Experimeto epidemiológico
El concierto de Love Of Lesbian sin medidas de protección se saldó sin contagios
Los investigadores del Can Ruti y organizadores del espectáculo señala que hubo seis positivos de la covid-19
El concierto del grupo Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi de Barcelona del marzo pasado, que fue la primera prueba piloto masiva y sin distancia de seguridad con cerca de 5.000 asistentes durante la pandemia de coronavirus, “no fue un evento de súper transmisión”.
Lo han explicado en rueda de prensa los investigadores del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona (Barcelona) --conocido como Can Ruti-- Boris Revollo y Josep Maria Llibre junto a la consellera de Cultura en funciones, Àngels Ponsa, el primer teniente de alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, y el jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas de Can Ruti, Bonaventura Clotet.
Por lo tanto, creen que se superó la polémica y temida prueba. Sólo seis de esos 5.000 asistentes dieron positivo por la covid-19 dos semanas después, de los que cuatro se contagiaron fuera del concierto, según los organizadores. Además, los seis casos registrados estaban en puntos separados del Palau Sant Jordi, por tanto no hubo contagio entre ellos, y fueron casos leves o asintomáticos.
Por tanto, concluyen los promotores del experimento, no se produjo transmisión masiva en el concierto. «Un concierto de música en vivo, en un recinto cerrado, con 5.000 personas que pueden cantar, saltar, bailar y abrazarse, y que han pasado un test previo, es una actividad segura» ha concluido el doctor Josep Maria Llibre, director del estudio. La proyección de esos seis casos da una incidencia de 136 sobre 100.000, la mitad de la incidencia de contagios que registró Barcelona esa semana.
El concierto, tutelado por médicos del hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, se presentó como una prueba piloto para la celebración de grandes eventos. Era la segunda de estas pruebas, tras un concierto de formato reducido, con 500 personas, celebrado en la Sala Apolo, en el que tampoco se acreditaron contagios.
Para garantizar la seguridad de los asistentes, la entrada se hizo de forma gradual y a través de cuatro puntos de acceso. En ellos se entregaba al público una mascarilla FPP2 de la organización que debían colocarse en lugar de la que traían de la calle y también se pasaba por un punto de gel hidroalcohólico.
Todos los asistentes se realizaron test previos de antígenos el mismo día del concierto. La mayoría de los 5.000 asistentes, entre las 8 y las 16 horas en las tres salas dispuestas para ello (Luz de Gas, Razzmatazz y la Sala Apolo), mientras que los más rezagados se hicieron la prueba en el propio Sant Jordi.
Sin incidencias, el concierto empezó con un retraso de media hora y duró casi dos horas. El control de acceso era exhaustivo, con control de temperatura incluido en las puertas del Sant Jordi. Además de las citadas, las medidas de seguridad se limitaban a una mascarilla FFP2 obligatoria y la división de los 5.000 espectadores en tres bloques (también, claro, recorridos delimitados, ventilación reforzada...).
El evento tenía un presupuesto cercano a los 200.000 euros, de los que entre 80.000 y 90.000 se recuperaron con la venta de las entradas. Los promotores (festivales y otros actores de la música en vivo) asumían, con ayuda de la administración y patrocinadores, lo que faltaba.
La presentación del festival contó con el apoyo de las conselleres de Salud y de Cultura, Alba Vergés y Àngels Ponsa, y de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que destacaron que supone un avance para el retorno de la cultura sin comprometer el control de la pandemia. Se agotaron en pocas horas las 5.000 entradas para el concierto.
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