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Cataluña

El día que Ronaldinho sorprendió a España: "Cada vez me siento más catalán"

Sentirse ligado a Cataluña es tan natural como sentirse ligado a Andalucía, Madrid o cualquier otra región de España, y no va reñido con sentirse español

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Ronaldinho llegó al Barça en el verano de 2003 y no tardó en convertirse en un símbolo no solo del club, sino también de una ciudad y una cultura. Su magia en el campo levantó al Camp Nou, pero también algo más: su sonrisa y su cercanía lo integraron rápidamente en la vida catalana. Ya en 2004, apenas dos años después de llegar, lo decía con total naturalidad: "Cada día me siento más catalán". Un año después, lo reafirmaba: "Ya me siento un poco catalán", aludiendo al afecto que recibía y a su día a día en Castelldefels, donde aún hoy conserva casa, amigos y costumbres.

Y, sin embargo, declaraciones así, que en otras partes de España se celebrarían como un ejemplo de integración y afecto, a menudo despiertan suspicacias cuando se refieren a Cataluña. ¿Por qué?

Cuando alguien dice que se siente vinculado a Andalucía, Galicia, Asturias, Madrid o Aragón, la reacción mayoritaria es de simpatía: se ve como una muestra del rico mosaico cultural de España, una adhesión entrañable al "folklore" regional. Pero cuando alguien afirma sentirse catalán, el gesto se interpreta con frecuencia como un agravio, una provocación o, peor aún, como una declaración política independentista. Y eso es, sencillamente, erróneo.

Sentirse catalán no es incompatible con sentirse español. No lo ha sido nunca. Históricamente, el amor a Cataluña ha convivido sin conflicto con la defensa de un proyecto común: España. Sin ir más lejos, muchos sectores del tradicionalismo católico, ajenos a cualquier proyecto rupturista o izquierdista, han reivindicado siempre el arraigo a la tierra, a sus costumbres, a su lengua y a su identidad como parte de una visión cristiana y regionalista de España, plural pero unida.

Por eso conviene recordar ejemplos como el de Ronaldinho, que no es catalán de nacimiento, pero que se sintió catalán porque se sintió querido. Porque vivir en Cataluña, hacer vida en sus calles, ir a sus restaurantes, integrarse en la vida de Castelldefels, como él hizo y aún hace, con frecuentes visitas, es una forma de tejer vínculos reales. Y eso no es político, es humano.

Que una figura mundial como Ronaldinho dijera que cada día se sentía más catalán no debería ser motivo de alarma, sino de alegría. Es el tipo de vínculo que España debería celebrar. Porque el problema no está en que alguien quiera a Cataluña. El problema está en que algunos aún no entienden que querer a Cataluña también puede ser una forma de querer a España.