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Michael Pollan: “El LSD y las setas alucinógenas ayudan a curar enfermedades mentales”

Universidades de EE UU y Europa investigan el uso terapéutico de las drogas psicodélicas para combatir la depresión, la anorexia o la adicción al tabaco y el alcohol con resultados sorprendentes

Michael Pollan
Michael PollanlarazonLa Razón

El periodista Michael Pollan (Nueva York, 1955) se saltó las drogas en su juventud. Tiene la edad perfecta para haber disfrutado de unos años 70 dislocados y psicodélicos, pero, en lugar de eso, decidió probar LSD y setas alucinógenas (psilocibina) cerca de la edad de jubilación. Es verdad que lo hizo para preparar su libro “Cómo cambiar tu mente” (editorial Debate), pero la experiencia de introspección y autoconocimiento le causó un impacto hondo e inesperado. Pollan, mundialmente conocido por sus libros sobre alimentación (considerados palabra de dios en casa de los Obama), cree que los ensayos que están en marcha en EE UU y en ocho países europeos van a dar un impulso definitivo a una terapia que puede ayudar a salvar muchas vidas. Depresión, ansiedad, pánico ante la muerte, adicción al alcohol y el tabaco, anorexia nerviosa... Casi todos los demonios de nuestra era son susceptibles de ser neutralizados en un par de sesiones controladas con sustancias que evocan el “paz y amor” de la época hippie. La diferencia es que el viaje, también catártico, ahora termina mejor.

-¿Qué trastornos pueden curar las drogas psicodélicas?

- Se ha demostrado que funcionan en casos de enfermedad mental como depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo y adicciones. También ayudan a romper hábitos muy arraigados que nos perjudican y que tanto cuestan cambiar como en el caso de la anorexia nerviosa. Desde una perspectiva más amplia, tienen la facultad de sanar, por ejemplo, nuestra relación con la naturaleza.

-¿Cómo funciona exactamente el tratamiento?

-Es muy importante tener en cuenta que la manera de utilizar estas drogas en terapia no tiene nada que ver con tomarlas en un concierto o en una fiesta. Es un proceso controlado en un entorno muy seguro. Durante la fase de preparación, dos personas te explican lo que va a ocurrir con detalle y te instruyen sobre lo que debes hacer en caso de que te vuelvas paranoico o te supere la ansiedad. Te aconsejan que te rindas a la experiencia, que no luches contra lo que te está pasando. Durante el viaje propiamente dicho, estos dos guías están sentados a tu lado todo el tiempo. Apenas hablan, pero están ahí por si los necesitas. Sobre todo, se aseguran de que no haces nada estúpido como salir a la calle o tirarte por una ventana. Al día siguiente vendría lo que llaman la integración. Durante varias sesiones te ayudan a darle sentido a todo lo que has vivido porque puede ser muy confuso. Algo parecido a la psicoterapia, pero en lugar de hablar de tus sueños tratas el contenido de lo que has visto.

-¿Pero permaneces despierto y consciente toda el tiempo?

-Sí. La sesión se produce en un sofá o una cama donde puedes estar tumbado o sentado cómodamente y con unos auriculares y un antifaz para aislarte por completo de la realidad y poder mirar hacia lo que sucede dentro. La música que te ponen también ha sido cuidadosamente seleccionada para favorecer la introspección. Digamos que te metes en un estado alterado de conciencia. Puedes olvidarte por momentos de dónde te encuentras pero siempre puedes volver. Es sumamente interesante. En cuanto abres los ojos te integras totalmente, es un poco como soñar despierto. Es un viaje, vas realmente lejos, ya sea bajo tierra o al espacio exterior, pero sigues ahí.

-¿Cómo explica la ciencia que un tratamiento con LSD tenga efectos a largo plazo? ¿Funciona como un reseteo del cerebro?

-Todavía se desconoce a ciencia cierta. Saben, por ejemplo, qué receptor está implicado en el proceso. La parte que aparece desactivada en el cerebro cuando tomas una imagen por resonancia magnética durante una sesión es, precisamente, la Red Neuronal por Defecto (RND). Es la que se encarga de la creación de la identidad propia, la narrativa que te cuentas sobre tu propia historia. Si el ego estuviera alojado físicamente en algún lugar, sería ahí. Cuando esta red se silencia, disminuye tu sentido del ego, que es lo que levanta muros a tu alrededor y te genera esa sensación de separación del resto. Entonces tiendes a fundirte con lo que te rodea. Esto puede ser aterrador o maravilloso, según tu mentalidad.

