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Bruce Jay Friedman, el olvidado de los grandes posmodernos

El autor de “Stern” y “Besos de madre” falleció ayer a los 90 años después de una carrera que incluyó una nominación al Oscar por el guión de “1,2,3... Splash”

Bruce Jay Friedman con su inseparable cigarro fue uno de los grandes de la literatura americana
Bruce Jay Friedman con su inseparable cigarro fue uno de los grandes de la literatura americanaLa RazónArchivo

El mundo aplaude a Joseph Heller y su “Trampa 22”; admira el delirio de Thomas Pynchon y su “El arcoiris de la gravedad”; se maravilla ante las hazañas de William Gaddis en “J.R:” o John Barth en “El plantador de tabaco”; y se estremece ante Kurt Vonnegut y su “Matadero número 5” o los cuentos de Stanley Elkin en “Poética para acosadores”. No debería ser de otra manera, pero ¿por qué, entonces, parece haber olvidado a Bruce Jay Friedman, el más divertido de toda la generación de autores posmodernos surgidos en Estados Unidos a partir de los años 50?

El autor de “Stern” y “Besos de madre” dos maravillosas novelas sobre las neurosis contemporáneas, fallecía ayer a los 90 años después de una larga carrera que incluyó una nominación al Oscar por “1,2,3... Splah”, la famosa película protagonizada por Tom Hanks y Darryl Hannah y que luego Guillermo del Toro le daría su toque personal en “La forma del agua”. El director mexicano sí ganó el Oscar a la mejor película, una especie de justicia poética para Friedman.

Stern era un autor judío, nacido en el Bronx en 1930, que sabía utilizar su propia vida para, deformándola, crear auténticos gritos de socorro tan espeluznantes como divertidos. En “Stern” predijo la caída del sueño americano de la casa en los suburbios con un hombre dominado por la neurosis y la paranoia. Y en “Besos de madre”, una especie de precuela, nos presenta a un jovencito de 17 años que se aventura a ir a la universidad, pero que verá cómo su madre insistirá en acompañarlo. “La madre más revolucionaria de la literatura después de Medea”,señalaría la crítica.

Lo cierto es que la madre de Friedman era una mujer extraordinaria y dominante. Cuando estaba en las fuerzas aéreas, Friedman se hirió en la pierna. Su madre corrió a ver qué ocurría con su hijo. Cuando llegó al hospital, le preguntó al médico cómo estaba su hijo. “Lamentablemente, tendremos que amputar”, dijo el doctor. “Lamentablemente, si lo hace, tendré que amputarle la cabeza”, contestó ella. Esta es la madre que aparece en “Besos de madre”.

Su capacidad de distorsionar hechos cotidianos o pensamientos azarosos en la mejor literatura era extraordinario. Friedman se casó joven, a finales de los 50, y se marchó con su mujer a Florida. El primer día que llegaron, el escritor, agobiado, bajó solo a la piscina. Allí había una joven nadando que, al poco rato, le salpicó y se disculpó riéndose. Friedman volvió a subir pensando si no se habría precipitado a la hora de casarse. Esa misma noche empezó a escribir un cuento, “Un cambio de planes”, la historia de un hombre que en su luna de miel se enamora de otra mujer. El cuento fue la base de la película “The heartbreak kid”, con Charles Grolin y Cyril Shepard, que en 2007 pasaría a ser “Matrimonio compulsivo”, el reencuentro de Ben Stiller con los hermanos Farelli.

Lo cierto es que a finales de los 60 Friedman era el autor de moda de la nueva corriente de autores posmodernos. Su vocación de escritor se inició tarde, cuando estaba en las Fuerzas Aéreas, y su sargento, George B. Leonard, que después sería uno de los líderes de la contracultura californiana, le recomendó tres libros, “Del tiempo y el río”, de Thomas Wolfe; “De aquí a la eternidad”, de James Jones y “El guardián entre el centeno”, de J. D. Salinger.“Después de leer esas tres novelas decidí que sería maravilloso intentar ser escritor”, afirmaba Friedman.

A principios de los 60 empezó a trabajar como editor de una serie de revistas destinadas al público masculino. Una de sus primeras decisiones fue contratar a Mario Puzo, que se convertiría en un gran amigo suyo. Incluso le enseñó el manuscrito de una de sus novelas, “El padrino”, y le preguntó qué le parecía el título. “No me dice nada, me parece algo doméstico”, le contestó. Por suerte, en esta ocasión no le hizo ni caso. Friedman incluso aseguraba que Puzo le salvó la vida. En esa época, el autor de “Besos de madre” iba muchos días de fiesta con Joe Gallo, un personaje estrambótico que salió de la prisión a principios de los 60 y quería recuperar el tiempo perdido. Cuando Friedman le dijo a Puzo que pensaba salir con Gallo, éste le dijo sin paliativos, “eso no es muy inteligente”. Friedman cortó lazos y un día después Gallo moría acribillado en un pequeño restaurantede Little Italy. “Si no me hubiera advertido, quizá hubiese estado allí y ahora estaría muerto”, recordaba Friedman.

En los 80 se volcó sobre todo en el cine, con títulos como “Locos de remate”, la mejor comedia del tándem formado por Gene Wilder y Richard Pryor; “Un tipo solitario”; adaptación de una de sus novelas dirigida por Neil Simon y protagonizada por Steve Martin; y “Doctor Detroit”. En los 90 su nombre empezó a quedar en el olvido, salvo para uno de sus mayores admiradores, Woody Allen, que le incluyó en varias de sus películas con pequeños cameos.

Sus dos primeras novelas resumen lo mejor de Friedman como escritor, pero su carrera está llena de hallazgos, como las historias de “About Harry Towns”. ¿Por qué no se le recuerda hoy como otro de los grandes autores posmodernos? La respuesta es simple, si no se asocia una narración a una gran idea, como la guerra en “Trampa 22”, “Matadero número 5” o “El arcoiris de la gravedad”, la historia en “El plantador de tabaco” o la economía en “J.R,”, el canon oficial no se toma la molestia de valorar tus logros. Sin embargo, nadie describió mejor las complejidades emocionales del ser humano en tiempo de crisis que Friedman. Ahora, en época de coronavirus y rabia racial, sus libros son más relevantes que nunca.