Salud
Cataluña se resiste a implantar la estimulación medular, una terapia muy eficaz y segura a la hora de tratar el dolor crónico
Es la última alternativa de tratamiento, pero permite recuperar funcionalidad a pacientes con dolor neuropático, con muchas limitaciones para actividades de la vida diario y que no han respondido exitosamente a terapias previas
Hace ya más de tres décadas se introdujo en la práctica médica una terapia basada en la estimulación medular para tratar a pacientes con dolor neuropático crónico en quienes previamente ya habían fracasado los tratamientos aplicados en primera línea. Desde entonces, la tecnología y los sistema electrónicos han avanzado significativamente y a día de hoy es una técnica que ha demostrado una gran eficacia y seguridad, sin embargo, su uso en Cataluña es muy marginal. Ante esta situación, aprovechando el contexto del Congreso Mundial de la Sociedad Internacional de Neuromodulación, que se celebra del 21 al 26 de mayo en Barcelona, la Sociedad Catalana del Dolor reivindica una mayor implantación de esta técnica en el sistema de salud catalán.
Y es que hay que tener en cuenta que en torno al 9% de la población europea sufre dolor neuropático, que se produce a raíz de una lesión o enfermedad que afecta a las fibras nerviosas que son las responsables de la transmisión de la sensibilidad del dolor, y entre este colectivo destacan por su volumen las personas intervenidas de una cirugía en la columna sin buenos resultados. Este dolor puede ser de gran intensidad, llegando incluso a inhabilitar o limitar a la persona para actividades tan rutinarias como caminar, levantarse, trabajar o practicar actividad física, con las consecuencias que ello tiene para el bienestar psicológico y emocional.
Infierno en la tierra
Buena fe de ello da M., quien prefiere mantener su nombre en el anonimato. “Con 30 años sufrí una hernia discal obstruida en la L4 L5 que me produjo ciática y el dolor era tan intenso que parecía como si me estuvieran cortando la pierna con un serrucho. Entonces me operaron y el dolor desapareció hasta que 14 años después, mientras practicaba deporte, noté un crack y a partir de ahí me volvió la ciática. Estuve aguantando el dolor hasta que un día, de repente, éste desapareció, pero entonces noté que había perdido toda la fuerza en el pie, que se quedó como caído”, relata M., que tuvo que ser intervenido de urgencia de una hernia obstruida y migrada L5 S1, con pérdida de sensibilidad en la raíz nerviosa L5. “La operación no fue bien y entonces empezó lo que yo defino como mi infierno en la tierra”.
Tras pasar por quirófano, M. no recuperó movilidad en el pie y además perdió toda sensibilidad y es que, por lo visto, durante la intervención se produjo un error médico por el que el cirujano no quitó la hernia, de manera que tuvo que ser operado por tercera vez, sin embargo, la cosa no mejoró. “Desde 2014 a 2020 fue un infierno, tenía muchísimo dolor: por un lado sentía como si me mordiera un perro en el pie y parte de la pierna y por el otro, cada mes o mes y medio sufría como descargas en la pierna cada dos o tres minutos que incluso me hacían botar del dolor”, recuerda M, quien entonces decidió probar diversas alterativas de tratamiento en busca de una solución, como medicación, estimulación externa eléctrica..., pero nada de eso dio resultado.
Y es que si bien es cierto que existen terapias dirigidas a mitigar este dolor neuropático, como fármacos, cirugía o radiofrecuencia, éstas no siempre resultan eficaces y es entonces cuando la estimulación medular se presenta como una alternativa terapéutica eficaz. Se trata de la implantación de un sistema de electrodos cerca de la médula espinal gracias al cual se activan mediante pequeñas estimulaciones de corriente estructuras anatómicas con un efecto analgésico. Para ello es preciso intervenir al paciente, al que se le realiza una pequeña incisión de entre 4 a 5 centímetros cerca de la zona lumbar para, desde aquí, introducir los electrodos, que se colocan debajo de la piel, y otra más a la altura del glúteo para la batería, que, en el caso de no ser recargable, debe sustituirse a los 10 años de media, para lo que es necesario una pequeña intervención ambulatoria.