-Por lo que explica funciona un poco como la meditación.

-Es muy similar. Los escáneres cerebrales de los meditadores más experimentados son muy similares a los de una persona en una experiencia psicodélica. En ambos casos, tu sentido de la identidad desaparece y te fusionas con el presente. No hay pasado ni futuro. Muchos consideran este viaje como un atajo al estado que solo alcanzan los grandes meditadores.

-También habla del uso en enfermos terminales para ayudarlos a reducir la angustia existencial ante la muerte.

-Sí, es una de las aplicaciones más interesantes. Les ayuda a lidiar con la ansiedad y la depresión que pueden surgir ante la proximidad del final. En muchos casos, se da un cambio absoluto de percepción de la mortalidad, se produce una reconciliación profunda con la idea de la muerte y se alcanza un estado de paz total.

-¿Se trata de simple aceptación?

-Sí, pero es una aceptación que no viene de que anestesiar el miedo, como hace la morfina, sino de una expansión de la conciencia de modo que entienden que, aunque su cuerpo va a desaparecer, forman parte de algo más grande que va a permanecer. Puede ser la naturaleza o la comunidad, según los valores de cada cual. Es como si la muerte ya no les pareciera tan definitiva.

-Y quizá también menos aterradora.

-Definitivamente. He hablado con gente que directamente perdió el miedo a la muerte, se evaporó por completo. Y esto es algo muy notable, al margen de que no sepamos muy bien por qué sucede. Tenemos tan poco que ofrecer a la gente en esta situación, más allá de los opioides que calman el dolor físico y nublan la mente, que, sinceramente, me parece un gran descubrimiento. Es una de las aplicaciones más esperanzadoras.

-¿Qué otras aplicaciones considera relevantes?

-Tenemos un enorme problema con la depresión, que afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, o con la adicción a sustancias como el opio o el alcohol. Hay una crisis global de salud mental y aquí hay una nueva herramienta para afrontarla.

-¿Cuál es la parte más oscura de estas drogas?

-Se han dado casos en los que ha disparado un brote psicótico o de esquizofrenia en personas predispuestas. Pero tengo que aclarar que ha ocurrido fuera del estudio controlado, en el que los candidatos son seleccionados muy cuidadosamente. Los riesgos físicos son sustancialmente menores de los que tienen otras sustancias mucho más tóxicas que consumimos constantemente sin receta, como el paracetamol. No existe una dosis mortal, ni de la psilocibina ni del LSD, que no generan adicción ni tolerancia. Además, no se toman todos los días.

-¿Cuántas veces son necesarias para obtener algún efecto?

-Normalmente, para patologías como la drogadicción o un diagnóstico de cáncer, basta con una o dos veces. En el caso de la depresión, quizá una vez cada seis meses o al menos una al año. Cualquier medicación psiquiátrica se toma cada día.

-¿Cómo fue su viaje con estas drogas? ¿De qué forma le transformaron?

-Tuve distintas experiencias con sustancias diferentes: LSD, psilocibina, ayahuasca y 5-MeOT. La mayoría fueron súper positivas, aunque todas tuvieron sus intervalos oscuros que me dieron miedo. La más poderosa fue con setas alucinógenas en una dosis muy alta en la que experimenté la completa disolución de mi ego. Vi cómo mi yo, lo que hasta entonces era mi identidad, estallaba en miles de papelitos azules y cómo esas partículas se esparcían por el suelo a modo de pintura, tiñéndolo todo. Pero lo más raro fue que pude observar todo lo que estaba pasando, aunque mi yo había desaparecido. No fue nada perturbador, lo viví con una ecuanimidad absoluta. Después tuve una preciosa experiencia de fusión con una pieza de Bach, no había diferencia entre la música y yo. Fue la experiencia musical más intensa de mi vida.

-¿Qué le dice su mujer? ¿Le ha visto cambiado?

- Mi mujer seguramente diría que me ve más paciente, más presente. En general me encuentro más abierto, menos rígido. Puede que el principal efecto que me ha dejado la experiencia es haber sobrevivido a la disolución del ego, darme cuenta de que puedo estar sin él, existir sin él. Que es solo una de las voces en nuestra cabeza, pero que somos mucho más. Hay otras voces quizá más sabias o más amables a las que podemos prestar atención. En este sentido, fue una experiencia liberadora. Es muy útil darte cuenta de esto. Ahora identifico más los trucos de mi mente y en ocasiones puedo ignorarlos. Es el tipo de descubrimiento que tienes después de una década de psicoterapia.

