Sociedad

Emotivo homenaje a Nacho Rumbao, el bombero forestal fallecido este verano en el incendio de Yeres

Vecinos de la Tebaida Berciana, brigadistas, amigos y familiares participan en este acto lleno de recuerdos, de poemas, música y lágrimas

Acto de homenaje a Nacho Rumbao, el bombero forestal fallecido en Espinoso de Compludo (León)
Acto de homenaje a Nacho Rumbao, el bombero forestal fallecido en Espinoso de Compludo (León)IcalIcal

Emotivo homenaje el que los vecinos de la Tebaida Berciana han rendido este domingo a Nacho Rumbao, el bombero forestal fallecido el pasado 17 de agosto mientras luchaba contra las llamas del incendio forestal de Yeres.

Más de un centenar de personas, entre vecinos, brigadistas, amigos y familia han recordado a este hombre que perdió la vida cuando la autobomba que conducía sufrió un accidente en Espinoso de Compludo, en el municipio de Ponferrada. Pueblo que renombrará sus antiguas Escuelas como “Centro Cívico Nacho Rumbao”

Un acto lleno de recuerdos, de poemas, música y lágrimas, que han aprovechado también para reivindicar más prevención en los montes.

Nacho Rumbao, de 57 años, viajó desde Soria, donde residía y trabajaba, para sumarse a las labores de extinción del incendio que había obligado a desalojar numerosos pueblos de la Tebaida Berciana y nunca regresó a su casa.

Su viuda, Maruchi, rota de dolor, recordaba hoy el amor que su marido tenía a su trabajo. “Le gustaba todo lo que hacía, se involucraba mucho. Su pasión eran los coches y servir a los demás. Murió ayudando, que es lo que me deja un poco en paz”, señalaba, emocionada y entre lágrimas compartidas por Álex, el brigadista que viajaba en el coche junto a Rumbao y que salvó la vida.

El jefe de bomberos de Ponferrada, Olivier Bao, pedía perdón a la familia por considerar que “fracasaron” en su labor. “Hemos fracasado. La obligación de todos los servicios de extinción de incendios y de emergencia es, primeramente, cuidar de la vida de las personas”, decía.

El homenaje se completó con la lectura de un poema de Alberto Morate, una alegoría de Manu Velasco y la interpretación de dos canciones, al violín, a cargo de Daniel Bombín.