Opinión

Paradojas de la "Justicia"

A veces, por no decir casi siempre, la realidad supera a la ficción y hay situaciones en esta vida que escapan al entendimiento humano o se hacen difícilmente explicables

Imagen de la balanza de la justicia
Imagen de la balanza de la justiciaredes socialesLa Razón

A veces, por no decir casi siempre, la realidad supera a la ficción. Y es que hay situaciones en esta vida de hoy que escapan al entendimiento humano o se hacen difícilmente explicables, como la que ocupa estas líneas.

Un caso que, desde hace siete años como mínimo, tiene en vilo a una familia, e incluso en pie de guerra a una de las partes en litigio según cuenta la otra, la más afectada por todo lo que está pasando y que solo busca sobrevivir en estos días de zozobra y poder salir adelante.

Este artículo solo pretende exponer una situación que, por desgracia, está a la orden del día en nuestra sociedad. Un caso real que está pasando en estos momentos, con cuatro protagonistas de carne y hueso a quienes mencionaremos con nombres ficticios, de los cuales tres están sufriendo directamente las consecuencias.

Una coyuntura que no tiene una solución fácil aunque pueda parecerlo, que está en manos de la Justicia y que, sobre todo, pone de relieve lo mejor y lo peor del ser humano.

Lo mejor, por la capacidad de superación y de lucha de los tres miembros de la familia más afectados, y, lo peor, por la actitud del cuarto en discordia y denunciante, en este caso el padre y ex marido de los otros, capaz de dejarles en la calle y sin nada que llevarse a la boca para dar carpetazo a una parte de su vida que, según parece, quiere olvidar para siempre.

Una familia atípica por la nacionalidad de los padres, divorciados desde hace siete años. Él, al que llamaremos Pedro, es de origen sudamericano, y ella, a quien nombraremos Marta, es eslava, y tienen dos hijos en común de 20 y 24 años, a los que nos referiremos como Rosa y Fernando, nacidos en España. Ambos son estudiantes y trabajadores a tiempo parcial y residen en la vivienda familiar que tienen en Valladolid cuya hipoteca pagan los padres a partes iguales, aunque Fernando a fecha de hoy se encuentra fuera del país trabajando de profesor e intentando labrarse un futuro, si bien en apenas unos meses volverá a la ciudad, aunque no sabe si a su hogar.

El caso es que tras el divorcio, un juzgado de Valladolid dictaminó que el uso de esta vivienda familiar fuera un año para el padre y otro para la madre, hasta su venta. La vivienda es la residencia habitual de los hijos y, por tanto, tienen derecho a vivir en ella. Cuando es la madre la que tiene el uso, se encarga de los gastos y no hay problema, pero cuando es el padre el que lo tiene, es cuando ha surgido el conflicto, sobre todo en este último año.

Marta, la madre, lleva desde el divorcio haciéndose cargo de los hijos, que en el momento de la separación eran menores de edad. Pedro, el padre, abandonó el domicilio familiar y ahora vive en otra provincia española con una renta de más de dos mil euros al mes y no tiene ninguna necesidad económica, pero quiere echar a los hijos de la casa para poder venderla.

Al respecto, esgrime ante la juez que sus vástagos quieren estar con su madre, pero el problema es que ella apenas tiene recursos económicos, y lo poco que ingresa lo dedica casi en su totalidad a pagar su parte de la hipoteca. De hecho, el año que no tiene el uso de la vivienda familiar, como ocurre en estos momentos, vive en una habitación que le han prestado unos amigos.

La hija, Rosa, está estudiando Psicología en Valladolid pero también trabaja a tiempo parcial para ganar algo de dinero -le pagan unos 400 euros al mes- con el que poder ayudar algo en los gastos y sobrevivir.

La situación se ha complicado en los últimos meses, después de que el padre denunciara ante la Justicia que la madre está incumpliendo el acuerdo al que se llegó tras el divorcio.

El progenitor, que hasta mediados de junio tiene el uso de la vivienda, entró en la casa hace unos meses con otras dos personas como testigos, y al ver a la hija en el interior, que estaba estudiando en ese momento, se dirigió a ella de malas maneras gritándola que no podía estar allí y que se tenía que ir con su madre, que es lo que siempre ha querido. Circunstancia esta que motivaba a Pedro para acudir nuevamente a los juzgados intentando aprovechar una posible grieta en la sentencia judicial tras el divorcio sobre este hecho en concreto.

Rosa recuerda lo mal que lo pasó en ese momento y el miedo que tuvo por el fuerte carácter de su padre. E incluso asegura que tuvo que ir a Urgencias por la ansiedad que le generó esa situación tan agresiva y que, desde entonces, vive en casa en constante tensión.

La hija, además, niega la mayor y afirma que no han incumplido nada. Explica también que su madre, cuando no tiene el uso de la vivienda fijado en la resolución judicial, puede ir a la casa en cualquier momento siempre que sea invitada por alguno de sus hijos, y que lo que no puede hacer es quedarse a dormir. Y apunta, contundente, que ella y su hermano tienen derecho a residir allí.

"Nuestro padre vive fuera y no tiene ninguna necesidad económica ni tampoco de uso de la residencia habitual", dice Rosa, que teme quedarse de patitas en la calle ante esta última denuncia de su progenitor que, según apunta, solo se mueve por interés ya que no quiere asumir los gastos cuando le toca y porque piensa que sus hijos y su exmujer le quieren arruinar la vida.

"Él, con casa y dinero, nosotros en la calle, estas son las paradojas de la Justicia", se lamentan los dos hermanos, que aunque muestran su confianza en la ecuanimidad e imparcialidad de la Justicia, no están del todo de acuerdo al igual que su madre por cómo se está llevando este caso desde el juzgado. En este sentido, dejan entrever que la persona de la Ley a la que encomendaron este caso les tiene cierta ojeriza y que incluso está harta de ellos por otros asuntos de la familia también judicializados, como la liquidación de los bienes de casa.

Marta, Fernando y Rosa ponen como ejemplo que esta persona "nunca" ha tenido en cuenta las pruebas que han presentado, y dicen tener la sensación de que quiere cerrar este asunto cuanto antes y que se venda la casa, lo que precisamente pretende el padre.

"Cada vez que llega a casa una notificación judicial nos echamos a temblar", señala la joven, inquieta y algo nerviosa, para quien lo peor de todo este asunto y lo que no entiende ni entenderá jamás es ver y comprobar como su propio padre pretende dejarles sin nada y en la calle, con una mano delante y otra detrás, cuando lo único que quieren los tres es poder vivir tranquilos y rehacer su vida.