Setas alucinógenas
Setas alucinógenasPETER DEJONGAP

-Desde luego, suena más económico.

-Totalmente. Es perfecto para gente con prisa.

-Cuéntenos alguna historia de éxito que le haya impactado especialmente.

- Hubo una mujer estadounidense, de unos 60 años, que llevaba deprimida desde 1991. Nada le aliviaba, un año detrás de tras año. Tras su experiencia psicodélica, había logrado vivir su primer mes en décadas sin síntomas. Me dijo que, por fin, se habían esfumado las nubes y había podido ver el cielo. Imagínate lo que debió de ser eso para ella. Es verdad que el efecto no fue definitivo y los síntomas volvieron, aunque no con la misma intensidad. Lo tomó como un gran regalo; comprendió que había otro mundo ahí afuera que había olvidado.

-¿Y alguien que lograra dejar el tabaco, por ejemplo?

-He entrevistado a fumadores que llevaban años intentando dejarlo y que después de una sola sesión no volvieron a hacerlo. Cuando les pregunté los motivos, cada uno tenía una historia. Sé que no es una explicación muy científica pero lo importante es que funcionó. Esta es una de las fortalezas de la psicodelia. Las visiones que nos ofrece tienen una gran legitimidad, no se trata de opiniones sino de verdades reveladas. Conocimiento puro.

-¿Ve factible que sean legalizadas en Europa?

-Está prohibido en la mayoría de países del mundo excepto en lugares como Portugal.

-Bueno, eso me pilla cerca.

-Ja ja ja. Sí, te viene muy bien. En este momento se están realizando varios ensayos clínicos en universidades y centros médicos, tanto en EE UU como en ocho países europeos. Una de las compañías basada en Londres está testando la psilocibina en casos resistentes de depresión mayor, casos muy serios. En EE UU también van a empezar con gente que sufre de anorexia nerviosa, la enfermedad psiquiátrica con el mayor índice de mortalidad. El objetivo es que las agencias de medicamentos aprueben la psilocibina en cinco años.

-¿Qué diferencia hay con el peyote o la ayahuasca?

-Aunque es ilegal, mucha gente toma ayahuasca tanto aquí como en Europa de la mano de chamanes llegados de Brasil o Perú, que son quienes les administran el té hecho de dos plantas. La diferencia es que se toma en grupo y tiene un ritual específico y una dimensión espirituañ, pero no dejan de ser drogas psicodélicas que actúan sobre la misma zona del cerebro.

-¿Cuál es el principal obstáculo para que esto salga adelante?

-Lo más importante es que el Gobierno lo apruebe. Hace falta que estas drogas sean recalificadas porque ahora mismo no se permite su uso médico. Este sería el primer paso. Luego está la parte económica, el negocio. ¿Cómo van a sacar provecho los grandes laboratorios de una droga que no está patentada? La psilocibina se considera medicina tradicional y el LSD fue descubierto en los años 30 del siglo pasado. También hay que tener en cuenta que el modelo de negocio de los psicólogos, que quizá acaben recetándolo, se basa en que el paciente acuda cada semana durante meses. Esta droga solo implica una o dos sesiones

-¿Por qué han tenido tan mala fama hasta ahora?

-Cuando empecé el libro pensaba que las drogas psicodélicas eran un producto de los 60; que fueron descubiertas en aquella época, tuvieron un gran impacto en la contracultura y desaparecieron. Luego descubrí que en los 50 hubo ensayos científicos con grandes resultados, antes de que escaparan del laboratorio y acabaran en manos de aquella juventud que hizo un uso masivo e imprudente. Mucha gente terminó ingresada en un psiquiátrico con brotes psicóticos, y todas estas historias contribuyeron a su mala fama. Fue un enorme retroceso, se podía haber convertido en una droga psiquiátrica con excelentes resultados y se transformó en algo que destruía las mentes de los jóvenes.

-¿El estigma continúa?

-Aún hay muchas personas que lo único que saben de estas drogas es que hacen que la gente salte de las azoteas o miren fijamente al sol hasta quedarse ciegos. Ahora, por fin, estos estudios todavía minoritarios están cambiando la imagen de la psicodelia por sus prometedores resultados y porque parecen cambiar la vida de los pacientes. Es una pena que la investigación se detuviera durante 30 años, imagínate la de vidas que podrían haberse salvado. La psiquiatría, comparada con otras ramas de la medicina, apenas ha avanzado en décadas. Confío en que muy pronto contaremos con poderosas nuevas armas para aliviar el sufrimiento humano.

Portada de "Cómo cambiar tu mente"
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