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Opinión

Josep Pla y los adjetivos

“Yo he tratado de poner adjetivos detrás de los sustantivos… Y por esto fumo, para buscar adjetivos”

Josep Pla en Llofriu, Girona larazonLa Razón

Tuve la oportunidad la otra tarde de volver a ver la entrevista que le hizo hace ya muchos años, en diciembre de 1976, el periodista Joaquín Soler Serrano a Josep Pla en su masía de Llofriu para el programa A fondo de Televisión Española, famoso en su tiempo y hoy parece que de culto.

Josep Pla, del que acaba de publicarse la que se considera su biografía más completa y definitiva, “Un cor furtiu”, escrita por Xavier Pla, contesta a las preguntas con su habitual formalidad y velada socarronería, y de todo lo que en esa entrevista dice, que es, como siempre en él, pertinente y enjundioso, me apresuré a anotar lo que sigue:

"Yo he tratado de poner adjetivos detrás de los sustantivos, y es la única cosa que he hecho en mi vida. Y por esto fumo, para buscar adjetivos. Yo pongo una puerta, ahora hay que buscar el color de esta puerta, la forma de esta puerta... Buscar el adjetivo exacto, y si lo encuentro lo pongo. Raras veces se encuentra el adjetivo, pero, si se encuentra, uno se puede ir a comer a casa. Comer una sopa, una tortilla, y no envidiar nunca nada a nadie".

Humilde y hermosa lección de vida y literatura del que fue uno de los más grandes escritores contemporáneos, como lo acreditan las más de 30 000 páginas que salieron de su pluma en los diferentes géneros que cultivó: artículos y reportajes periodísticos, crónicas de viajes, biografías, ensayos antropológicos y de costumbres, narraciones, diarios... Recogidas por la editorial Destino en los 47 volúmenes que forman su Obra Completa, trazan uno de los frescos más vivos y veraces del siglo XX.

De la prosa de Pla sorprende particularmente el poder de observación, la precisión conceptual y el fino humor con que se vierten los juicios. De ahí, y de su estilo ágil y natural, le viene esa amenidad que aún conserva, como si por ella no pasara el tiempo.

Volviendo a los adjetivos, sobresale en él la finísima percepción de los colores, que va pareja al amplio y riquísimo abanico de matices con que los expresa. Aunque algunos se le resistan (“Me pregunto de qué color es la lluvia. No he encontrado ni en la Biblia ni en la literatura griega ningún adjetivo. Los autores se abstuvieron”), véanse como muestra los siguientes, espigados de sus artículos recopilados en el libro Calendario sin fechas: “un leve tinte, entre dorado y vinagre”; “el plateado mate de los olivos”; “las embarcaciones izan una vela de color de nicotina”; “tono verde aceitoso claro”; “una luz entre anaranjada y albaricoque”; “la blancura de las casas queda tocada de un tono gris tórtola suave; después, de un color plomizo, con pinceladas a veces acarminadas; otras veces, de un morado berenjena”. Y hay colores de “luna nueva”, “de mantequilla rancia”, “de pollo asado”…

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