Enigma pictórico
¿Se expone en Barcelona el último cuadro de Joaquín Sorolla?
La experiencia inmersiva sobre el pintor valenciano en Centre d'Art Ametller de Barcelona presenta una obra en la que el estuvo trabajando hasta poco antes de su muerte
Durante varios años, el autor de estas líneas conversó muchas horas con el pintor y coleccionista de Mollet del Vallès Joan Abelló. El artista logró crear una imponente colección privada, con un especial interés por los grandes creadores de principios del siglo XX. En el museo que lleva su nombre se pueden contemplar una parte de estos tesoros. Tres de ellos son pinturas de Joaquín Sorolla que desde esta semana forman parte de la experiencia inmersiva sobre el mundo plástico del creador valenciano y que puede ser visitada en el Centre d'Art Ametller. Se trata de un viaje por la vida del gran pintor, además de su pintura, los temas que lo obsesionaron e, incluso, las técnicas pictóricas que empleó. Además de las proyecciones, las recreaciones y las interacciones, de poder pasear por los cuadros del pintor o por los escenarios valencianos de Sorolla, el recorrido nos reserva una sorpresa como es la exhibición de varios originales, entre pinturas y dibujos. Entre ellos están los que adquirió Abelló y una de esas obras tiene detrás una historia fascinante.
Permítanme que hable en primera persona para contarles algo que me contó el propio Abelló. Visitando con él su colección, un día me señaló un cuadro inacabado, el retrato de un caballero abocetado con pinceladas realizadas con mano maestra. Era la imagen de Aureliano de Beruete y Moret, un historiador y crítico de arte madrileño, fechada en 1920. «Es el último cuadro pintado por Sorolla», me dijo Abelló. ¿Cómo lo sabía? «Quedó sin acabar en su estudio», me comentó el propietario de la tela. ¿Era cierta esa afirmación?
Situémonos unos años atrás a la realización del cuadro inconcluso, en 1902. Fue en ese momento cuando ante Joaquín Sorolla posaron dos hombres de mismo nombre: Aureliano de Beruete y Moret. Eran padre e hijo. El primero era también pintor paisajista que mantuvo una estrecha relación con Sorolla hasta el punto que cuando murió repentinamente, en 1912, el valenciano le dedicó una exposición en su estudio. Sorolla también llevó al lienzo al hijo. Por ambas obras, hoy conservadas en el Museo del Prado, se sabe que el valenciano cobró un total de 2.500 pesetas.
Tras la muerte de Aureliano de Beruete padre, el hijo siguió manteniendo el contacto con Joaquín Sorolla, a la par que crecía su prestigio hasta el punto de convertirse en 1918 en director del Museo del Prado, cargo que ocupó hasta 1922. Gracias a Beruete la pinacoteca pasó a denominarse Museo Nacional del Prado dejando de lado su antigua denominación de Museo Nacional de Pintura y Escultura. También, a su cargo, se concluyó la ampliación del edificio proyectado por Fernando Arbós.
En 1920, cuando vuelve al estudio de Sorolla, Aureliano de Beruete es un nombre importante en la historiografía del arte. Sorolla, por su parte, es una firma más que consagrada, con un gran reconocimiento que se extiende más allá de nuestras fronteras. Su fama y prestigio lo han convertido en una firma cotizadísima. Pero en ese año su carrera pictórica conoció un revés importante.
Muy poco después de las primeras sesiones con Beruete en su casa-estudio de Madrid, Joaquín Sorolla sufrió una hemiplejia mientras trabajaba en otra obra, el retrato Mabel Rick, esposa del escritor Ramón Pérez de Ayala que dejó sin concluir. Era el 17 de junio de 1920 y el maestro estaba acompañado de quien era en ese momento su modelo y del marido de la misma. «La paleta se le caía de la mano izquierda; la diestra, con el pincel más sujeto, apenas le obedecía. Dio cuatro pinceladas, largas y vacilantes, desesperadas; cuatro alaridos mudos, ya desde los umbrales de la otra vida. Inolvidables pinceladas patéticas! “No puedo”, murmuró con lágrimas en los ojos», escribió tiempo después Pérez de Ayala en un conocido artículo al rememorar aquel triste episodio.
Joaquín Sorolla no volvió a ser el mismo tras sufrir ese ataque. Pasó los últimos años de su vida entre su residencia de Madrid y Cercedilla donde murió en 1923. Un año antes había fallecido Aureliano de Beruete.
¿Lo que se expone en Barcelona es, como me decía Joan Abelló, el último trabajo de Sorolla? Es muy difícil contestar a esta pregunta, aunque lo que sí está claro es que trabajó en esta tela hasta poco antes de sufrir el derrame cerebral que lo retiró de su oficio de pintor. Es evidente que el artista valenciano trabajó en él casi al mismo tiempo en el que también lo hacía en el de Mabel Rick, hoy conservado entre los fondos del Museo Sorolla de Madrid.
En la exposición de Centre d'Art Ametller, además del retrato protagonista de estas líneas, hay, entre otros trabajos, otros dos cuadros propiedad del Museu Abelló: un retrato de un caballero de 1883 y una tablilla con una escena en la playa de Biarritz.
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