Cataluña
Algunos santos
De entre todos los santos, tiene uno sus preferidos. El primero san José, del que hablaré otro día porque se merece él solo un artículo, y luego los que a continuación se nombran: San Pedro, porque era pescador de oficio antes de meterse a apóstol; porque le prometió a Jesús que nunca le negaría, pese a que el Maestro le había asegurado que lo haría tres veces antes de que cantara el gallo, y luego fue cobarde y efectivamente así ocurrió, y él rompió a llorar amargamente al darse cuenta; y porque dudó y tuvo miedo en el huerto de Getsemaní cuando los guardias fueron a prender al Maestro, y con una espada le cortó una oreja a Malco, el siervo del Sumo Sacerdote.
San Isidro Labrador, por el oficio humilde que ocupó sus días, que los pasaba labrando la tierra y, cuando se cansaba, se iba a rezar a la iglesia más próxima. Claro que al volver se encontraba con el trabajo hecho y los surcos acabados y bien derechos, pues un ángel se encargaba de guiar a los bueyes y otro el arado en su ausencia.
San Francisco de Asís, porque era pobre, y porque sabía hablar con los animales –el hermano lobo y la hermana cabra–, y tratar con las plantas –el hermano cardo y la hermana ortiga–, y conversar con los astros –"fratello sole, sorella luna"–, y porque prefería la vida de andar por los caminos a la más cómoda y muelle del convento.
San Simeón el Estilita, por haber sido capaz de pasarse 37 años encima de una columna en el desierto, alimentándose únicamente de pan y leche de cabra, y hablando solo con los cuervos.
San Martín de Porres, por ser el primer santo mulato de América y porque se le representa siempre con una escoba, utensilio humilde que no acostumbra a verse en los altares.
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