Salud

Un estudio permite avanzar hacia la individualización de las dosis de fármacos analgésicos durante la anestesia y la sedación profunda

En el marco de esta investigación, profesionales del Hospital del Mar han recurrido a imágenes de resonancia magnética para poder determinar qué áreas del cerebro reaccionan al dolor y cuándo dejan de estar activadas durante la sedación profunda

De izquierda a derecha, Jesús Pujol, Joan Deus, Juan Fernández Candil, Laura Blanco-Hinojo, Lluís Gallart, Gerard Martínez-Vilavella
De izquierda a derecha, Jesús Pujol, Joan Deus, Juan Fernández Candil, Laura Blanco-Hinojo, Lluís Gallart, Gerard Martínez-VilavellaHospital del Mar

Cuando un paciente ha de ser intervenido o someterse a un procedimiento como una colonoscopia o una biopsia, se recurre a la anestesia general en el primer caso y a la sedación profunda en segundo con el objetivo doble de que, por un lado, éste no sea consciente de lo que le está sucediendo y para ello se le administran hipnóticos, y, por el otro, que no tenga dolor, para lo que se utilizan unos fármacos, los analgésicos.

Y es que aunque el paciente esté inconsciente durante la intervención o el procedimiento, es posible que su cuerpo perciba ese dolor y reaccione ante este ese estímulo, lo que podría provocar un aumento de la frecuencia cardiaca o una subida de la tensión arterial, por ejemplo, y de ahí la importancia de los analgésicos. Al respecto, el principal reto es saber qué dosis exacta de estos fármacos es adecuado suministrar a cada paciente, ya que ello no solo depende de su peso, sino que también juegan otros factores como la patología o el estímulo, que es dinámico, y que obliga a una adaptación de esa dosis a las condiciones y especificidades de cada paciente.

El caso es que una dosis baja de analgésicos puede provocar que el paciente perciba ese dolor, mientras que una excesivamente alta puede generar efectos adversos para su salud, de manera que lo que interesa normodosificar, es decir, individualizar la dosis para suministrar la cantidad exacta de analgésicos para que el dolor se inhiba. Sobre esos efectos adversos, cabe indicar que en el caso de una sedación profunda, una dosis excesiva puede tener afectaciones a nivel cardiocirculatorio y respiratorio y, en este sentido, hay que recordar que, si bien en una anestesia general se pone al paciente en una inconsciencia tal que no puede respirar por sí mismo y, por lo tanto, hay que conectarle a un respirador para suplir así su función respiratoria, en la sedación profunda éste respira de forma autónoma y una sobredosificación de analgésicos puede provocar que el paciente deje de respirar.

Por ello, un equipo del Hospital de Mar puso en marcha un estudio para arrojar luz a la monitorización de este estímulo doloroso con el fin de trabajar en favor de una personalización de la sedación y la anestesia en función de los analgésicos que requiera cada paciente. Así pues, se reclutó a 26 voluntarios sanos para sedarles y someterles a un estímulo doloroso controlado mientras, que, mediante una resonancia magnética, se obtenían imágenes del cerebro para ver las zonas que se activaban ante dicho estímulo en función de la dosis de analgésico suministrada.

“Vimos que ocurría cuando al paciente le dábamos una dosis baja de analgésicos, una dosis intermedia y una dosis alta. En el primer caso, en la imagen cerebral se vio como el dolor quedaba parcialmente desconectado, en dosis altas se conseguía una inhibición total de esta percepción del dolor mientras que en las intermedias encontramos que, además de reducirse esa percepción del dolor, teníamos una activación de áreas también relacionadas con el despertar, con la sensación de huida, de alerta”, explica el doctor Juan Fernández Candil, médico adjunto del Servicio de Anestesiología y firmante del trabajo, quien al respecto comenta que “esto se relaciona con que el dolor no solo se percibe en un área concreta del cerebro relacionada con el zona en la que estoy recibiendo ese dolor, sino que se percibe también en áreas relacionadas con el estrés biológico que desencadena, por ejemplo, con neurotransmisores”.

En definitiva, este estudio buscaba “aportar datos más objetivos más allá de la frecuencia cardíaca o la tensión arterial, que en este caso serían los de la neuroimagen, que nos ayuden a individualizar las dosis en un paciente concreto y con un estímulo dinámico concreto”, explica el doctor, quien al respecto asegura “con esta investigación, hemos dado un pasado adelante muy importante en cuanto a hacer objetiva la medida de este estímulo doloroso”. El problema es que, tal y como apunta Fernández Candil, “hoy en día no es posible poner una resonancia magnética dentro de un gabinete para hacer colonoscopia, pero sí un electroencefalograma” y ésta podría ser la solución para tener capacidad de monitorizar el cerebro del paciente durante la anestesia o la sedación profunda y conocer así, en todo momento del procedimiento, la dosis de analgésicos que debe serle suministrada.

“Gracias a este trabajo, ya tenemos la primera fase, es decir, sabemos qué es lo que pasa en el cerebro ante un estímulo doloroso en función de la dosis, y ahora lo que necesitamos es dar un paso más allá y aplicar esto con aparatos que tenemos a nuestra disposición en quirófano, que principalmente se basan en el electroencefalograma”, concluye el doctor.