de reels muestra el proceso de creación. "Contactan por privado y así he ido creciendo". Prioriza lo personal: mensajes directos, fotos de clientas luciendo sus creaciones. "Es como el boca a boca de la boda, pero global".
Navidad es su próximo filón. "No se queda solo en comuniones o bodas. Piensen en mí para regalos especiales: alpargatas pintadas, cazadoras". Mirando al 2026, Carmen planea "sobre la marcha". Se inspira en tendencias de comuniones, pero sueña grande. "Que me conozcan más gente, muchos más encargos". Quiere diversificar: bolsos pintados, chaquetas vaqueras. "Hay muchísimas cosas".
Su mensaje a aquellos que quieren seguir sus pasos es claro. "Todos aquellos que tienen un sueño han de luchar por él. Hay que intentarlo, no quedarse con las ganas". Palabras de quien, de un pincel en Palencia, aunque con su Ampudia en el corazón, pisa pasarelas. En un mundo de producción masiva, ella defiende lo único, lo hecho a mano. Como sus alpargatas, su trayectoria es cómoda, elegante y eterna.