Historia
La caída de Barcelona en 1939 explicada al presidente de Estados Unidos
Un diplomático informó a Franklin D. Roosevelt desde Francia sobre el final de la Guerra Civil
El comportamiento de Estados Unidos hacia algunos episodios del siglo XX es ciertamente cuestionable. Por ejemplo, aún resuena la opinión que el secretario de Estado Alexander Haig realizó cuando fue preguntado el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981: «Es un asunto interno». Aquellas desafortunadas palabras probablemente tienen su origen en la actitud estadounidense durante la Guerra Civil, especialmente en la pasividad del presidente Franklin D. Roosevelt, algo de lo que se arrepintió una vez había concluido la contienda.
En los National Archives de Washington hay algunas pistas sobre la actuación de la Casa Blanca en los aquellos años y su papel en la guerra en España. En esta ocasión pararemos atención a la información que recibió sobre la caída de Barcelona en 1939. Se trata de documentos oficiales del diplomático estadounidense William Christian Bullitt, Jr. dirigidos al presidente, una especie de diario de lo que estaba ocurriendo en una Europa en la que Adolf Hitler se estaba preparando para su inminente invasión de Polonia, lo que desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.
La carpeta con los documentos y las cartas que Bullitt envió a Roosevelt entre enero y junio de 1939 son un testimonio de primera mano para conocer lo que se fraguaba en los despachos en esos días. También nos permite conocer qué sabía uno de los presidentes más queridos de todos los tiempos, pero que con la Guerra Civil acabaría reconociendo que se había equivocado de manera destacada. Si abrimos la colección de texto, lo primero que nos encontramos es una nota manuscrita del embajador escrita desde Washington D.C. para felicitar a Roosevelt por su cumpleaños, y donde reconoce que «podría tratar de explicarle lo que representa para mi tenerlo en el mundo; pero creo que ya lo sabe sin necesidad de que se lo cuente». A continuación nos encontramos con una extensa serie de informes en su mayoría vinculados con la situación que se está viviendo en una Francia preocupada por el avance del nazismo. El 1 de febrero de 1939, Bullitt ya estaba en París y comenzaba a dar detalles sobre los integrantes de los servicios de información franceses.
En el mismo informe, el diplomático dedicaba unas líneas a la situación que se vivía en Cataluña en un momento en el que ya era inevitable el avance de las tropas franquistas. El final de la guerra se acercaba y Barcelona ya había caído en manos de los sublevados. Bullitt tenía quien le facilitaba información puntual de la situación al otro lado de la frontera, tal y como podemos leer a continuación. La fuente se llamaba Jules Henry quien «vino de España anoche y me dijo que él personalmente había salido a buscar el líneas que defienden Barcelona –donde estuvo hasta el mismo día que entraron las tropas de Franco. Afirmó que las líneas que defendían al Barcelona estaban ahí pero eso no había un solo defensor en ellos». Henry puntualizaba que todo había estallado en Barcelona y en ese momento «se busca el colapso total de la resistencia en Cataluña dentro de diez días y el colapso total de las áreas de Valencia y Madrid para dentro de tres semanas». A raíz de todos esos hechos, Henry sostenía que «Mussolini seguirá los triunfos de Franco con inmediatas demandas a Francia que deberán ser rechazadas y que estaremos cerca de la guerra a finales de febrero».
Los documentos son en algunos aspectos explosivos porque demuestran que algunos miembros del círculo cercano a Franco no tenía ningún problema en jugar a dos bandas e informar a Estados Unidos sobre los movimientos del dictador. Todo esto, evidentemente, llegaba a Roosevelt. Es lo que pasa cuando Bullitt añadía «el asesor más cercano a Franco» tras un banquete celebrado por industriales alemanes que el gobierno de Hitler «hizo una propuesta para comprar el 90 por ciento de las exportaciones españolas sobre una base de compensación». El diplomático proponía que se hicieran negocios con Francia, pero el español le preguntaba: «¿Qué podemos hacer? No confiamos en los franceses porque sabemos que han sido nuestros enemigos en la última guerra». A lo largo de esa conversación, narrada a Roosevelt, se descubría porque Barcelona era importante para los alemanes. Hitler estaba interesado en el mercurio y el potasa español, especialmente «uno de los los depósitos de potasa más ricos que se conocen ha sido descubierto cerca de Barcelona, que contiene algunos setenta y cinco millones de toneladas».
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