“Me hubiera ido hace tiempo”
Para M., la estimulación medular supuso un antes y un después en su vida. “Cuando el dolor ya era incompatible con la vida, hasta el punto que he de reconocer que si estoy aquí a día de hoy es por mis hijos porque sino me hubiera ido hace mucho tiempo e incluso hubo muchas noches que no quitaba el ojo a la ventana, decidí ir a la clínica del dolor y ahí vi la opción del neuroestimulador como mi último cartucho, ya que había probado absolutamente todo con anterioridad y siempre sin éxito”, indica M., a quien en 2020 le implantaron el estimulador medular. “He pasado de una situación incompatible con la vida a disfrutar ahora de una vida bastante normal”, reconoce M., quien al respecto explica que “la clínica diaria del dolor neuropático ha mejorado significativamente mi calidad de vida y bienestar psicológico y emocional y ahora las crisis severas que antes sufría mensualmente, se han espaciado mucho. De hecho desde septiembre no he vuelto a sufrir otra”. Y todo ello, le ha permitido reducir significativamente la medicación.
Al tratarse de un terapia que requiere la implantación de un dispositivo, la estimulación medular no es nunca la primera elección de tratamiento y siempre se plantea cuando se han probado sin éxito otras terapias, sin embargo, la evidencia confirma que se trata de una técnica eficaz y muy segura y, aunque en un primer momento, requiere de una inversión mayor que el resto de alternativas terapéuticas, lo cierto es que al mitigar el dolor, también reduce el número de visitas médicas del paciente, así como también permite disminuir el uso de fármacos, por lo que en el plazo de tres años, esa inversión inicial ya se ha amortizado. Además, es importante señalar que si la terapia da resultado, ésta va a permitir reducir o suprimir la prescripción de fármacos, algunos mórficos o opiáceos, a los pacientes con este perfil médico
Pese a ello y a los grandes beneficios que puede aportar a la persona que sufre dolor neuropático, el cual no suele desaparecer completa y radicalmente pero pasa a ser muy residual y por lo tanto el paciente recupera funcionalidad y puede desarrollar sus rutinas diarias con casi total normalidad, esta técnica apenas se ha implantado en Cataluña debido a la falta de impulso por parte de las administraciones y la escasa o nula apuesta que han realizado las direcciones de los centros médicos y hospitales de la sanidad pública catalana por esta terapia.
A la cola en estimulación medular
“Estamos infrautilizando la estimulación medular entre aquellos pacientes que se podrían beneficiar”, asegura el doctor Antonio Montes, presidente de la Sociedad Catalana del Dolor y jefe de la Unidad del Dolor del Hospital de Mar, quien al respecto comenta que “estamos muy por de bajo de los países que nos rodean en lo que se refiere al uso de esta terapia”. En este sentido, cabe recordar que “en Cataluña se realizan al año 5,6 implantes de neuroestimulacion espinal por cada millón de habitantes, es decir, en torno a unos 50 o 60 implantes anuales, mientras que en Bélgica, por ejemplo, se realizan 85 implantes por millón de habitantes y en Holanda, 54. Pero hay que destacar que Cataluña se encuentra también a la cola en lo que se refiere al uso de esta técnica en el ámbito español, donde la media es de 14,1 implantes por millón de habitantes, con Navarra a la cabeza con 33,7.
Esas desigualdades son incluso evidentes dentro de la propia ciudad de Barcelona, “donde hay hospitales que no disponen de esta terapia y ni siquiera tienen la opción de derivar al paciente y otros, como el Hospital del Mar, que sí la tienen implantada, de manera que se produce un problema de equidad asistencial a todos los niveles”, denuncia el doctor Montes, quien al respecto comenta que “un paciente con dolor neuropático que no ha logrado buenos resultados con los tratamientos previos, podrá o no tener acceso a la estimulación espinal en función del donde viva”.
Y eso puede resultar realmente un agravio, puesto que el paciente que no tiene posibilidad de recibir la terapia con estimulación medular va a tener menor calidad de vida, va a sufrir dolor, va a requerir el uso de más fármacos y opiáceos... ya que, en estos casos, las terapias convencionales, como la radioterapia, tienen baja eficacia y solo palian el dolor a corto plazo, lo cual implica, además, que el paciente va a necesitar tratamiento de forma recurrente a largo plazo, con el coste que ello supone.
En definitiva, como pone de relieve el doctor Montes, “no implantar el uso de la terapia de neuromodulación de forma generalizada en la sanidad pública catalana resulta más costoso a medio y largo plazo y además se está renunciado a la posibilidad de ofrecer una mejor calidad asistencial de los pacientes con dolor neuropático”, algo que sí se ofrece en otras Comunidades Autónomas y países europeos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar