Reyes Magos
Baltasar llama a los niños a «abrir ojos y orejas» para mantener la paz
El nuevo festival de luces de la cabalgata enamora a los barceloneses. Colau promete a los Reyes Magos luchar contra el cambio climático
¡Menuda faena están teniendo los Reyes Magos en Barcelona! Porque además de repartir regalos para el millón seiscientos veinte mil y pico habitantes, al desembarcar con el pailebote Santa Eulàlia en el Port Vell, un grupo de pajes tuvo que apresurarse para cambiar el motor de las tres carrozas reales. Resulta que funcionaban con diésel y como tienen más años que Matusalén, no pueden circular ya dentro del perímetro de la Zona de Bajas Emisiones. Suerte que estaban avisados y en el viejo velero en el que viajan, de 47 metros de eslora, además de regalos y carbón, llevaban un motor híbrido y las herramientas necesarias para hacer el trueque.
Todo por evitar el calentamiento global, porque si no se revierten las previsiones, en 2100, el nivel del mar subirá 1,2 metros, las playas de Barcelona desaparecerán y los Reyes Magos y su séquito no podrán arribar en el puerto. ¡Nooooooo!, exclamó Marc llevándose las manos a la cabeza, un niño de 5 años, que antes de hacerse del Club Súper 3 ya es miembro del movimiento «Fridays for Future». «Reciclaremos, iremos al colegio en transporte público y ... » Marc se quedó con la palabra en la boca cuando Melchor, Gaspar y Baltasar pisaron tierra firme y la alegría desbordó el Moll de la Fusta, donde miles de niños esperaban con histeria controlada por padres y abuelos al séquito real. Controlada hasta que pasan cosas mágicas como contó Bruna a todo el Moll de la Fusta. «¡He tocado un pelo de la barba a Melchor!», gritó con una potencia inusual para una niña de tres años. Hasta los más tímidos, que andaban escondidos entre los abrigos de sus padres, asomaron la cabeza y decidieron que por vergüenza no iban a perderse un espectáculo sin igual.
Porque la cabalgata de Barcelona es A-LU-CI-NAN-TE. No tiene nada que ver con el pesebre de la ciudad. Huye de experimentos y siempre sigue el mismo guión, a las cuatro de la tarde, los Reyes Magos desembarcan en el Moll de la Fusta, donde les espera la alcaldesa de Barcelona, que ahora es Ada Colau, para darles el pan y la sal, como símbolo de acogida, y la llave mágica que sólo funciona la noche del 5 de enero y que abre todas las casas de la ciudad. Este año, Colau, que como todos quiere más regalos y menos carbón, aseguró a los tres sabios de Oriente que «nos estamos esforzando por portarnos bien». «Estamos sacando los coches que más contaminan de Barcelona, porque queremos una ciudad más verde y más acogedora, donde todo el mundo pueda encontrar su casa», dijo.
Barcelona, ciudad de acogida
El rey Gaspar, que tenía una mirada como la Òscar Camps, el «alma mater» de la ONG Proactiva Open Armas, que rescata a migrantes en el Mediterráneo, se emocionó con estas últimas palabras de la alcaldesa. Y Baltasar le cogió el guante. Este año, por primera vez y con permiso de Melchor, que sonreía como ese concejal de Cultura llamado Joan Subirats, el rey negro tomó la palabra en nombre de Sus Majestades. Agradeció el carácter acogedor de Barcelona. «Siempre nos acoge de maravilla y nos consta que lo hace con todo el mundo que llega a la ciudad, venga de donde venga», afirmó. A cambio de los regalos que repartirán, Baltasar pidió a los niños y no tan niños que abran «ojos y orejas» para mantener la paz. En resumen: respeto.
El último en explicar a los Reyes Magos que Barcelona es «una ciudad abierta y tolerante» fue el gigante carbonero, que extrae el carbón dulce que se reparte a niños y a adultos. Nadie se libra, porque el año tiene 365 días y siempre hay momentos buenos y malos. El gigante carbonero había oído hablar de la cabalgata de Barcelona y el año pasado se sumó al séquito real. Le acogieron tan bien que este año ha repetido y sabiéndolo, el equipo artístico de la cabalgata le ha puesto luces.
Este año las luces fueron las protagonistas, porque con la tecnología, la iluminación de las carrozas se sincronizó con la de los bailarines y la música. ¡Brutal! Pero también fueron protagonistas las cebras, que acompañaban a Baltasar y los robots de una fábrica de juguetes que tras escuchar las historias del carbonero, este año no se quisieron perder el único espectáculo del mundo en que la resaca es aún mejor.
✕
Accede a tu cuenta para comentar