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Visitando la cartografía de Mercè Rodoreda

Un libro recorre los escenarios humanos y literarios de la autora de “La plaça del Diamant”

Mercè Rodoreda
Mercè RodoredaFundació Mercè Rodoreda

A la manera de una cartografía humana y literaria de una de las voces imprescindibles de la literatura catalana de todos los tiempos, la palabra de Mercè Ibarz y la fotografía de Carme Esteve se han encargado de recoger los decorados de la memoria de Mercè Rodoreda. «Rodoreda paisatges» es un bellísimo volumen editado conjuntamente por la Fundació Mercè Rodoreda y el Institut d’Estudis Catalans que invita al lector a viajar por Barcelona, París, Ginebra o Romanyà de la Selva, todos los decorados de la gran narradora.

Durante un año, las dos autores han recorrido cada uno de los rincones que forman parte del mundo de la escritora, desde su nacimiento en Barcelona en 1908 hasta su fallecimiento en Romanyà de la Selva, donde Rodoreda decidió encerrarse. Pero esta andadura también se ha extendido por las ciudades que forjaron el exilio por Europa de Rodoreda. Como explicó ayer Mercè Ibarz, en una rueda de Prensa, «los paisajes son importantes en la vida de cualquier persona, pero especialmente para alguien que ha vivido el exilio». A este respecto, Carme Esteve también apuntó que «he fotografiado los paisajes de Rodoreda desde la ausencia para intentar encontrar la presencia y creo que la hemos encontrado».

Todo se inicia en un 1908, en una Barcelona que se está transformando profundamente. En el texto que ahora se presenta como prólogo de «La plaça del Diamant», la misma autora nos da las pistas necesarias: «Soc filla de Sant Gervasi de Cassoles, d’un carrer estret i curt que, aleshores, anava de Pàdua a la riera de Sant Gervasi i que es deia carrer de Sant Antoni; més endavant li van canviar el nom pel de carrer de París i, més endavant encara, pel de Manuel Angelon, que encara conserva».

Con este punto de partida, Ibarz nos da en cada páginas las informaciones biográficas necesarias para poder seguir los pasos de Rodoreda, además de incluir fragmentos de algunas de las novelas, cuentos y cartas de la protagonista. La fotografía de Esteve refuerza estas rutas.

En Barcelona nos adentramos en la casa familiar, pero también en la escuela, aparte de los parques, esos espacios naturales en mitad de la ciudad y que tanto fascinaron a Rodoreda a lo largo de su vida, ya fuera el Turó Parc o el Park Güell. Tampoco faltan las tiendas o los cines a los que acudía, además del Ateneu Barcelonès donde pasó numerosas horas al estar allí la redacción del diario «Mirador».

Tras la capital catalana, en el volumen le sigue un extenso bloque de seis capítulos dedicados a su exilio: «Del Mas Perxés a Roissy-en-Brie» (Francia), «Sota les bombes fins a Llemotges» (Francia), «Bordeus després d’una altra guerra» (Francia), «Una casa incerta a París» (Francia), «L’obra floreix a Ginebra» (Suiza) y «Viena, una nit» (Austria). Es una travesía que tiene su pistoletazo de salida cuando el 30 de enero de 1939, con las tropas de Franco a punto de concluir la Guerra Civil, Mercè Rodoreda y un grupo de escritores del bibliobús del Departament de Cultura consiguen pasar la frontera por Pertús, comenzando una travesía que no tendrán la fortuna de vivir muchos exiliados. La escritora consigue viajar a París para poder ayudar a la Generalitat, ya en el destierro, además de intentar conseguir el apoyo del PEN Club. El delegado catalán de esta entidad, Francesc Trabal, consigue que el citado grupo pueda refugiarse en un «chateau» de Roissy-en-Brie, donde la autora de «Mirall trencat» reforzará su amistad y posterior relación sentimental con el escritor Armand Obiols, que también viaja solo.

Las autoras se han adentrado en estos domicilios, algunos de paso, y que se encuentran entre dos guerras: la que se ha vivido en España y la que hará que Europa quedé herida de muerte entre 1939 y 1945. La investigación ha hecho que se hayan obrado milagros, como la posibilidad de entrar por primera vez en la que fue casa de Rodoreda en París, en la Rue de Cherche-Midi y que, como nuestra protagonista apunta en una carta a Anna Murià, «és petita com un cop de puny i sense aigua. Un desastre». También podemos seguir la huella de la escritora por las galerías de arte de la capital francesa, las mismas en las que verá la obra de Miró y Dubuffet, algunas de las influencias que tendrá la pintura no tan conocida de Mercè Rodoreda.

Tras el exilio, la autora de «Aloma» regresa a Barcelona, aunque siguió viviendo entre Ginebra y París. Son también los tiempos de su reconocimiento público y del incondicional apoyo del editor Joan Sales. Será en Romanyà de la Selva donde la ya exitosa autora concluirá su recorrido, al igual que lo hace este libro que nos lleva hasta la última morada de esta creadora.